La cuerda locura de la poesía de Josefina Aguilar

XLII Premio Leonor de Poesía 2023 con «Leonora dentro».

 

Texto:  Enrique VILLAGRASA

 

Leonora dentro (Diputación de Soria) de la poeta y profesora de Enseñanza Secundaria Josefina Aguilar Recuenco (Almería, 1971) es el poemario que se alzó con el XLII Premio Leonor de Poesía, 2023 y por una vez y sin que sirva de precedente les doy la razón al jurado: es un excelente libro: es tan bueno que me ha llevado hasta otros y es que mientras lo leía me recordaba Sueños de Lirios. Antología de poetas locos (Huerga y Fierro, 2018), en edición del admirado Óscar Ayala, quien nos dejó el pasado 6 de febrero. También me ha conducido hasta la Historia de Merlín I y II (Siruela, 1988), en edición y traducción de Carlos Alvar; y a Las formas del fuego de J.A. Ramos Sucre (Siruela, 1987) y a la poesía de Djuna Barnes (Igitur, 2004) y a los ecos de Frida Kahlo.

De este poemario, Leonora dentro, se puede decir que es un homenaje y un (re)descubrir a la pintora y también escritora, con alma de poeta: sencillamente poeta, Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 1917-Ciudad de México, 2011), con un poema río de un centenar de páginas surrealistas ellas y su musa, con versos cual carámbanos. De hecho la autora Josefina Aguilar abre el poemario premiado con la cita: “El potro blanco era yo. De Memorias de abajo, libro escrito por la pintora Leonora Carrington a raíz de su internación en un sanatorio psiquiátrico en 1940, en Santander”. Y es que con 20 años Leonora, estudiante en Londres, conoció a la gran figura del surrealismo Max Ernst y se enamoró del mismo y se fugó con él a Francia; y después coincidiendo con la detención en París de Ernst, por ser contrario a lo germanófilo, y Leonora sufriendo un estado de tremenda confusión psíquica, el padre de ella aprovechó para separarla de Max e internarla en el psiquiátrico español, donde sufrió tratamiento inhumano de manos de un doctor sádico diríase: según su propio testimonio en Memorias de abajo (Alpha Decay, 2017). Tal es así que André Breton, a partir de la locura de Leonora, se interesó por la creatividad de los enfermos mentales: el surrealismo, como método que crea desde la otra realidad, quedó vinculado para siempre a la locura: qué cuerda esa locura diríase.

A las personas lectoras nos interesa de este poemario todo el planteamiento que hace sobre si el signo es la realidad: reflejo, eco, correspondencia: “Soy su lámpara de aceite Soy el aceite que/ queda después de la lámpara” y en definitiva si es más verdad la realidad que la apariencia o es: “Chamán celeste de las piedras que extrae/ infiernos de luz”. Aunque bien es verdad que es todo un homenaje a la Carrington a la vez que estos versos son un acto de rebeldía en la poesía actual española. Es todo un testimonio, preciso, precioso y terrible a la vez. Para que tengamos siempre presente en esta mirada sobre la memoria surrealista de que nadie puede ensañarse contra el amor. “Me/ escondo delante del tigre de cristal para que/ me encuentren y den sentido a sus fórmulas de eclipse”. Posiblemente la poeta y su admirada Leonora tienen en estos versos una relación más que íntima con esa locura apasionante por medio del lenguaje: “Un bosque tallado en el agua/ Una ciudad tallada en el abismo de un diente”.

Josefina Aguilar ha conseguido mostrar, adentrarse, la mente de Leonora y ha conseguido aquello que Antonin Artaud se proponía: escribir un libro que fuera como una puerta abierta, encajada en la realidad. Las personas lectoras si nos atrevemos entraremos por ella: “Yo me escapo del/ sanatorio todas las noches/ Se escapa la claridad/ y el bosque crece en una trampa, en red de neuma,/ en lila oscura”.

Si poesía es la luz perfecta, que ilumina todo lo visible e invisible más allá del lenguaje. Y esta para ser, la poesía digo, debe tener magia, sorpresa, revelación y, aderezando todo esto, fascinación rítmica, en Leonora dentro lo encontrarán. Además este poemario es una obra llena de belleza y profundidad. Sus versos son precisos y elegantes, con una sensibilidad única: “Estoy trasladando un espejo Esta es mi tarea en/ este mundo del sanatorio: trasladar un espejo”. Siendo una de las principales características de su poesía esa su capacidad para plasmar las emociones de una manera sencilla y directa: cual carámbanos, cual latigazos. Sus palabras son como otra ventana al alma: esa realidad otra, que permite a la persona lectora acceder a los pensamientos y sentimientos de Leonora y de la propia autora: “Salgo de la primavera, agrieto la boca/ tartamuda del cielo, voy a vivir, mi locura me/ ha salvado”.

 

 

Le di una piedra druida para que aplastara

los crematorios  Le dije, toma Max, con esta

piedra aplastas sus lóbulos  Con la lata de

pintura agujereada hice el experimento de

todos los animales del arca, es el goteo sucio

del origen del mundo  Pasan aguas de judíos y

aguas de gitanos  A mí me salvó la mujer gitana

que me llevaba de la mano por el planeta Urano

(Cuatro siglos atrás yo ya era yo)

 

*fragmento, pág. 47