Constantino Bértolo: asaltar, destruir, reconstruir

Constantino Bértolo publica “Una poética editorial” (Trama), una selección de textos claves para entender su obra y la importancia de su figura dentro de la edición en lengua española.

Texto: José de María ROMERO BAREA  Foto: Alejandro LAMAS

 

Reseñistas y libreros, ¿son miembros internos o externos a la literatura, meros intrusos o impostores, aliados o amenazas? ¿El símbolo de un fracaso o una salvación? La franqueza del editor Constantino Bértolo (Lugo, 1946) al lidiar con estos dilemas dota a esta selección de tratados sobre la grafomanía de un sabor excepcionalmente original: “El editor aparece cuando el público no está”. A cada victoria parcial sucede un hallazgo deprimente; por cada triunfo aparente tiene lugar un venenoso sabotaje: “Para la crítica dominante, la presencia de lo irónico sigue siendo muestra de alta solvencia literaria. ¿Será que los críticos temen ser desalojados del reino de los fuertes?”.

En Una poética editorial se descartan los sesgos y estereotipos que nos instan a navegar el día a día de “textos de alta autoayuda para letraheridos, alumnos de talleres literarios, críticos con mala conciencia”. Se desdeñan los enfoques fantasiosos, las melancolías suspendidas de carnavalescas hazañas; a cambio, se despliega una prosa libre de autocompasión, que presupone que incluso la investigación más detallada apenas logra especular “para atender la demanda de clérigos, nobles, administradores, burócratas, escribanos (…) y, como no, escritores y poetastros”. La no ficción de estos corrosivos textos yuxtapone una académica procacidad al hueco discurso de las redes sociales, “en sus luchas por usurpar y rentabilizar los imaginarios y las subjetividades colectivas que la producción ampliada requiere”. Se complace el que fuera editor de Debate y del sello Caballo de Troya en pintar abigarrados retratos de víctimas y justicieros, a través de una solitaria búsqueda de justicia (poética): “Tener criterio es una forma de resentimiento”.

Se ceba, sobre todo, con los periodistas culturales, en su opinión, meros administradores de contenidos sin escrúpulos, capos literarios del momento, artificieros en la sombra, anunciantes de dudosas mercancías: “La literatura, como el veraneo, ha muerto. Aunque no cabe preocuparse: nos queda su cadáver, y con el cadáver hay negocio suficiente”. No sin humor, Bértolo deconstruye cuestiones de supremacía cultural aludiendo a anécdotas cotidianas: “Solo la redacción del epitafio definitivo tiene entretenidos a más de un millón de expertos en Teoría literaria, a sueldo de las más sólidas instituciones públicas o privadas”.

El autor de obras como ¿Quiénes somos? 55 libros de literatura del siglo XX (2021) se emplea en sacar a la luz los puntos ciegos de nuestra heteronormativa desigualdad. Afea el egoísmo atroz de nuestra época, la pseudohumilde fanfarronería en serie que nos entretiene, el solipsismo afectado por la ausencia de experiencias o la comprensión de nuestra propia pequeñez en un engranaje cuyo emblema es “la cursilería del yo, ya sea en clave de autoficción, de sentimentalismo cursi o tremendista, o de metaliteratura narcisista”.

Constantino Bértolo nos ayuda a ver la realidad, a base de sumergirse en las raíces persistentes de los prejuicios institucionales, la insularidad de los programas de estudios o la absoluta intransigencia de las convenciones huecas. “[La literatura debería] asaltar, destruir lo que haya que destruir, recuperar lo que haya que recuperar, reconstruir lo que nunca llegó a construirse: un futuro en el que la humillación física o mental no sea necesaria”.