El paisaje editorial de las escritoras nigerianas
El 25 de mayo es el Día Internacional de África, una conmemoración en la que se recuerdan los logros del continente y se abordan los desafíos a los que se enfrenta. Nosotros hemos puesto el foco en Nigeria, en su sector editorial y en sus escritoras, muchas de ellas desconocidas en Occidente.
Texto: David VALIENTE
Chimamanda Ngozi Adichie (Enugu, 1977) ha llegado a un nivel de fama que ningún escritor nigeriano anterior había logrado. Ahora marca el camino a seguir de las nuevas generaciones de escritores”. Lo explica Amyn Bawa-Allah, community manager, editora, crítica literaria, conductora de un club de lectura y creadora de contenidos para The Something Bookish Podcast. Chimamanda ha sido el único escritor de Nigeria que ha conocido el éxito primero a nivel local antes de convertirse en un brillante astro de las letras mundiales. Uno de sus libros, La flor púrpura, estuvo quince años en el currículo escolar nigeriano. “No conozco ningún otro caso parecido, lo habitual es que el autor alcance el estrellato en el extranjero y luego sea repatriado a nuestras editoriales”.
Chimamanda es la copa más alta del baobab literario de Nigeria. Pero la autora de Medio sol amarillo (ganador del Premio de Ficción Femenina) y Americanah (Premio del Círculo de Críticos Nacional del Libro) está anclada y cimentada en otras copas de menos altura y en un robusto tronco: sus compatriotas literatas, que con su talento y esfuerzo han construido un rico y variado ecosistema ficcional, muy poco explorado por nuestros aventureros de sofá, y eso que en Nigeria no es muy común escuchar de los labios de una niña que quiere ser escritora. Los padres tampoco suelen alentar este tipo de sueños, pues es bien sabido que la literatura solo da habichuelas a unos cuantos afortunados y tampoco atrae la fama. Los progenitores, sabiamente, exigen a sus hijas que cursen carreras universitarias ligadas a lo que antes se conocían como profesiones liberales.
“Yo sí soñé desde niña con ser escritora”, dice con una sonrisa radiante Chika Unigwe (Enugu, 1974), activista y novelista, autora de varios libros en inglés y holandés, entre los que se pueden destacar On Black Sisters Street y Night Dancer. Chika, que de pequeña hacía los deberes de literatura de sus seis hermanos, compartió pupitre con la hija del prodigio literario y editora Flora Nwapa. “Un día vino a la escuela a darnos una charla y nos llevó algunos libros de su sello editorial. Yo soñaba con ser como ella”. “Cuando yo comencé a escribir, había muchas menos mujeres jóvenes haciéndolo que ahora”, recuerda Sefi Atta (Lagos, 1964), escritora nigeriana de largo recorrido, con una magnífica novela traducida al español, Todo lo bueno llegará. “En mi juventud una serie de escritoras nigerianas me inspiraron a desarrollar mi pasión por la escritura. Quién sabe… ¡A lo mejor somos la inspiración de la nueva generación de escritoras!”.
La escritura se mueve entre la delgada línea que separa el arte y la artesanía; por lo tanto, necesita del talento, la ilusión y el esfuerzo, pero también de la guía, la práctica y la formación precisa para pulir al máximo los futuros diamantes que un día serán las obras literarias. ¿O tal vez no? “En Nigeria, las personas no se forman para escribir; la mayoría de nuestros escritores provienen de otras disciplinas y dedican su tiempo libre al cultivo de las bellas letras”, asegura Femi Ayodele, editor en Parrésia Publishers Ltd, una de las mayores editoriales de Nigeria, que cuenta con un amplio catálogo compuesto de cuatro sellos: “Publicamos autobiografías, poesía, ensayos, ficción…”. Nigeria posee una cantera de literatos talentosa, con autores proclives a moldear sus propias experiencias desde la pasión. “Son tan interesantes porque escriben bajo la tutela de las emociones más crudas”.
La experiencia ha enseñado a Ayodele que las mejores ficciones nacen de “médicos o abogados”. Sin embargo, las escritoras reclaman más espacios donde poder formarse en el oficio de escribir sin tener que salir del país. Sefi Atta, Chika Unigwe, Iquo Diana Abasi y Oyinka Braithwaite han cursado másteres o doctorados en escritura creativa y literatura en universidades europeas y americanas. “Muchos nigerianos se mudan al extranjero y aprenden de personas no africanas sobre libros aburridos y autores aún más tediosos, algo que les condiciona y les aleja de la frescura de nuestras ficciones, dejan de sonar auténticamente nigerianos”, protesta Amyn Bawa-Allah también conocida en redes sociales como @lipglossmaffia.
