Chema Caballero: “La mayoría de los africanos viven en paz, no pasan hambre ni se ven acorralados por enfermedades ni pandemias”
El cooperante, activista y escritor Chema Caballero publica «El bebedor de cerveza» (Libros del Baobab), una crónica personal de sus 30 años recorriendo África.
Texto: David Valiente
Chema Caballero llegó a África en la década de los noventa, y desde entonces no ha dejado de descubrir los rincones del continente. Sus primeras experiencias sobre el terreno se produjeron en Sierra Leona, un país que, por aquel entonces, se encontraba inmerso en una terrible guerra civil de raíz colonial. Fue en torno a esa guerra que empezaron a resonar con mayor fuerza en los medios de comunicación occidentales las vivencias de los niños soldados. Chema Caballero, precisamente, puso todos sus esfuerzos en tratar de salvar a esas criaturas que habían perdido su infancia, robada por la codicia de los mayores.
El autor se ha entrevistado con Librújula para hablar de su nuevo libro, El bebedor de cerveza (más de 30 años recorriendo los caminos de África) (colección Libros del Baobab), una crónica personal en la que intercala sus experiencias en el continente, su pasión por las artes y las letras africanas y su afición por la cerveza —aunque en esta entrevista obviaremos este último tema. Pero antes, exploramos un poco más esos primeros contactos en Sierra Leona y su compromiso social rehabilitando a niños que empuñaron con demasiada prontitud las armas.
Chema Caballero reconoce que todavía las pesadillas le acosan por la noche. Las vivencias fueron duras, pero también gratificantes. Hubo fracasos y éxitos, aunque en la actualidad los primeros pesan menos que los segundos, más cuando “sigo en contacto con muchos de los chavales que sí lograron dar el paso y ahora, después de tantos años, continúan con su vida, una vez superado el trauma de la guerra”, cuenta Caballero.
Sahr Kombaima logró superar los pesares de la guerra y rehacer su vida. Hace poco terminó la universidad, ha contraído matrimonio y, aunque en Sierra Leona, si algo escasea es el trabajo, “no abandona la lucha para tener una vida digna en su país”. Otro joven que dejó atrás el kaláshnikov es Salliu Kanu. No se puede decir que tenga una vida plena: dispone de un trabajo —con un sueldo más bien escaso— y las cuestiones familiares a veces le atosigan, pero encuentra rayos de esperanza en su hija que acaba de comenzar sus estudios universitarios.
Todos estos niños le han enseñado cuán valiosa es la resiliencia. A pesar de que la vida les obligó a tocar fondo, nunca han cejado en la búsqueda de nuevas oportunidades y han recomenzado sus vidas, aún cargando con la culpa de un pasado indeseado. “De ellos he aprendido que nunca hay que tirar la toalla cuando se trata de seres humanos. Resulta más conveniente saber escuchar, perdonar e intentar nuevos caminos con cada uno de ellos hasta que se logra encontrar el que les ayuda a salir de su horror”.
Chema vio esa capacidad en las personas que, pese a perderlo todo, “entendieron que las niñas y los niños soldados eran tan víctimas como ellos, y supieron acogerles, ayudarles y perdonarles”. Una buena parte de la sociedad puso su granito de arena para que estos seres marginados y estigmatizados por el conflicto recuperaran el espacio que nunca debieron haber perdido.
Qué grandes enseñanzas le dieron esos niños. Es admirable. Sin embargo, ahora me gustaría hablar de su nuevo libro, por supuesto, pero también de África, un continente aún desconocido, incluso en plena era de la conectividad, para los occidentales. Detecto en su texto un tono crítico hacia los medios de comunicación que no dudan en ofrecer una narrativa sesgada: apenas se enfocan en mostrar los avances en campos como la economía y la tecnología ni tampoco dan visibilidad a los éxitos sociales. ¿Qué victorias puede anotarse el continente?
