Barcelona en la distancia corta literaria

Cuando está a punto de arrancar en México la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con Barcelona como ciudad invitada, nos acercamos a algunos de los relatos que han tenido a la capital catalana como epicentro, en un hilo que la une con la gran tradición cuentista de la literatura latinoamericana.

Texto: Redacción

 

Barcelona tiene misterio. Su historia entre dos y cuatro veces milenaria, su sociedad variopinta de obreros y burgueses, su arquitectura heterogénea donde la funcionalidad se mezcla con el delirio gaudiniano… la han convertido en un escenario literariamente jugoso para los autores nacidos o radicados en la ciudad, pero su personalidad expansiva ha llevado también a que acabara erigiéndose en escenario fundamental de algunas de esas narraciones y en protagonista principal de otras, además de ser motivo de no pocas antologías. Nos vamos a fijar en el cuento corto, tan importante en la tradición literaria al otro lado del Atlántico.

 

El repaso tiene que comenzar por algún lado y 1891, año en que Narcís Oller escribió La bufetada, es un inicio tan bueno como cualquier otro. Esta dramática historia de amores, celos y un sentimiento de culpa solucionado a tajo limpio se desarrolla en el corazón de la Ciudad Condal, entre la calle Canuda, donde se encuentra el negocio de plancha de la abnegada Anneta, y el mercado de La Boquería, donde su querido Llorenç trabaja como carnicero.

 

Del Raval saltamos al Cementerio de Montjuïc, donde la anciana prostituta María dos Prazeres de Gabriel García Márquez busca tumba a la vez que intenta adiestrar a Noi, su perro, para que, cuando ella muera, conozca el camino hasta el camposanto y al menos haya alguien que vaya a llorarla. Este relato formó parte de la colección de Doce cuentos peregrinos, aparecida en 1992, y no es el único ambientado en esa Ciudad Condal que el premio Nobel colombiano conoció de primera mano entre finales de los años sesenta y mediados de los setenta.

 

De nuevo en pleno centro, Rambla triste, cuento de Mariana Enriquez que formó parte de Los peligros de fumar en la cama, levanta la alfombra de la Barcelona de postal, de la que tanto disfruta su protagonista en una primera visita, para convertirse durante la segunda en un convincente elemento disuasorio del turismo, ya que lo que comienza siendo un problema de olores acaba apuntando a la presencia de un tropel de fantasmas infantiles.

 

Barcelona ampara todo tipo de miradas, sí, pero a menudo se niega a que la contengan en un único relato. En 1997, Sergi Pàmies presentó La gran novela sobre Barcelona, solo que en vez de novela se trató de una colección de quince cuentos marcados por esa misma ironía que asoma desde el título, además de por un tono que transita entre el absurdo y el guiño fantástico. Por cierto que, en la última pieza del volumen, el funcionario de una oficina de objetos perdidos encuentra el manuscrito de La gran novela sobre Barcelona, y su lectura le lleva a entrever diferentes aspectos de esta ciudad de los prodigios.

 

De manera paralela, Barcelona es indisociable de la obra breve de Quim Monzó, cuyos primeros cinco títulos fueron objeto de la recopilación Ochenta y seis cuentos, y en la que un estudio de Julià Guillamon ha encontrado una curiosa utopía: en esas historias aparecen unos bares, unas personas, unos barrios que han logrado no solo sobrevivir, sino también conservar su personalidad de toda la vida, mientras la Ciudad Condal se zambullía en el torbellino de la designación olímpica y su consiguiente transformación, y su consiguiente internacionalización, y su consiguiente gentrificación, etc.

 

Precisamente, la Barcelona del siglo XXI acoge dos títulos que pueden presumir de galardón literario: El parèntesi més llarg, con el que Tina Vallès se llevó el Mercè Rodoreda de 2012 (y que, entre sus diecisiete estampas cotidianas, nos presenta una de las pesadillas recurrentes del usuario del metro de la ciudad), y los diez cuentos de Vente a casa de Jordi Nopca, obra galardonada con el premio Documenta 2014 por la que se pasean parejas en todas sus formas (fallidas, asentadas, quizá futuras), pero casi siempre bajo la nada prometedora sombra de la crisis.

 

Buena parte de las urbes que hemos sobrevolado hasta ahora se habían encontrado en 1998 en Barcelona, un día, antología coordinada por Rosa Regàs y prologada por Pasqual Maragall que contó con textos inéditos de Manuel Vázquez Montalbán, Maruja Torres, Terenci Moix, Ramón de España, Ana María Moix, Carme Riera, Francisco Casavella… y que se lanzó en edición doble: una bilingüe, según la lengua materna de cada autor, para Cataluña y otra solo en español para el resto del país. Veintiún años después, Barcelona Suites dio la alternativa a otra generación de escritores nativos de la Ciudad Condal o relacionados con ella: Xavier Bosch, Roc Casagran, Natàlia Cerezo, Empar Moliner, Jordi Puntí, Adrià Pujol Cruells, Llucia Ramis

 

Y, ya a modo de cierre, habría que destacar las hasta tres colecciones de relatos que han compartido el lema de Barcelona Negra: la que coordinó Rafael Giménez y en la que plumas como las de Andreu Martín y Carlos Quílez narraron casos reales protagonizados por la Policía Nacional; la de Adriana López, bastante más libre (a ratos histórica, a ratos erótica y a ratos disparatada), con piezas de Jordi Sierra i Fabra, Francisco González Ledesma, Cristina Fallarás, Inma Monsó, Valerie Miles, David Barba, Lolita Bosch…; y la de Ernesto Mallo, un recorrido criminal por barrios donde, entre otros nombres, Empar Fernández fue Sants-Montjuïc, Rosa Ribas transitó el Poble Sec, Carlos Zanón visitó El Guinardó…