El gran libro de libros de Emilio Pascual
Siruela edita «El gabinete mágico. Libro de las biblioteca imaginarias», de Emilio Pascual.
Texto: Enrique VILLAGRASA
Por fin y gracias a Emilio Pascual (Tejares, Segovia, 1948) y a Siruela tenemos un libro de libros, El gabinete mágico. Libro de las bibliotecas imaginarias, y leerlo y volver a él es como escuchar al autor hablando pausado y con toda la sencillez del mundo en una librería de libros antiguos, y a la vez buscando alguna edición del Quijote u otro libro que persiga. Creo que es una persona entusiasta e ilusionada con los libros y su mundo y, además, lo ha leído todo: hasta los libros que están por escribir. Este autor sí es un pozo de sabiduría y adereza tanto sus conversaciones como sus escritos con citas y citas y quedas admirado: conoce a los clásicos en sus respectivos idiomas, y es que parece que haya hecho la mili con todos ellos y en latín. Y no me engaño si escribo que en este libro de 568 páginas se puede descubrir hasta la famosa biblioteca de los libros perdidos. La literatura mundial ya tiene su libro de fábula, donde es recorrida de forma y manera subjetiva, claro, pero asombrosa.
Lo fabuloso de este libro de sentidos homenajes es que es sorprendente en cada página, desde la biblioteca de Alejandría hasta la biblioteca de Babel y la celestial. ¡Ahí es nada! El libro cuenta con un índice onomástico que va desde la página 511 hasta la 565, con un tamaño de letra mínimo para leerse bien, donde se mezclan los personajes de ficción con los reales debidamente identificados. “Los ficticios van alfabetizados por su nombre (en ocasiones es lo único que conocemos) y remiten a la obra, real o imaginaria, de donde proceden; los reales, por el apellido, como es uso y costumbre”.
Hay muchas bibliotecas en este libro que me llaman la atención; pero, lo que más es ese apéndice que elogia las biblioteca escolares, pues en nuestros tiempos –no ahora que también- los que tuvimos la suerte de nacer tierra adentro o bien leíamos los libros de lectura de la escuela o bien padres, tías y tíos, te regalaban libros. Y nuestra generación debe su cultura a estas biblioteca escolares y colegiales, institutos y facultad, después vendrían otras: como las de los franciscanos por esos conventos de Dios. Las bibliotecas citadas, como este volumen que nos ocupa, siempre me han hecho pensar en los libros que me faltan por leer, pero no puedo pasar sin leer un libro que me lleve a otros libros. Es mi bucle. “Tenemos mucha lectura por delante”.
Este volumen que arranca con un delantal donde el autor cita a Borges dos veces, a Luis Alberto de Cuenca, S. Orlean y J.Mª Cabodevilla da paso a la perspicaz nota a esta segunda edición y un preludio, de la 19 a la 34 página, y ya las 75 bibliotecas, más una coda, el apéndice citado, agradecimientos y el también citado índice onomástico. Y me encanta la referencia al poeta japonés de la película Paterson, aquella de Jim Jarmusch, que nos recuerda la poesía de William Carlos Williams, criado en esa ciudad. La cita es sobre traducir poesía. No se la pierdan.
Por este Gabinete mágico también se pasean don Quijote, Eco, Carvalho, Montalvano, Ruiz Zafón y Fred Schepisi, entre otros, como Mendoza, Rabelais, Conan Doyle, Defoe, Baroja, Flaubert, Ende, Rousseau, Verne y más, muchos más. Un libro para perderse en sus mágicas páginas. Lo he leído este verano. De cabo a rabo y vuelta por algunas bibliotecas. ¡No dejen de leerlo! Qué poderosas son la imaginación y la memoria. Qué grande don Emilio, a quien conocí en la librería Antiquària Catedral de Tarragona, presentado por el poeta y profesor, también de memoria prodigiosa, Juan Carlos Elijas.
Termino mi reseña con el último y significativo parágrafo del volumen: “El evangelista Juan pensaba que si se contaran todas las cosas que hizo Jesús de Nazaret, “ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran”. Ahora comprendemos por qué a la Biblioteca de Babel se le aplica el adjetivo de <<infinita>> y por qué La Enciclopedia de los muertos no puede empezar más allá de 1789. Ahora también, por qué Keats nos avergonzó con aquella melancólica conclusión: <<No sé nada, no he leído nada>>”.
Cabe apuntar que el autor estudio Filología Hispánica en la Complutense de Madrid. Y que su vocación de profesor se vio permanentemente pospuesta por sus aventuras editoriales en Anaya y en Cátedra. En 1999 obtuvo el Premio Lazarillo por Días de Reyes Magos, que se vio corroborado al año siguiente con el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Una docena de libros, entre los que hay que recordar El fantasma anidó bajo el alero, Apócrifos del Libro y El número de la Bella, han dejado testimonio de su fervor por la lectura.