En Occidente persiste una imagen estereotipada de África, nos cuesta apreciar la realidad del continente. Nos desilusiona no ver a africanos medio desnudos bailando a la luz de la luna. Por supuesto, esas escenas todavía se pueden contemplar, los turistas lo hacen continuamente. Tampoco es del todo acertado cree que el continente sigue anquilosado en un agujero negro de guerras, hambrunas y enfermedades o que los safaris y las puestas de sol impresionantes son las cosas más interesantes que se pueden encontrar. La realidad del África actual es muy distinta: las ciudades son dinámicas y están llenas de jóvenes emprendedores que están impulsando grandes cambios sociales y culturales. Si te sientas en un bar o maquis a compartir una cerveza, escucharás la conversación de los parroquianos y entenderás que su día a día es muy distinto del que tenemos en nuestras mentes. África tiene 55 naciones con infinidad de culturas, lenguas, religiones, sistemas filosóficos, modos de vida… Ese es el primer tópico que hay que romper: África no es un país. Y, como digo en el libro, la mayoría de los africanos viven en paz, no pasan hambre ni se ven acorralados por enfermedades ni pandemias. De hecho, la mayoría de los ciudadanos de los distintos países se encuentran buscando su propio camino, distinto al que durante siglos les han impuesto las metrópolis occidentales.
En El bebedor de cerveza destaca el papel transformador de las mujeres en las sociedades africanas. ¿El futuro del continente tiene rostro femenino?
Desconozco el rostro que tendrá África en el futuro, pero el presente es, en su mayoría, femenino y joven. Las mujeres lideran una revolución por todo el continente. Con su actividad emprendedora y sus iniciativas sociales dan respuesta a los problemas que enfrentan día a día, como la inseguridad alimentaria, la pobreza, la educación de los hijos o la creación de empleo para que los jóvenes no tengan que emigrar. Aunque todavía les queda un largo camino que recorrer, estas mujeres están cambiando la realidad del continente. Ya han conseguido un mayor empoderamiento económico, y, a pesar de las dificultades que están encontrando para penetrar en los círculos de poder y toma de decisiones, poco a poco se están haciendo un hueco, y es posible que las cosas empiecen a cambiar en un futuro muy próximo.
Otro grupo social clave es la juventud. ¿De qué manera las nuevas generaciones están configurando la realidad del continente africano?
Como cuento en el libro, los jóvenes africanos están cada vez mejor formados y más informados. Esto les da conocimiento, poder y fuerzas para intentar modificar lo que no les gusta. Ellos, junto a las mujeres, están cambiando la narrativa sobre el continente. Han sido clave en muchos de los cambios políticos que se han vivido en la última década en África. También son protagonistas de las luchas contra el neocolonialismo o la opacidad de los contratos para la explotación de las materias primas, y también en la defensa del medioambiente, la igualdad de género o de los derechos de las minorías. Los jóvenes vienen empujando fuerte y cada vez reclaman más participación en los espacios de toma de decisiones. Creen que su entrada en estos círculos ayudará a solventar algunos de los principales retos a los que se enfrentan, como el desempleo o la falta de oportunidades. No olvidemos que el continente africano es el más joven del mundo. Por eso, no se puede ignorar a su juventud. Esta pide paso y lo hace con la seguridad de que las cosas pueden ser distintas en sus países.
Han pasado casi cincuenta años desde que Zimbabue se convirtiera en el último país africano en conseguir su independencia del colonialismo. Sin embargo, los intelectuales siguen insistiendo en la importancia de descolonizar la mente. ¿Qué es aquello que ralentiza el proceso?
Por toda África se está haciendo un esfuerzo por descolonizar el conocimiento y la cultura. Pero como dijo Ngugi wa Thiong’o, la educación es el talón de Aquiles de esta descolonización de la mente. Mientras la educación siga los patrones europeos que fijaron las metrópolis, y los jóvenes africanos conozcan mejor la historia de Francia que la de su propio país, poco se avanzará en este campo. Igualmente, la educación, en la mayoría de los países, se sigue impartiendo en lenguas coloniales: inglés, francés, portugués, español o árabe. Una lengua también moldea la forma de pensar y ver el mundo. Se priva a los jóvenes africanos de su cultura y de sus raíces. Muchos países están llevando a cabo una revisión de sus planes de estudio, pero todavía queda un largo camino por recorrer.
