Roberto Santiago “La industria farmacéutica mueve más dinero que el sector bancario”

Con “La rebelión de los buenos” (Planeta) Roberto Santiago se sitúa como jefe del thriller español. Ritmo, aventura, intriga y denuncia social. Entretenimiento… y algo más.

Texto y fotografía: Antonio ITURBE

 

Roberto Santiago se formó como guionista y lleva años siendo el autor español de libros infantiles con más tirón; solo Los futbolísimos lleva más de cinco millones de ejemplares vendidos. Ha escrito y dirigido películas como El penalti más largo del mundo o El club de los suicidas, y en 2017 publicó un novelón de casi 1.000 páginas titulado Ana, que se convirtió en serie de televisión. Seis años después regresa a la novela con un thriller protagonizado por una agencia de abogados-detectives liderada por el obstinado Jeremías Abi, que parece modelado con la misma pasta que los detectives de clásicos: duros de pelar, difíciles de sobornar; cuando la ley y la justicia no se dan la mano, él saca la suya para inflar a hostias a los malos. Le acompaña su lugarteniente, Trinidad, que se sacó el título de abogada desde la cárcel y nunca da un paso atrás. Un par de jóvenes abogados bien cualificados, una secretaria de lealtad absoluta y un chico de los recados al que dio trabajo para que no se quedase en la calle conforman un bufete con problemas económicos hasta que la propietaria de una multimillonaria empresa farmacéutica aparece en su despacho para pedirles que sigan a su marido, prueben su infidelidad y le pongan una demanda que lo deje absolutamente sin nada. La señora paga en ingresos de seis cifras y los problemas económicos parecen alejarse, pero llegan otros mucho más complicados. Se están metiendo en una ratonera de oro.

Los problemas de Jeremías con su ex mujer y la tirria que le consume contra el novio enrollado de ella,  la dificultad para comunicarse con su hija adolescente, el caso del divorcio entre millonarios, la llamada a capítulo de la fiscalía, un narcotraficante que regresa del pasado, el foso de podredumbre moral que empiezan a descubrir en la farmacéutica…

 

Roberto, en esta novela siempre hay algo que está sucediendo en el primer plano de la acción pero por debajo, en segundo plano, ya está sonando bajito la música de algo que va a estallar a continuación. ¡Todo está siempre sucediendo!

Yo creo mucho que la acción interna de la novela no debe parar. No creo en capítulos, ni si quiera en párrafos de transición. No creo en eso. Escribir es oír en mi cabeza la historia, es una melodía que no para, que te enganchas a ella y sigues.

¿Y cómo se monta una caja de resortes como esta ?

Si vienes a mi despacho se representa muy bien clara mi forma de trabajar. Yo leo, leo, leo, me he documentado mucho sobre las farmacéuticas, tengo pilas de papeles por todos lados. Investigo, hablo con gente. Tengo una pizarra enorme sonde nunca apunto nada de la trama sino sobre los personajes. Cosas que voy descubriendo de ellos. Este Jeremías ¿y si además de esto y esto y tiene un problema con la ira?

¿Cómo se llevan el escritor y el guionista en tu casa?

Yo que vengo del mundo del guion y estoy harto de hacer escaletas, nunca hago con las novelas nada parecido a una escaleta. Me niego. Porque me aburro., Lo que hago empiezo a escribir con el trabajo de documentación hecho, con imágenes generales y empiezo.

¿Cuál dirías que es la diferencia entre escritor y guionista?

Para empezar, el guionista trabaja en equipo, a diferencia de la escritura literaria que es un acto muy solitario. Tú estás con tu historia y tus demonios tomando a solas tus decisiones. Además, el guion es una herramienta, es un instrumento para que luego venga una serie de personas y lo conviertan en la finalidad, que es la película. Mientras que la finalidad de la novela es la novela en sí misma. Hay guiones más literarios, como los de Almodóvar, pero otros son descripciones técnicas de lo que va sucediendo. En la novela lo importante es que haya una voz, que suene algo allá adentro. La diferencia para mí es enorme.

¿Cuando empezaste con La rebelión de los buenos, sabías cómo iba a acabar?

Te juro que no tenía ni idea. El primero que me enseñó a escribir sin hacer un mapa ni una escaleta, aunque fuera novela de intriga, no es un escritor de novela policiaca sino Juan José Millás, uno de mis grandes maestros. Cuando era alumno suyo se lo ponía en duda, todo un año debatiendo esto. Pero tenía razón: se trata del placer de que cuando estás escribiendo no sabes lo que va a pasar. Te doy mi palabra de que cada mañana al ponerme es como estar al borde del abismo. ¿Y si no soy capaz de enganchar, de que esto funcione? Tengo la teoría de que si yo quiero saber qué va a pasar, el lector se enganchará más. Trabajar de este modo igual es un poco locura con tantas subtramas, pero es así. Claro, eso me obliga a volver atrás y reescribo y reescribo.

Esta es una historia de intriga, aventuras, problemas de padres e hijos… pero también es un meteorito contra ese mal difuso que representan las multinacionales farmacéuticas.

