La lujuria anida en la poesía de Susana Násera

Setenta y siete gozosos poemas para este invierno pandémico y filoménico en el poemario «La lujuria de tu boca» (Jákara)

Texto: Enrique VILLAGRASA       

 

Deseo excesivo del placer sexual dícese de la lujuria. Y de la poesía erótica decimos que es la sed que explora ese no sé qué del sexo, de los cuerpos, que sí nos deja balbuciendo. Es el deseo en su estado más puro: temor y temblor: tensión expresiva en la celebración de lo sensual. Y es lo que hace la poeta malagueña Susana Násera en este su poemario, La lujuria de tu boca (Jákara): pues más allá del placer consumado o logrado se demora en considerar las estrategias de la seducción, con la pertinente provocación. El título del libro es parte de un verso del poema Sin esperas. Una lujuria sana para goce de todos los sentidos: “me imagino enredada en tus piernas/ lamiendo el olvido”.

Tiene el libro 77 poemas recogidos en dos partes, 71 en la primera y seis en la segunda con el significativo título de Temor y temblor están acompañados de las palabras del editor, Francisco Ordoñez Olalla, quien nos habla de que la poeta “te llevará de la mano a un laberinto de donde no podrás escapar”, y nos conducen en ese viaje de ida y vuelta desde su poética verbal a la poética corporal: “Cuatro los botones de mi blusa,/ los mismos segundos te separan de mi piel”. Seductores versos que me han llevado a recordar aquellos que escribió el poeta valenciano Guillermo Carnero en su Verano inglés (Tusquets, 1999): “En la tensión del nudo de tu blusa/ duplican su latido tus tacones”. Salvando las distancias, si hay alguna blusa que salvar… Dejamos a la imaginación de la persona lectora qué esconde esa tan seductora prenda.

Así pues, vemos que todo poeta se rinde, como bien lo expresa Susana en estos sus poemas eróticos, al deseo y al sentir por el otro: rito plagado de gestos. Y así la imbricación está consumada: el amor ha sido hecho y el cansancio no existe: es pues una historia de amor llena de ilusiones correspondidas: “A veces mi aliento malherido te reclama/ emprendiendo el vuelo hacia el poema”.

Y no hay que olvidar que los rostros de los personajes del poemario se parecen a nosotros mucho más de lo que imaginábamos al comenzar su lectura. Además, la poeta con firme pulso ha pergeñado el erotismo sin caer en la vulgaridad y si alguna vez ha tropezado, creo que lo ha hecho de forma calculada y siempre con ingenio e ironía. Todo para festejar y después celebrar ese triunfo del amor físico, esa culminación carnal y poética: “Demorándose labios y piel/ en la transparencia del verbo”.

He leído este poemario con verdadera curiosidad, pues escribir poesía erótica es harto difícil y he quedado gratamente más turbado de lo que estaba. En la poesía erótica es  necesaria también una imbricación más o menos biográfica y cultural del yo poético que logre iluminar el poema con esos versos de riqueza y precisión o sea, con un lenguaje actual pero forjado en la tradición del Siglo de Oro, que llega vivo hasta nuestros días. Por ejemplo esta copla: “Estábase la moza/ despaldas en el lecho,/ las piernas abiertas;/ y, mirando al techo,/ dice con despecho:/ <<¡Agua, dadle agua,/ quel fuego está en la fragua!>>”. Y Násera dice: “Abriéndole piernas al deseo,/ humedeciendo la estabilidad que se corre indemne./ Olvidando toda lógica”.

Queda claro pues, que Susana Násera ha aprehendido de la poesía de la vida y se ha hecho su amante: en estos poemas escritos en segunda y primera persona, con versos en letra cursiva que son verdaderos aforismos existenciales. Y algo más, pues ha hecho que la persona lectora que estos poemas lea vivirá la experiencia que la poeta plasma en sus versos. Hay que dejar claro también que esas experiencias del yo poético casi nunca coinciden con las vivencias propias del autor, o sí: “Quiero una pasión que enlace piernas entre sábanas,/ muerda heridas y grite en las embestidas,/ quiero labios inmortalizando mis pezones”.

¡Lean estos poemas con pasión, sin prejuicios que valgan, y gocen con sus imágenes y metáforas: no les defraudarán: “Al abrirse la ventana/ te nombra la almohada”.

 

SIN ESPERAS

Desnúdame con los labios.

Como el primer beso.

Salpicando de promesas un futuro sin esperas,

demorándote en la fragancia de mis pechos.

Libando mi aliento con tu lengua,

profanando el vientre con la lujuria de tu boca.

Explorando aristas

con el amanecer de tus dedos.