¿Y las redes sociales? ¿Ayudan en este proceso de descolonización?
Las redes sociales han permitido que los jóvenes de África conozcan lo que sucede en otros países africanos y también en el resto del mundo. Son un instrumento poderoso que ayuda a conectar intereses, a defender derechos, a movilizar a la gente. Resultan imprescindibles en la convocatoria de acciones y manifestaciones por todo el continente. Por eso, muchos gobiernos las temen y en tiempos de protestas restringen su acceso a la ciudadanía.
Usted advierte de los desórdenes que están causando las actividades de las iglesias neopentecostales en el continente. ¿Se pueden definir dichas iglesias como una punta de lanza del neocapitalismo?
Sí, lo son. De hecho, las iglesias estadounidenses influyen en ellas y, en muchas ocasiones, incluso están detrás de su financiación. Emplean la educación religiosa para transmitir este tipo de ideas político-económicas. Es un fenómeno que está configurando la realidad de muchas personas en el continente y, por eso, sus efectos no deben pasarse por alto. Las iglesias neopentecostales se encuentran en todas partes y, aunque propagan un discurso común en el que prometen riquezas abundantes, entre ellas hay una gran diversidad doctrinal. Algunos pastores y obispos de estas iglesias ocupan los primeros puestos en las listas de los más ricos del continente y esto es un reflejo de sus creencias porque para ellos la pobreza es síntoma de pecado. En muchos países, ejercen una influencia considerable sobre los miembros de la clase media. Además, han penetrado en los círculos de poder y empiezan a influir en las agendas políticas. La moral conservadora que los mueve está teniendo consecuencias directas en temas como la persecución de las personas LGTBI+, el negacionismo del cambio climático o la ruptura con la familia extensa, institución que ha urdido el tejido social en muchas partes del continente, por citar solo algunos elementos.
Me llama mucho la atención que en el libro solo dedique unos cuantos párrafos a describir las actividades comerciales y sociales chinas en el continente y ponga tanto empeño en seguir denunciando el paso vergonzoso de los países occidentales por el continente. China no deja de ser un Estado con tendencias imperialistas que está devorando su parte del pastel africano. Es uno más.
La presencia de China en el continente africano responde a las mismas razones que las del resto de los países: acceder a sus materias primas y recursos naturales. Sin embargo, la prensa occidental presenta a los chinos como grandes depredadores y se olvidan de contar que las empresas europeas y estadounidenses también cometen prácticas de expolio. El país asiático se ha convertido en el mayor competidor para los intereses de los occidentales, porque ahora las naciones africanas pueden elegir sus socios y decidir a quién conceder los contratos de explotación de las materias primas o la construcción de infraestructuras. Por otro lado, China no ha colonizado el continente en el pasado, no ha secuestrado a los africanos para introducirlos en las redes de esclavos, ni ha injerido en las políticas internas de los países, como lo han hecho durante siglos las antiguas metrópolis para seguir manteniendo intactos sus propios beneficios en detrimento de la población africana. Hace muchos años, Pekín descubrió el potencial del mercado africano y, como explico en el libro, sus productos han invadido el continente gracias a la asequibilidad de sus precios. La población local no se podía permitir la mayoría de los productos procedentes de Occidente. Dicho esto, estoy convencido de que ni China ni ningún otro país traerán la revolución que el continente necesita para reclamar su lugar en el mundo.
A las ONG se las acusa de perpetuar el sistema paternalista en África. ¿Está de acuerdo?
