Vázquez-Figueroa, maestro de la novela de aventuras: “En Mauritania tratan a las mujeres como a carne, las venden al peso”

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En “La gran sequía”, una novela de aventuras y algo más, relata la huida de una adolescente mauritana que se revela contra la costumbre ancestral de engordar a las mujeres para casarlas de manera más ventajosa.

Texto: Antonio Iturbe      Foto: Rose Libermann

 

En La gran sequía, Alberto Vázquez-Figueroa nos lleva de Mauritania a Mali en un viaje geográfico repleto de aventuras, pero también de mirada crítica sobre la manera en que los hombres tratan de manera desquiciada a las mujeres.

Laila es una adolescente Mauritana que, siguiendo las costumbres ancestrales del país, estaba siendo concienzudamente engordada por sus padres para que luciera bien lustrosa para encontrar un marido que diese una buena dote por ella. Esa tradición, la leblouh, ha hecho durante siglos que las mujeres sean cebadas con lo que hubiera a mano, incluida la grasa de camello, de sabor desagradable pero muy calórica. Y leche de camello por un tubo. Nos dice el autor que “las obligaban a beber hasta doce litros de leche al día y, si se resistían, les oprimían los dedos con ramas entrelazadas hasta que no conseguían soportar el dolor y claudicaban. Si devolvían la comida, les daban el doble”.

En ese desierto mauritano en el que su autoritario padre, fervoroso creyente, se gana la vida como guía de caravanas, un día el viento trae las hojas de una revista perdida desde las vías del tren que conecta las minas de Zuérate con otro mundo, el puerto de Nuadibú, abierto al Océano Atlántico. En esa publicación Laila descubre que las mujeres pueden tener otra medida que no es la de su engorde como un animal para la matanza.

Y, si hay otros mundos y otras maneras de ser mujer, ella se plantea que su vida puede ser otra. Se escapa de casa, se viste como un chico para pasar desapercibida, toma ese tren hacia el mar y llega a Nuadibú. La llegada a un puerto de mar lleno de actividad, con la presencia inmensa del mar y una alegría muy distinta a la severidad de su campamento en el desierto, le abre los ojos de par en par. Pero no va a ser tan fácil cambiar de mundo: pasa hambre, corre riesgos y sufre muchas penalidades… hasta que aparece un espigado senegalés llamado Menelik que enseguida se da cuenta que es una chica mauritana. Él, algo mayor que ella, sin que haya una razón, porque no hacen falta razones para la bondad, decide adoptarla como hermana pequeña. Su primer paso para alejarla de su destino de mujer engordada y vendida en matrimonio es enseñarle a leer.

En el campamento del desierto su padre está rabioso. No puede tolerar la deshonra de ver a su hija convertida en una mujerzuela y envía a sus dos hermanos a buscarla para traerla de vuelta. Viva o muerta.  Menelik y Laila, y algunas otras compañeras de viaje que se irán incorporando, como la propia hermana pequeña de Laila, iniciarán un viaje incierto a través de Mauritania y Mali donde el calor aplastante, la guerrilla, la amenaza de la sequía y la persecución de quienes quieren degollar sus sueños son una hoja de guillotina sobre sus cabezas. La mano de Vázquez Figueroa empuja cada párrafo, no nos da tregua, no hay puntada sin hilo. Es una novela de aventuras, y algo más: una reivindicación de la libertad de las mujeres para elegir su propio destino.

Nos ponemos al habla con el escritor y viajero canario. También inventor de imaginación extraordinaria. Sus conocimientos de submarinismo (estudió con Jacques Cousteau) y del desierto, donde se crio, lo concienciaron del problema del agua potable en el mundo y diseñó (y patentó) un sistema de desalación de agua de mar que funciona por presión de agua dejada caer desde una altura, mucho más económica que las convencionales que se han demostrado ineficientes. Algún día se lo señalará como precursor. También como precursor de muchos lectores en este país: hizo entrar en las casas de todos los niveles culturales libros plagados de viajes y aventuras.

Sobre La gran sequía explica que “Es una novela sobre la rebelión de las mujeres contra las costumbres abusivas de los hombres. En Mauritania tratan a las mujeres como a carne, las venden al peso”. También es una novela que muestra las dificultades de acceder a un mundo mejor y en el telón de fondo de la novela están esas pateras que naufragan en el mediterráneo llevándose muchas vidas: “Es que en España nos olvidamos que nosotros fuimos un país de emigrantes”.

Sobre esa gran sequía que amenaza por llegar y caer como una maldición sobre las protagonistas, Vázquez-Figueroa sigue denunciando el abuso en el monopolio del agua por multinacionales como Vivendi o Schweppes: “El negocio del agua es el más sucio del mundo. Pides una botella de agua en una gasolinera y te cuesta 2 euros. Y el litro de combustible está a 1,5 euros. El agua te la venden más cara que la gasolina”.

Al preguntarle si encuentra motivación para seguir escribiendo después de 110 novelas contesta rotundo que “¡Escribir no es un esfuerzo, es una diversión! A veces te puedes quedar atrancado con una situación que no acabas de ver cómo resolver, pero no me dedico a buscar palabras enrevesadas. Yo nunca he sido un escritor, tan solo soy alguien que cuenta historias”.

 

* La entrevista completa en la revista en papel Librújula 57, de septiembre/octubre 2024.