El gran despertar poético de Estela Puyuelo
Su poemario «Déjà vu» es un homenaje al editor francés Charles Mérigot en edición bilingüe.
Texto: Enrique Villagrasa
La editorial Olifante apuesta de nuevo por la poesía de la profesora, investigadora y poeta oscense Estela Puyuelo Ortiz (Huesca, 1976) que ha escrito el bello poemario Dèjà vu, en edición bilingüe y con exquisita traducción de Nathalie de Courson, quien ya conoce la obra de Puyuelo pues también se ocupó con muy buen quehacer de la traducción del primer poemario de Estela, Todos los gusanos de seda (Olifante, 2015), para Editions de la ramonda (París, 2021). El poemario que nos ocupa es un homenaje al editor francés Charles Mérigot (París, 1950-2022), quien publicó diversas traducciones de autores aragoneses y participaba todos los años en la feria del libro de Huesca. Fue un entusiasta del Pirineo aragonés y de la lengua aragonesa.
33 poemas son los que contiene este excelente poemario, donde hay trabajo, esfuerzo, que se traduce en belleza y calidad por doquier y esto y no otra cosa encontrará la persona lectora, tanto en español como en francés, además de magníficas ilustraciones. Abren el libro unos versos lapidarios de Antonio Machado, de su libro Proverbios y cantares; un poema en aragonés de Ánchel Conte traducido por Charles Mérigot; la presentación de poemario, texto de la autora; otro texto de Severino Pallaruelo; y otro de Enrique Salamero. Ilustraciones que dan cuenta de la singular flor del Pirineo, la ramonda, de Magdalena Guerra (3 ilustraciones); Ana Bergua (1); Anabel Moreno (1); Marian Ruiz (1) y Martina Gracia (1), más el texto de solapa de Mohsen Emadi. Los textos, verso y prosa, y estas pinturas nos dan cuenta del amor por el Pirineo y por el editor de todas estas personas, en este homenaje a Mérigot y a su amor por la tierra aragonesa, fíjense que su editorial lleva el nombre de la flor pirenaica. Hay mucho amor y admiración en estos poemas de Estela. Lean estos delantales que son muy pedagógicos e ilustrativos y lean los versos de Puyuelo, si puede ser en el Pirineo.
Pues bien, la poesía de Estela Puyuelo que podemos leer en Déjà vu es cada vez más en su quehacer demiurgo la búsqueda arriesgada de llegar y entrar en ese espacio velado: ese espacio de los casi imposible y que para muchos es el espacio de lo indecible hasta que no se ve reflejado en el poema: “Solo el tiempo/ devuelve a los poetas”. Es que por azar o por necesidad, llegamos al poema buscando esa iluminación, esa revelación, que nos ayude a sobrevivir, en esta tragicomedia que nos ha tocado en suerte, pero estas revelaciones no son la mayoría de las veces sobre lo inaudito, sino sobre lo que está a nuestro alrededor, lo que conocemos bien: “llegará a ti la Poesía/ y entenderás todo/ cuanto viste”. Olvidado o no, o sin ser visto, al igual que no vemos lo que tenemos delante de nuestros ojos, pero que quiere que lo encontremos y quiere expresarse: la poeta quiere iluminar lo que siente y sufre, pero y ahí está lo bueno, no sabe que lo siente ni lo sufre hasta que consigue expresarlo en el poema escrito, en y con el lenguaje: “Escribid versos honestos,/ sed fieles a la lira”.
Temor y temblor, o de todo un poco: es difícil transmitir con inteligencia y emoción, lúcida y lúdica, la experiencia del encuentro, de la pérdida, de la destrucción de lo vivido y de lo aún por vivir, de lo que nos hace en este paisaje vivo: “Ahí está el abismo,/ en saberle distinguir bien/ los límites”. Todo esto me lleva a pensar que tal vez y solo tal vez la poesía perseguida consista en pergeñar dibujos que son retratos de la persona lectora de los poemas, como bien lo plasma Estela Puyuelo. Para que la persona lectora encuentre en ellos la conciencia del mundo y la suya propia, y las relaciones de esa realidad con el poder del lenguaje, de la palabra: que es o que se significa como palabra redentora, palabra comprometida con la belleza y la verdad: “¿Quién ensordeció tu lengua/ y cegó así tu tacto?”
Cabe apuntar por último que la editorial, no como otras que buscan solo el rédito, apuesta por poemarios no baladíes y por poetas no hueros, ni chirles ni hebenes. ¡Felicidades y gracias, Olifante!
MENTIRA
Es mentira eso que sientes.
¿Quién te enseñó a sentir,
a poner tu mirada
y tu olfato
siempre en el mismo sitio?
¿Quién tus oídos calló
a otros sonidos?
¿Quién ensordeció tu lengua
y cegó así tu tacto?
No es el mundo
eso que sientes,
es ya solo
el instinto.