Me gusta elogiar el trabajo que la ayuda al desarrollo y la cooperación internacional realizan en muchas partes del continente. En el libro, doy ejemplos de proyectos que me han impresionado y que de verdad están teniendo un impacto muy positivo en las personas involucradas, sus familias y comunidades. Por eso, creo que sigue siendo muy necesaria. Sin embargo, también opino que debe repensarse la forma en que se lleva a cabo y las razones que la sustentan. Igualmente, afirmo que ningún país del mundo se ha desarrollado gracias a la cooperación para el desarrollo. Lo cierto es que cada vez encuentro más iniciativas locales que intentan dar una respuesta local a los problemas que detectan. Quizás haya que apoyar más este tipo de proyectos y repensar qué es lo que realmente la cooperación puede aportar a África para que las cosas sean distintas.
En su libro despliega una gran cantidad de conocimientos sobre literatura y música, especialmente. ¿Qué papel juega la cultura africana en la construcción de una nueva narrativa sobre el continente?
Creo que son fundamentales y la expresión directa de lo que se vive por toda África. Ambas están saltando fronteras y llegando a todos los rincones del mundo. Las músicas africanas da forma a los sueños de la juventud. Han dejado de imitar lo que venía de fuera para reinventar los ritmos tradicionales, fusionándolos con otros sonidos. Ejemplos destacados son Afrobeats, afropop, la nueva rumba congolesa, el bongo flava y tantos otros estilos que, gracias a las redes sociales y las plataformas digitales, llegan a todos los rincones del planeta y muestran el dinamismo y las ganas de vivir de la juventud africana. Las literaturas africanas muestran la transformación que está viviendo el continente, los problemas, debates, sueños y frustraciones de los africanos. Son un buen escaparate para conocer lo que realmente pasa en África. Sin embargo, es más difícil acceder a ellas, sobre todo en España, ya que se traducen muy pocas obras de autores africanos al castellano. Poder leer estas literaturas ayudaría a abrir nuestras mentes, ensanchar nuestros corazones, desbordar los cánones impuestos por la cultura occidental y desmontar muchos de los estereotipos que tenemos sobre el continente.
No hay día que los medios de comunicación muestren una patera procedente de África llegando a las costas españolas. Sin embargo, apenas se habla de la migración interna ni de los miembros de la diáspora que regresan a sus países. ¿Qué impacto tienen estas dos dinámicas en el continente?
La mayoría de emigrantes africanos se trasladan dentro del continente y suelen hacerlo del campo a la ciudad o a otros países del continente. Las personas que llegan a Europa son muchas menos que aquellas que deciden quedarse en África. Es una movilidad en busca de nuevas oportunidades, al igual que sucede con los que cruzan el mar arriesgando sus vidas. Al mismo tiempo, muchos africanos que migraron deciden regresar a sus países de origen. Ellos traen nuevos conocimientos y, en muchas ocasiones, dinero para comenzar emprendimientos que crean trabajo y riqueza. También es verdad que, como comento en el libro, cada vez son más los jóvenes que deciden quedarse en sus países e intentar tener una vida digna en ellos. Tanto, los que migran dentro de sus países, las personas de la diáspora, como los que regresan o se quedan, aportan sus sueños y esfuerzos para que las cosas sean distintas en África y todos sus ciudadanos puedan vivir una vida digna con todas sus necesidades cubiertas.
Precisamente, analistas muy optimistas aseguran que este será el siglo africano. ¿Está de acuerdo con ellos?
No soy analista, solo un observador de lo que sucede en África, por lo que me resulta muy difícil hacer predicciones. Sin embargo, creo que el continente está buscando su lugar en el mundo. Muchos países aprueban políticas para cambiar las relaciones económicas que mantienen con el resto de actores internacionales y tratan de que su economía se transforme, enfocándose en el desarrollo del sector secundario, para dejar de ser meros proveedores de materias primas. Es el caso de Benín con el algodón o de Nigeria con el karité. La idea es impulsar empresas locales que generen más puestos de trabajo y fomenten tanto el mercado local como las exportaciones de manufacturas. No sé qué impacto real tendrán estas políticas. Tampoco sé si los países occidentales u otros, como China, Turquía, India, Rusia, países del Golfo, que están presentes en África, permitirán que continúe su transformación, porque ellos, evidentemente, solo están interesados en las materias primas, no en que África crezca económicamente y, por ende, mejore la vida de sus poblaciones.