Yuliya Musakovska: “Hablar de la guerra es como pronunciar palabras con la boca llena de clavos y piedras”

Entrevistamos a la poeta ucraniana, de visita en España para presentar la antología Poesía actual de Ucrania: 11 poetas contemporáneos publicada por la Editorial La Tortuga Búlgara, donde se recogen algunos de sus poemas y los de varios compatriotas en una edición bilingüe ucraniano-español.

Texto: David Valiente    

 

Quizá fuera algo totalmente natural que Yuliya Musakovska (Lviv, 1982) cayera embrujada por el hechizo de la poesía cuando era una niña, si tenemos en cuenta que su padre atesoraba una biblioteca enorme, con títulos en varios idiomas, y un gusto musical, alimentado por los solos de guitarra de las grandes bandas de rock clásico; y que su madre era profesora de música en un conservatorio. Yuliya también se mostró precoz a la hora de publicar. Durante sus años escolares, algunos de sus escritos vieron la luz en periódicos locales. Con el tiempo, sin embargo, mantuvo su pasión por las bellas letras como un hobby o una segunda opción profesional.

“Durante muchos años he llevado una especie de doble vida: mientras sacaba adelante mi carrera profesional en el ámbito del TI, cultivaba un jardín escondido de versos”, nos dice.

“Cuando cumplí veinticuatro años me dije que tenía que intentar publicar mis poemas. En Ucrania, en la década de los 2000, tuvimos la suerte de poder darnos a conocer en las muchas revistas y premios literarios que existen en el país. Para mi sorpresa, mis versos terminaban viendo la luz o recibiendo alguno galardón”, explica la escritora a través de la voz de Khrystyna Rachiy, una de las traductoras del libro e interprete en esta conversación.

Por sus palabras se intuye que los círculos literarios en Ucrania son abiertos, es decir, no menosprecian a autores noveles ni ponen remilgos ante ningún género. Es una comunidad acogedora y comunicativa, que disfruta del contacto entre sus miembros. Por eso, para la poeta resultaba importante formar parte de ella y conocer a sus compañeros de diferentes generaciones. “Mi escritora favorita Natalka Bilotserkivets, una de las poetisas más importantes en la Ucrania de la década de los ochenta, escribió el prólogo de mi segundo poemario y presentó también alguno de mis libros. Fue muy especial”.

Los años transcurrieron entre poemas y redes informáticas, hasta que llegó la fatídica fecha de la invasión. “En 2022, comenzó el punto de inflexión en mi trayectoria literaria. Desde distintas partes del planeta me invitan para hablar de poesía y para contar de viva voz lo que está sucediendo en Ucrania. Al igual que otros compañeros, mis primeros escritos sobre la agresión de Moscú se publicaron en 2014, y algunos de esos poemas se tradujeron a varios idiomas, incluidos el inglés, llamando la atención, años después, de editoriales de otros países. Ahora mi obra se puede leer en más de treinta idiomas”. La poesía empezó a ocupar cada vez más espacio en su agenda. Así que, un año después del inicio de la invasión, decidió dedicarse en exclusiva a escribir. “Tengo un altavoz poderoso y pienso seguir contando todas las tropelías que Rusia comete en mi país. Aunque intenten silenciarnos, mis compañeros y yo no vamos a abandonar nuestra lucha”.

¿Qué aporta la poesía en tiempos de guerra?

