«Tribu de la palabra», el poemario homenaje de Theodoro Elssaca a los grandes de la cultura
Theodoro Elssaca rinde homenaje a grandes creadores de la historia, desde Hesíodo, Tales de Mileto y Platón hasta Shakespeare, Teresa Wilms Montt, Cervantes, Nicanor Parra, Goya, Mistral, Huidobro, Marta Colvin, Gonzalo Rojas y tantos otros.
Texto: Enrique VILLAGRASA
Tribu de la palabra (Fundación IberoAmericana) de Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958) es un poemario homenaje asombroso, tanto por el continente, imágenes exquisitas con textos esplendorosos, como por el contenido: poemas de gran calidad y belleza: con todo recorremos toda la gran cultura habida y por haber. Y es que, como dejó escrito Jorge Luis Borges: “Nuestro siglo ha perdido, entre tantas cosas, el arte de la lectura. Hasta el siglo dieciocho ese arte era múltiple. Quienes leían un texto recordaban otro texto invisible, la sentencia clásica o bíblica que había sido su fuente y que el autor moderno quería emular y traer a la memoria”. Elssaca hace eso mismo actualizado para que las personas lectoras recorramos y recordemos la gran cultura, desde la música y la pintura hasta la narrativa y la poesía, con sus certeros versos de gran enjundia: pensamiento y sentimiento a la par.
Y tras la lectura de este admirable poemario, 312 páginas debidamente ilustradas con espléndidas y pedagógicas fotografías del propio poeta, vemos que el autor exorciza como nadie el lenguaje, pues él es consciente de que su poesía, tal vez la poesía, necesita el lenguaje como forma para que reencarnen sus homenajeados. Pues él ve más allá del mismo lenguaje: “Poemas que surgen del encuentro con aquellas voces y obras que con generosidad nos alimentan, nutren y sostienen. Tal vez y a manera de tributo y en otros casos epitafios imprescindibles, Tribu de la palabra, se refiere a los autores que han forjado nuestra identidad”. Por eso añade en su prólogo que. “Este libro contiene un conjunto de poemas escritos o sentidos desde fines de los años setenta hasta hoy, que buscan poner en valor y recordarnos la obra, pensamiento, vida y legado de autores de todos los tiempos y lugares, vivos o idos de la materia, pero vividos desde la trascendencia atemporal de sus obras”.
Teniendo esto claro, podemos asegurar que la gran poesía que nos ofrece Theodoro Elssaca es para que encarnen de nuevo los grandes de la Cultura, de la Poesía, desde lo puramente espiritual a la cotidianeidad de las personas. Pues, el poeta sabe del devenir telúrico del silencio y que la poesía pide con urgencia la pura transformación en el poeta. Esa transustanciación tan citada y poco comprendida: la cotidianeidad transformada en algo extraordinario. Los poetas están entre nosotros por algo, ya que ellos y ellas son los únicos capaces de crear poemas verdaderos: esos en los que reconocemos, como es nuestro caso en la poesía de Elssaca, la intendidad, la fuerza que las palabras han encontrado en sus poemas: en aras, y no otra cosa, de palabra con proyección de futuro: “Al atardecer apoyado en el alfeizar de la ventana”.
El libro homenaje, que da cuenta de la amplísima y enorme cultura del poeta, está dividido en catorce apartados con 5 poemas cada uno, dedicados a un autor, bien sea músico, poeta, pintor, escritor y un epílogo de Antonio Daganzo titulado Pasión poética elssaquiana, además de una biobibliografía del autor. Cabe destacar los caligramas y las fotografías: esencia de la naturaleza, de la vida humana. De todos y todo. También cabe apuntar que este libro es una edición conmemorativa de los cuarenta años del primer libro publicado por el poeta, obra que vio la luz en 1983. Motivo por el cual se reproduce un breve y explicativo fragmento de la presentación-reseña de El Espejo Humente-Amazonas.
Creo que la poesía de Theodoro es justa y necesaria y ha logrado con este libro llevarnos a las personas lectoras a otros libros: función primordial de un buen libro. Esta tu poesía es más necesaria que nunca. En su lectura participamos del drama de la palabra poética. Lo que me lleva a pensar que has logrado, que la relación entre autor y persona lectora sea asombrosa, porque das a entender que las personas lectoras son el principio de la poesía y algo más, coautores del poema. Tu libro creará personas lectoras, sin lugar a dudas. Theodoro Elssaca ha logrado con la Tribu de la palabra la presencia de la ausencia, pues: “Perenne es el pozo de los versos/ que cantan desde las profundidades/ o trepan al enigma sideral”.
Quiero terminar esta reseña con las palabras de Daganzo, que hago mías: “Tan inequívocamente chilenos e iberoamericanos como decididamente personales, y por ello universales, los versos de Theodoro Elssaca, sus palabras hijas de pinceles, penetran los misterios de la vida y la condición humana con la misma inteligente admiración del viajero que asume el desafío de adentrarse, por primera vez, en el corazón de los bosques australes. Esa enigmática selva fría del Sur de Chile, tan querida por Elssaca. ¿Acaso podría ser de otra forma? ¿Acaso el íntimo latido de quien busca con calma no se acompasa, certero, al del mundo en plenitud?”
Y, por último, queda añadir que Theodoro Elssaca es además de poeta, ensayista, narrador, artista visual, fotógrafo antropologista y expedicionario. Licenciado en Estética por la Universidad Católica de Chile, con estudios en Diseño, Fotografía, Cine e Historia del Arte. Dejó inconclusos sus años de estudio en Ingeniería Civil, luego de asistir a los talleres literarios de Nicanor Parra, en la Universidad de Chile, quien más tarde sería su amigo.
Espera
al amigo y poeta español Ángel Guinda (1948-2022) en su Catedral de la Noche (Olifante Ediciones, 2015) Taberna del Alambique, de calle Fúcar número siete, cerca de Atocha y el Prado, en Madrid, regreso donde tus palabras aún se cuelan estrepitosas por los tubos de cobre del viejo destilador
Aletea oscura como el cuervo
la noche en la catedral vacía .
Escucho su vuelo entre cipreses
su eco en lejanas ondas radares
estrecha las solitarias avenidas.
Azul cobalto el vaho enmudece
la postergada aurora no despunta.
Desde extrañas profundidades
emerge una bruma negruzca.
La espera parece interminable.
Avanza la tenebrosidad por laberintos
umbríos túneles alargados huesos.
Aletea fosca la noche murciélaga,
alma penitente en la hora de la muerte.