La edición 2024 del festival de literatura fantástica 42 tiene al dragón como animal de compañía
Con una sugerente exposición en su sede de Fabra i Coats y dragones sobrevolando por varias de sus mesas redondas, este animal que echa chispas será uno de los emblemas de la nueva edición del Festival de Géneros Fantásticos de Barcelona, el 42, que arrancará el próximo 6 de noviembre.
Texto: Sabina Frieldjudssën
El dragón forma parte de la leyenda desde la noche de los tiempos. Ya hay dragones en las primeras narraciones escritas sobre tablillas de barro en Mesopotamia. También en la antigua tradición oral nórdica encontramos en El Cantar de los Nibelungos, a Nidhug, el dragón que se alimentaba de las raíces del árbol del mundo del que nacieron el resto de dragones de la mitología germana y vikinga. Sigfrido da muerte al dragón Fafnir y luego se baña en su sangre para hacerse invulnerable. Son fábulas fundacionales de nuestra cultura: el dragón como enemigo, como encarnación del mal, como secuestrador de princesas que ha de ir a rescatar algún caballero enlatado en su armadura a mayor gloria de la sociedad patriarcal.
Pero el dragón son muchos dragones. Mientras en nuestra cultura occidental representa la amenaza y lo monstruoso, en la cultura asiática son otra cosa muy distinta. Los dragones chinos y los japoneses simbolizan el poder espiritual supremo, el conocimiento y la fuerza, traen la buena salud y la buena suerte. Por eso uno de los dragones más rupturistas para nosotros, y más entrañables, fue el tierno Fújur, el dragón volador de La historia interminable de Michael Ende. Un dragón que era, como el burrito Platero de la poesía de Juan Ramón Jiménez, blanco y algodonoso (quizá no tanto como en la película, donde se les fue la mano y parecía un peluche volador). Un dragón de la buena suerte y del buen rollo.
Pero a lo que nos han tenido acostumbrados los escritores es a los dragones que echan fuego por la boca y trituran carne humana a destajo. La cabeza de J.R.R. Tolkien, creador de la saga de El Señor de los anillos, tenía la cabeza llena de dragones y no muy amigables. En El Hobbit, el tenaz Bilbo Bolsón tendrá que vérselas con Smaug, uno de los últimos grandes dragones de la Tierra Media. En la novela se habla de un impresionante dragón de 18 metros, pero como en Hollywood les debió parecer poca cosa, en la versión cinematográfica de Peter Jackson medía 130 metros, tan largo que no cabría ni en un campo de fútbol. Hay que decir en descargo de Jackson que el suyo no es el dragón más grande de la historia de la fabulación: En el Silmarillion, la recopilación de materiales de Tolkien recopilados tras su muerte, encontramos un dragón, Ancalagón el Negro, que podría haber medido 25 kilómetros de largo y su caída causó la destrucción de tres volcanes.
También hay dragones en la literatura de Ursula K Leguin en su mundo de Terramar poblado de magos, espectros y talismanes donde el máximo poder que supera en asombro a todos los demás es el de las palabras. Ahí los dragones no son criaturas salvajes y obtusas, sino criaturas inteligentes, aunque tienen un punto peligroso y por eso es mejor no mirarlos a los ojos.
Aunque igual mirar a un dragón a los ojos puede ser simplemente mirarnos al espejo porque el gran experto en mitos del siglo XX, Joseph Campbell, tras haber estudiado cientos de fábulas heroicas de caballeros que se pertrechan con sus armas para enfrentarse al poder feroz del dragón decía que “el dragón supremo está dentro de ti, es tu ego”.
El gran día literario del año en Barcelona es la celebración del 23 de abril, día Sant Jordi (San Jorge/Saint George): el caballero que mató al dragón. La historia viene de la tradición cristiana del siglo XIII pero se apoya en mitos anteriores: una comunidad es sometida a la tiranía criminal del dragón que exige ser alimentado cada noche con una de las mujeres vírgenes de la localidad hasta que aparece el chico de la película y ensarta al dragón con su lanza. Hoy día, al macho alfa Jorge, en lugar de hacerlo santo lo habrían denunciado por maltrato animal, pero esa es otra historia.
Que el Festival 42 haya elegido al dragón como animal de compañía resulta de lo más oportuno, ya que Barcelona es una ciudad de dragones. Una ruta por el centro de la ciudad, programada dentro de los eventos del festival, mostrará asombrosas huellas de dragón por las calles, figuras en las fachadas o ese orientalizante Parque de la Ciudadela con sus fantasiosos dragones chinos.
Ha habido mucha literatura temerosa de los dragones, pero fue en Barcelona donde nació el escritor que más los amó. Carlos Ruiz Zafón, el autor del ciclo de novelas del Cementerio de los libros olvidados que se inició con La sombra del viento, uno de los libros que más ha proyectado Barcelona fuera de nuestras fronteras, coleccionaba dragones. Llegó a reunir cerca de 500 figuritas y al casoplón que se compró en Los Ángeles con el dinero que ganó con los libros lo llamó Dragonland. Dejó dicho que «Mi afición a los dragones viene de largo. Barcelona es ciudad de dragones, que adornan o vigilan muchas de sus fachadas, y me temo que yo soy uno de ellos. Además de haber nacido en el año del dragón, mis vínculos con estas bestias verdes que respiran fuego son numerosos. Somos criaturas nocturnas, aficionadas a las tinieblas, no particularmente sociables, poco amigas de hidalgos y caballeros andantes, difíciles de conocer.»
Esta edición del Festival 42, prepárense para una Operación Dragón en Barcelona.