A primera vista, puede parecer que poco. Pero en realidad no es así. En tiempos convulsos y de zozobra, cuando un país es bombardeado por un estado vecino y las personas luchan por la supervivencia, como nos ocurre a los ucranianos, ofrece emociones muy intensas. La historia nos enseña que la poesía con mayúscula suele nacer justo cuando suceden estas grandes crisis, y no tienen por qué darse solo en contextos bélicos, cualquier hecho que despierte sentimientos intensos cataliza el fluir libre de versos notables. Con la poesía podemos hablar de las cosas más bellas y horribles del mundo. De hecho, uno de mis poemas más populares se escucha cuando las parejas realizan los votos matrimoniales durante la boda, mientras mis versos sobre los crímenes rusos se han vuelto fácilmente reconocibles al oído de los ucranianos. La guerra ha unido aún más a los amantes de las bellas letras: escritores y lectores apasionados se reúnen para compartir ese espacio común. La poesía nos permite tanto contar la verdadera historia que Rusia ha tratado de silenciar con su retórica y sus armas, como comunicarnos con el exterior. En nuestros versos no solo hay un grito de dolor, sino también una advertencia al resto de países de que el mal existe y tenemos el deber de frenarlo y castigarlo para que deje de avanzar. Nunca llegué a imaginar que un día escribiría poemas que cuenten los crímenes que los soldados rusos han cometido contra las poblaciones civiles: nunca me imaginé que narraría la destrucción de hogares, la tortura que han padecido mis compatriotas o la huida de poblaciones enteras a los refugios en busca de abrigo ante la amenaza de los drones y los misiles surcando el cielo. Pero los poetas necesitamos de la escritura como de la respiración: es la forma más efectiva de convertir en emociones los suspiros que, si no salen, podrían llegar a destruirnos por dentro. Pero, también, hablar de la guerra es un acto muy complicado, es como pronunciar palabras con la boca llena de clavos y piedras.

¿No es el lenguaje poético una forma un tanto arcaica de comunicarse con el mundo? Definitivamente, no veo a mis compatriotas leyendo poesía, interesados en conocer los sentimientos de la población ucraniana.

Hasta el 24 de febrero pensaba igual que usted. Pero la guerra a gran escala me demostró lo contrario. Mi trabajo literario en particular y la cultura ucraniana en general comenzó a recibir mayor atención en el extranjero. El arte hace que las personas perciban el conflicto de una manera diferente a como lo harían si se informaran a través de los medios de comunicación convencionales. Si bien no podemos ignorar que el público potencial es limitado, puede hacer que las personas se pongan en la piel del poeta y experimentar sensaciones similares aun sin haber tenido experiencia previa con la guerra. La poesía acorta la distancia entre los seres humanos: en ella se habla de dignidad y libertad, dos elementos propios de nuestra naturaleza, seguramente de los más valiosos, y por los cuales los ucranianos estamos luchando ahora.

La literatura es, con diferencia, una de las profesiones más precarias. ¿Cómo os las apañáis los poetas para sacar vuestros trabajos adelante?

Es curioso, pero las editoriales han experimentado un crecimiento. El año pasado, mi editor publicó el doble de libros de poesía de lo habitual. Los ucranianos valoran ahora más que antes su cultura y su identidad. Seguramente, se deba al instinto humano de supervivencia: cuando los individuos pueden perder algo importante, como su propia esencia, se aferran a ello con todas sus fuerzas. Eso no significa, sin embargo, que la tarea sea sencilla. Los retos editoriales hoy son otros, menos vinculados al mercado y más a la seguridad. Las imprentas y los almacenes son bombardeados. Uno de los casos de mayor repercusión mediática fue el ataque a la imprenta Factor-Druk, con sede en Járkov, donde se ardieron 50.000 volúmenes. Los apagones son continuos y los editores deben sobreponerse al miedo que produce oír una alarma antiaérea, además de afrontar el aumento de los costes de producción. Los rusos, a su paso, van quemando libros ucranianos, como hicieron los nazis en el siglo pasado. Estos actos evidencian la intención del Kremlin de negarnos una identidad y un universo cultural propio; en definitiva, ellos quieren borrar nuestra existencia.

Pero seguís adelante…

A pesar de todo, los editores no dejan de perseverar y nosotros, los escritores, tampoco. Somos muy productivos y continuamos realizando eventos culturales en Ucrania, que también se pueden entender como una forma de resistir al enemigo y, a la vez, nos permite recaudar fondos para el ejército. El año pasado, en mi ciudad natal Lviv (Leópolis), al oeste del país, se llevó a cabo la primera edición del festival “La tierra de los poetas”, que recibió miles de visitas. Este año se volverá a celebrar.

