La poesía irónica de José Luis Sampedro

«Días en blanco. Poesía completa 1936-1985« contiene su sutil creación lírica

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

Corría el mes de marzo y corría más la pandemia y se declaraba el estado de alarma. También se publicaba la poesía de José Luis Sampedro (Barcelona, 1917-Madrid, 2013), Días en blanco. Poesía completa 1936-1985 (Plaza&Janés), en edición y estudio del profesor y también poeta José Manuel Lucía Megías, con palabras preliminares de Olga Lucas, compañera y colaborada hasta el final de Sampedro. Son 464 páginas, de las que las 52 primeras las ocupan las palabras explicativas de Olga, quien en La trastienda cuenta el qué y el cómo del hallazgo de esta poesía, de la página 19 a la 23, y el resto de las páginas las ocupa el inteligente, clarificador y pedagógico texto de J.M. Lucía Megías Invitación a la lectura de la poesía de José Luis Sampedro (textos y contextos), de la página 25 a la 52.

Las demás páginas contienen la poesía de este gigante irónico que fue Sampedro y su poesía se sabe igual a la vida misma. ¡Qué poderío de verbo! ¡Resplandor de imágenes en estos versos que nos llevan en volandas desde la Guerra del 36-39, del siglo pasado, hasta la muerte del dictador y primeros años de esta increíble democracia española. De justa y necesaria lectura. Poemas escritos sin temor ni temblor, con pulso firme, con valor y libertad; también, con amor y generosidad por doquier: “Si no rompió tu vez ese gemido/ que acuchilla la turbia madrugada…/ es que en tu corazón no ardía la hoguera/ que llamamos amor”.

No me cabe ninguna duda de qué el erudito Sampedro fue un hombre que anduvo toda su vida buscando ese su camino, el porqué de su vida y el para qué y que quiso no vivir frente al espejo y sí vivir frente al árbol. Un poeta que ya valoraba la ecología emocional. Un poeta que apostó por el otro, la relación con el otro es la esencia de su poesía diríase, y por la naturaleza, a tenor de lo que se puede leer en sus versos: “Así yo/ diré mi salvación a los hijos del hombre./ Que ninguno la ignore al estallar mi júbilo./ Yo les diré en secreto solo una palabra: / <<Vivir frente al espejo ya es una vieja norma./ Vivamos frente al árbol>>”. Su compromiso con el otro, por la dignidad humana es por todos reconocido: “Los que volvieron/ traían solamente unas manos vacías/ -curvadas todavía, asiendo el viento-/ y unas alegres caras cansadas/ y ojos cuya mirada nadie explicará nunca./ Nadie, ni los poetas,/ porque en ella vivían las últimas palabras/ de los que no volvieron”.

José Luis Sampedro fue una de aquellas personas que podía decir con todo humildad, pues esta es reconocer la verdad, que había vivido muchas vidas. Y su apuesta siempre fue por “La vida humana, el hombre y su palabra.”. Fue catedrático de Estructura Económica, escritor, miembro de la Real Academia Española y Premio Nacional de las Letras, en 2011. Fue un hombre nada más, ¡ahí es nada!: “Nunca querré juzgar. Comprender solo./ No querré la balanza ni la espada/ ni los ojos vendados. ¡Bien abiertos/ al motivo, al secreto, a la mentira,/ al crimen, al impulso, a la desgracia!”

Los poemas irónicos y humanos de Sampedro, ese admirado novelista y economista de pro, son un canto a la vida con todo lo que esta implica, y si en algún momento le intentaron robar su juventud, él en su libretica apuntaba su apuesta por la existencia y la naturaleza. Creo que son versos que hay que leer por curiosidad y por ser espejo de un hombre culto, comprometido con su tiempo. Y conocedor del mismo y de sí mismo, que no quiso que saliesen a la luz antes de hora. Y los dejó en una caja y la caja fue descubierta y leído su contenido y ahí estaba la poesía, su poesía, en estado virginal. Poesía que se puede y debe leer, las cosas tampoco han cambiado mucho, desde que fueron escritos esos poemas a hoy, que han visto la luz: “Me inquieta el lápiz rojo que utilizo/ para marginar de alertas los informes comerciales”.