Hoy, en Nigeria hay más recursos económicos, pero “¿para quién están disponibles?”, se pregunta Sefi Atta. Según datos del Banco Mundial, en 2021 la población nigeriana sumaba algo más de 213 millones de habitantes, ocupando el sexto puesto en la lista de países más poblados del mundo. “Desde luego que disponemos de más medios, pero debido a esta masa poblacional solo una cantidad limitada acceden a ellos”, lamenta la escritora de Todo lo bueno llegará.
Una industria editorial adolescente
Desde que Chika Unigwe se trasladó a Bélgica, la industria editorial nigeriana ha proliferado en todos los aspectos: “Ahora, las editoriales publican mucha más ficción, antes abundaban los típicos libros escolares y textos académicos que las personan leían como si estuvieran tomando vitaminas, tan solo porque son buenas para la salud. Ni siquiera las portadas invitaban a cogerlos de la estantería”.
“Aunque ha crecido mucho, si le aplicamos las métricas de maduración humanas, nuestra industria editorial todavía se encuentra en la adolescencia”, matiza Femi Ayodele. Un adolescente que debe afrontar con estoicismo unos cambios hormonales que, en este caso, se traducen en “piratería, falta de fondos y búsqueda de nuevos lectores”, concreta el editor de Parrésia.
Un Gobierno que quiera ser considerado “responsable” siempre soluciona en primer lugar los problemas más inmediatos de sus ciudadanos y deja para el final de la lista toda la posible ayuda financiera que se pudiera destinar a los circuitos culturales. “En cualquier caso, las editoriales no podemos quedarnos con los brazos cruzados a esperar a que el dinero caiga del cielo, buscamos los fondos si es necesario de debajo de las piedras para sacar adelante nuestros proyectos editoriales. ‘Si no luchamos por el arte, ¿por qué lo vamos a hacer?’, decía un profesor que tuve en la universidad”.
La piratería supone importantes pérdidas económicas para la industria cultural del país: “Piratean CDs, DVDs; puedes encontrar en las calles libros mal fotocopiados y grapados en casa”, cuenta la autora de On Black Sisters Street. Un libro pirateado, pese a que la edición deja mucho que desear, puede vender hasta 50.000 copias, pues el público lo ve como una golosina más apetecible debido a que cuesta mucho menos. Para combatir esta práctica tan dañina y evitar que “las editoriales pierdan a sus autores y los autores su dinero”, los libros se ceden tan solo a distribuidoras de confianza, es decir, “vamos directamente a donde se encuentra el lector. Sé que este proceso es más lento, pero también más seguro”, atestigua Femi Ayodele.
“Uno de los principales desafíos a enfrentar por parte de los escritores y las editoriales es que los libros lleguen a un número mayor de lectores”, señala Sefi Atta. “Sí, es verdad, he recibido cartas en las que me preguntan dónde pueden adquirirlos”, corrobora la poetisa, cuentista y guionista de radio y televisión Iquo Diana Abasi (1980), quien ha publicado Èfó Rírò and Other Stories y el poemario Coming Undone as Stitches Tighten. Muchos buenos escritores ni siquiera llegan al conocimiento de las personas ávidas de literatura. No es el caso de Oyinkan Braithwaite (Lagos, 1988), novelista e ilustradora, con dos libros traducidos al español, Mi hermana, asesina en serie y El bebé es mío, por la editorial Alpha Decay, pero aun así tiene alguna queja al respecto: “Es más fácil que encuentre mis libros en las librerías de Londres o Nueva York que en Nigeria”.
“Entiendo sus reclamos, pero tengamos en cuenta que no solo sorteamos el escollo de la piratería, sino también los desafíos que plantea la extensa geografía nigeriana. Las editoriales podemos hacer llegar los libros a Kano (estado norteño), pero lo harán con una semana de retraso en comparación con Lagos, porque en vez de enviar cada título que salga nuevo, se distribuyen varios y, de este modo, encarecemos menos los gastos del transporte”, justifica Femi Ayodele.