¿Cómo ha influido la guerra en la producción poética de su generación?

Algunos compañeros poetas escribieron sus primeros versos sobre la guerra en 2014, año en que comenzó realmente las hostilidades rusas. Sin embargo, esos primeros poemas no hablan tan abiertamente de las sensaciones que despierta el rugido de los cañones, sino que trataban de mostrar la tensión que se estaba generando en el país, porque los ucranianos éramos conscientes de que la situación con nuestro vecino iba a complicarse. Eran textos casi intuitivos, que vaticinaban que la agresión en el este y en Crimea se replicaría en todo el país. En los territorios ocupados, desde 2014, surgieron voces de poetas que tomaron las armas para resistir al invasor. Es el caso de Borys Humeniuk, a quien se considera desaparecido desde finales de 2022. Su poesía fue de las primeras en narrar y reflexionar acerca de la guerra desde el frente.

En situaciones así, ¿los soldados tienen mucho que decir?

Ahora mismo, una buena parte de la producción poética —y probablemente la más significativa— está escrita por soldados en el frente. Por lo general, no se trata de combatientes que hayan empezado a escribir para desahogarse, sino que son poetas que nunca tuvieron la intención de coger un arma, pero que, ante la gravedad del momento, decidieron alistarse y combatir. En Poesía Actual de Ucrania, se recogen poemas de Ihor Mitrov, que también sirve en el ejército y ha vivido experiencias extremas en el frente. La guerra provoca emociones similares en todas las personas, pero los poetas tenemos la capacidad de captar matices que luego podemos compartir con los demás. Siento un profundo interés por las voces de estos poetas-soldado. Las experiencias límite en el campo de batalla los transforman por dentro. No tengo ninguna duda. Conozco bien esa vida interior. A muchos de ellos les he traducido a otros idiomas y he promocionado su trabajo internacionalmente. Quiero que sus esfuerzos y su lucha no se queden solo dentro de las fronteras de Ucrania, sino que resuenen en todas las partes del mundo. El pueblo ucraniano les debe la vida, y ellos son voces autorizadas para hablarnos sobre los actos deplorables que Rusia comete en el campo de batalla y de la importancia de conservar la humanidad en medio de la guerra.

¿Qué otros temas abordan?

Nuestra poesía habla de la pérdida, de los seres queridos, del hogar, de la certeza del futuro. Tanto en 2014 como en 2022, muchas personas han tenido que huir de sus hogares, tomando el camino del exilio y dejando todo atrás. Este desamparo ha llevado a los poetas a reflexionar sobre el papel del arte en estas situaciones. Los versos buscan preservar el recuerdo de quienes han abandonado este mundo. Yo misma he escrito poemas recordando a los amigos muertos durante estos años de guerra, entre ellos los escritores Victoria Amelina y Maksym Kryvtsov. Se podría decir, pues, que la poesía ucraniana actual también cumple una función documental. Cuando se recuperó la ciudad de Izium, en el óblast de Járkov, se encontraron fosas comunes con cuerpos que mostraban signos de haber sido fusilados. Mi reacción fue escribir sobre ese hecho, no pude por menos que hacerlo. Me puse en el lugar de los muertos: mi cuerpo podría haber sido el que yacía bajo tierra. Al igual que yo, muchos compañeros escriben sobre hechos concretos que suceden en Ucrania. Nuestra intención —y recalco esta idea importante— es hacer conocedores al resto de todo lo que sufrimos los ucranianos a causa de la maldad rusa. Es importante que no se olvide y se exija justicia. En 2014 aún teníamos la esperanza de convencerles de que se avecinaba algo mucho peor. Lo que era un clamor de auxilio se ha transformado en un canto fervoroso para conseguir el aliento y la iluminación que nos permitan seguir luchando.