En la poesía de este hombre se canta a la naturaleza, a los pueblos y sus gentes, o sea al paisanaje, desde su viva e inquieta mirada. También reflexiona sobre el hombre urbanita y la soledad. Y donde los lectores se divertirán son en las poesías más satíricas y de humor, que aunque hagan reír algunas duelen: decadencia, corrupción y soberbia: con claras referencias a la dictadura, sus ministros lopeces y a la siempre obra, que no para. Pero también a la economía y a la política: coplas, poemillas y felicitaciones navideñas curiosas, con chispa y afilado ingenio. Todo es un juego, un juego literario, grotesco si se quiere, tanto en las teatrales y burlescas Historias de chupatintas como en el Romance del Ministerio de Exteriores: “No esperéis miras profundas,/ altas ideas ni acciones./ Tan solo parirán planes,/ slogans, emblemas, órdenes,/ dineritos para sí;/ para los demás, rencores./ No esperéis alta política./ No dan más de sí los López./ Pobre, pobre Ministerios/ el de Asuntos Exteriores”.

Me gusta ese tono quevedesco, también gongorino, en la poesía de Sampedro: esa catarsis propia de aquellos tan fastidiados, con j, años 40. Aun así, es una poesía lírica, suave y profunda, a la vez que seria y penetrante: como es la vida. Y cada lector puede comprender mejor o peor a Sampedro. En todo caso, cada persona que lea Días en blanco podrá quedarse con el ingenio que desee, que para todos ahí. Pienso que ahí está su grandeza. El compromiso poético con el otro: “Nunca querré juzgar. Comprender solo”.

Y agradezco esas lecturas europeas que en algún verso deja constancia y nos recuerdan al gran Shakespeare en el Mercader de Venecia, pues dice Sampedro: “No pongáis adjetivos a la vida./ No cortéis una libra de su carne (era triste, era alegre)/ para creer, oh, tontos,/ que hay carne de la vida en tu despensa./ La vida es. ¿Te enteras? (p. 294) Y si antes decir Sampedro era decir economista o novelista, ahora decir Sampedro será decir también poeta crítico; pues sus poemas son de lo más sugerentes y me recuerdan aquella epístola satírica: “No he de callar, por más que con el dedo…”.

Ya sé que hemos perdido el arte de la lectura, ni aun en confinamiento hemos leído, para qué pensar, para qué reflexionar, luego así nos luce el pelo; pero, vale la pena leer la poesía José Luis Sampedro, no defraudará a nadie: “que el amor deja en paz tras su violencia” (p.334). Pero, teniendo en cuenta lo que nos dice Olga Lucas en su texto: “En el caso de la poesía de José Luis Sampedro, hasta donde sabemos, no se publicó porque él mismo no le otorgó calidad suficiente. Tenía gran respeto por la poesía y no consideraba la suya a la altura de la poesía en mayúsculas. Pero la escribió y la conservó”. Y como dejó escrito el admirado poeta Gerardo Diego, a quien él leía: “la mañana asciende/ la tarde declina”. ¡Pues eso! O lo que escribe el cátedro José Manuel Lucía Megías al final de su invitación: “Y parafraseando a José Luis Sampedro, no me queda más que poner fin a esta invitación a la lectura de la obra poética reunida del maestro con un punto y seguido y gritando a los cuatro vientos: “La Poesía es. ¿Te enteras?”.

 

[Oh, puñetas de largo tiempo ansiadas]

¡Oh , puñetas de largo tiempo ansiadas,

puñetas que apuñétanme las mangas,

puñetas que costáis, pues no sois gangas.

 

Fueron mis ilusiones más preciadas

hacer puñetas con las bocamangas

y ahora no quiero ya más ringorrangas

pues mis mangas ya están apuñeteadas.

 

Hay quien piensa que vuestro nombre es feo

y un encaje tan fino, merecía

no llamarse puñeta, mas lo dudo:

 

no solo porque hermoso yo os veo,

sino porque peor encajaría

decir que este es un traje [cojonudo].

[h. 1955, tras ganar la cátedra]