Chika Unigwe, quien también ha recibido cartas de sus lectores nigerianos preguntando dónde pueden encontrar sus libros, comenta que el fundador y director de la editorial Masobe Books, Othuke Ominiabohs, un hombre joven sin miedo a experimentar, “ha llegado a un acuerdo con la cadena de farmacias MedPlus, localizable en todos los rincones del país, por el cual los libros de la editorial Masobe se venden en todas las boticas de MedPlus. Por lo tanto, allí donde haya una sucursal de MedPlus habrá también títulos de Masobe Books”.
Sin embargo, las escritoras ponen el acento en otras taras estructurales. “Me gustaría ver aplicada a la industria del libro la misma pasión y energía que gastan en el marketing las casas musicales y las productoras de cine, aunque reconozco que no disponemos de la misma cantidad de fondos”, apunta Oyinkan Braithwaite que, por otro lado, también sabe destacar los puntos fuertes de la promoción y la distribución: “No verás en las marquesinas del transporte público la carátula de los libros, pero puedes acceder a un rico catálogo a través de Instagram”. “La publicación convencional requiere de muchos fondos; por lo general, recibimos muy buenos libros, pero la escasez de dinero nos impide darles la atención que todos se merecen”, lamenta el editor de Parrésia. Esta situación provoca en los autores una honda frustración. Por ello, muchos optan por autopublicarse. Aprovechando las estructuras editoriales, los escritores corren ellos mismos con los gastos que conlleva el proceso de edición, maquetación y distribución de la obra literaria. Un 70 por ciento de los libros no piratas que circulan por Nigeria provienen de la autopublicación, aun cuando la cifra se está reduciendo en favor de la publicación convencional.
“No tengo nada en contra de la autopublicacion, pero requiere de mucha energía y tiempo, robados al proceso creativo”, advierte Iquo Diana Abasi. Ella conoce lo duro y limitante que es autopublicarse. Lo hizo con su primer libro, ganador de un premio literario, “y, aun con esas, no pude distribuirlo por todo el país”. De todos modos, Iquo también es capaz de ver el lado positivo a la autopublicación: “Al menos el escritor tiene la oportunidad de venderlo en la parte trasera de un coche o en su iglesia; también puede encontrar algún mecenas que le financie”.
“Por supuesto, las críticas son legítimas; intentamos hacerlo cada día mejor”, admite Femi Ayodele. “Los lugares seguros para vender libros van en aumento, no tanto la cantidad de personas con interés en la lectura. Las editoriales no dejan de ser negocios que requieren de beneficios para permanecer en pie; publicamos los buenos libros que creemos que van a alcanzar una respuesta positiva de los lectores, pero, aun llevando los libros a cada región del país de una forma segura, si el número de lectores no asciende, nosotros no podemos hacer nada. Muchos autores opinan que la distribución es pésima, y no es así. En realidad, necesitamos de gente dispuesta a adquirir los libros”.
¿Editorial local o extranjera?
Pese al listado de dificultadas de la industria editorial nigeriana, siempre será más fácil para un escritor autóctono publicar en ella que en una editorial extranjera, especialmente de la esfera anglosajona. “En Nigeria, las editoriales grandes no requieren de agentes, mientras que en Reino Unido y Estados Unidos, sí”, dice Chika Unigwe. Su caso es especial, porque sus libros han visto la luz en sellos franceses y belgas, donde tampoco ha requerido de los servicios de terceras personas.
Atendiendo al dato que proporciona Amyn Bawa-Allah, solo un 5 por ciento de los escritores nigerianos publican primero sus libros en su país de origen, el resto se decanta por editoriales extranjeras. Es el caso de Oyinkan Braithwaite, que desde el principio tuvo claro que, si quería dedicarse por completo a escribir, tendría que buscar una editorial británica o americana que le proporcionara una mayor seguridad financiera: “Luego venderíamos los derechos a una editorial nigerina”. “Un escritor accede con mayor facilidad a una editorial nigeriana, pero la fama internacional llega cuando has publicado en Occidente. Nosotros, una vez un autor toma notoriedad, compramos los derechos de sus libros. Es parte del esfuerzo global por extender las letras en nuestro propio país y en el continente africano”, corrobora Femi Ayodele.
¿Discriminaciones literarias?
“La dueña de Parrésia es una mujer”. ¿Se necesitan más argumentos? “En Parrésia buscamos el equilibrio de sexos en nuestro catálogo”, dice su editor. “El 65 por ciento de los libros que se autopublican están escritos por mujeres y los rankings de libros más vendidos en su mayoría están formados también por mujeres”, agrega Amyn Bawa-Allah. “Contamos con más mujeres escritoras que hombres; otra cosa es que los premios los reciban los hombres porque el jurado considere que sus textos son más intelectuales, pero las mujeres siempre hemos tenido más oportunidades para escribir”.
¿Por qué existe esta disparidad? “Quizá, la respuesta está en que nuestra sociedad tradicional, conservadora y patriarcal espera del hombre que salga de casa y gane dinero para mantener a su familia, mientras tanto la mujer puede quedarse en casa y con paciencia, dedicación y libertad desarrollar su propio mundo interior mediante la escritura. No sé, se me ocurre esta respuesta”, reflexiona Chika Unigwe, que añade: “Claro, esta discriminación es una consecuencia social, no tiene vinculación con los círculos editoriales”.
Temas y transformaciones
Los temas más explorados por las mujeres nigerianas tienen que ver con su día a día y las adversidades que sufren por vivir dentro de una sociedad conservadora y arraigada en la tradición y los convencionalismos de las dos religiones del libro más proselitistas de la historia. Las escritoras indagan en los submundos del patriarcado a través de las terribles consecuencias que para las mujeres supone experimentar violencia doméstica y sexual.
Tal vez puedan recibir alguna crítica por el tono y el modo en que dicen las cosas o si se meten en asuntos más delicados como Dios y la moralidad sexual, pero nunca se han censurado sus trabajos literarios. El Gobierno, por suerte, tiene asuntos más serios que resolver y no pierde su tiempo en lances literarios, por lo que cualquier tema es susceptible de ser representado en la ficción. “Quizá pueda generar cierta controversia algún libro del currículo escolar que no guste ni a los padres ni a los profesores”, comenta Amyn Bawa-Allah.
En Nigeria, la homosexualidad está prohibida y se condena con diez años de cárcel a los ‘promiscuos’ que sean descubiertos en ‘tan indecorosa trasgresión’. Pero incluso los colectivos LGTBIQ se desahogan con la pluma y el papel: “El mundillo editorial les proporciona un espacio donde hacer activismo a favor de sus derechos. De todos modos, no sé si en pleno siglo XXI, con la cantidad de información abierta y gratis en internet podemos hablar todavía de temas tabús”, sostiene Femi Ayodele. Comenta Iquo Diana Abasi que tratar en la literatura cuestiones incómodas para la sociedad ayuda a transformarla y abrir su mente: “Un hombre se me acercó a decirme que había leído uno de mis libros y que gracias a él había comprendido todos los sufrimientos a los que está expuesta una mujer cuando no dispone de libertad financiera. Antes, no lo había comprendido desde ese punto de vista”.
“Ahora que lo pienso: los nigerianos sentimos apatía porque desde niños leemos libros que nos muestran la cruda realidad del país. Nuestro ecosistema literario necesita ampliar sus fronteras, explorar otros géneros, como la fantasía, la literatura juvenil o el romance. ¡Me muero por leer literatura romántica!”, dice Amyn Bawa-Allah entre risas.
¿Qué aporta la visión de la mujer al panorama literario nigeriano?
“La gran fortaleza de nuestro sistema editorial son las historias. Nigeria es un país con 250 grupos étnicos, que está tratando de salir de la dinámica de la Guerra Fría. Podemos encontrar historias de todo tipo: nacionales, individuales, colectivas, de grupos étnicos concretos, de familias… La compleja realidad que debe afrontar un escritor nigeriano hace que sus historias sean únicas y muy especiales”, desarrolla Femi Ayodele.
Las mujeres enriquecen aún más ese vergel “con la intuición”. Según Iquo Diana Abasi, los hombres son menos sensibles al mundo que los rodea; “en cambio, las mujeres hallamos el trasfondo hasta en las cosas más banales, capturamos la belleza en toda su profundidad y delicadeza. Cuando en un lugar imperan la maldad, el negativismo y la opresión, nosotras lo percibimos de un modo más intenso y profundo. Todos estos matices los captamos en la escritura, lo que nos permite crear obras literarias que atraviesan el alma”.
“Nigeria cuenta con Wole Soyinka, ganador del premio Nobel, además aquí mucha gente escribe y muchos otros han salido de Nigeria y han publicado en el extranjero; nuestras editoriales compran los derechos de los autores de otros países del continente. En suma, nuestra pasión por la literatura nos sitúa en el mapa y evita que caigamos en eso que denuncia Chimamanda en una charla de TED: El peligro de contar la historia única”, concluye Amyn Bawa-Allah.