Difuso no, lo de las farmacéuticas es un mal súper-concreto. Con nombres y apellidos. Son una docena de multinacionales en el mundo entero las que manejan la industria farmacéutica. La industria farmacéutica mueve más dinero que el sector bancario. Aceptamos como mal menor dejar la salud en manos de esta gente que son empresas privadas y que quieren algo que es evidente en una empresa privada: tener más beneficios. Cuanto más enfermos estemos, cuanto más medicados estemos, cuantas menos preguntas nos hagamos… más beneficios. El sistema funciona así. Es de locos, pero lo aceptamos.

¿Por qué no nos amotinamos?

Estamos muy metidos en resolver lo urgente: llegar a final de mes, cuidar a tu padre enfermo, estar al tanto de tus hijos adolescentes… y no nos paramos a considerar la gravedad de cosas que suceden en el sistema.

¿Y el sistema cómo se cambia?

Pues no es fácil, pero, desde luego, va a ser totalmente imposible si no nos hacemos estas preguntas y nos intentamos rebelar mínimamente. Estamos en pre-campaña electoral ¿y quién habla de la salud de la gente? ¡Nadie! Mucho hablar de pactos, de ruido, pero de lo importante se habla muy poco. Dejamos de lado lo importante para resolver lo urgente. O lo que parece urgente.

¿Hay gente anónima que lucha contra las farmacéuticas?

Es increíble la cantidad creciente de demandas a las farmacéuticas que hay en España y en Europa, ya no te digo en Estados Unidos. Es increíble la cantidad de asociaciones de damnificados por efectos secundarios nocivos que las farmacéuticas sabían de antemano. Hablo de miles de demandas y creo que hay casos en los que no les mueve a pleitear la indemnización. Hay quienes les mueve que se haga justicia y se hable de ello, pero por ahora no lo están consiguiendo. La mayor parte de los casos, esa es la realidad, acaban con acuerdos extrajudiciales. Y los que no acaban con acuerdos, acaban con recurso sobre recurso. Sentencias ejecutadas contra las farmacéuticas se pueden contar con los dedos de una mano. Y te preguntas: si hay miles de demandas, ¿cómo puede ser que apenas haya sentencias? Algo raro hay ahí o algo falla.

Jeremías y Trinidad no se rinden. Jeremías va al banco enfermo y apurado en su lucha justa para que le den una hipoteca. Después de negársela, el tipo le dice: “No es nada personal”. Pero Jeremías le advierte: “Todo es personal”.

Te dicen, no te lo tomes a mal, esto no es personal. ¿Cómo que no es personal si me estás despidiendo? ¡Sí es personal! Se ha convertido esta manera de lavarnos las manos cuando eso le va a afectar al otro y lo sabes. Sabes que le estás jodiendo la vida y decides acogerte a esa enmienda de “no es personal”. A mí me lo han dicho en situaciones muy desagradables. Los bancos son uno de los ejemplos más claros, pero se podría aplicar a muchas otras cosas de deshumanización brutal de la sociedad y somos nosotros los que lo permitimos.

Un gran asunto de la novela es la confianza: la lealtad versus traición. Todos se acaban enfrentando a ese dilema y lo van resolviendo, la mayoría no muy bien.

Una buena novela es cuando hay dilemas morales y los personajes han de tomar decisiones. Evidentemente, el tema de la lealtad y la traición es fundamental y recorre toda la historia. Otro es la relación paternales-filiales.  Hay un tercer asunto que me ha movido mucho en la escritura que es la permanente lucha de clases.

¡Ya nos habíamos olvidado de la lucha de clases!

Yo tampoco tenía previsto el tema con esa fuerza, pero surgió. Es que si eres Fátima y Niklaus, los propietarios de la farmacéutica, vives en un planeta muy distinto, tienes una vida muy diferente. De cuna ya tienen unas puertas abiertas que hacen su vida distinta al del resto de la gente, con esos privilegios de clase. Por mucho que quieras, o perteneces o no perteneces. Yo soy de Carabanchel. No es lo mismo haberte criado en Carabanchel que en La Moraleja. Es que nunca va a ser lo mismo, tu vida va a ser distinta y eso te marca para siempre.

¿Se pueden intentar derribar muros?

Se puede intentar. Pero es muy difícil. Y a mí ese tema me rebela. Aunque no lo tenía previsto me ha movido mucho.

Da tristeza en la novela que unos cuantos personajes que están luchando en el lado de las causas justas, se dejen comprar por unos fajos de billetes y cambien la música. ¿Somos yonquis del dinero?

Somos adictos al dinero porque tenemos metida a fuego la idea de que el dinero es lo único que nos puede dar tranquilidad. Para cuidar a los nuestros o para que nuestros seres queridos tengan una buena vida. Y es mentira, teniendo dinero les puede pasar igual cualquier cosa. Pero esa falsa tranquilidad que da el dinero es algo a lo que nos aferramos todos de manera desesperada

Esta novela va a funcionar, tiene todos los números para pasar a formato de serie con mucha fuerza. ¿Y ahora qué?

Ahora más. Soy muy afortunado, escribir una novela como esta es un sueño muy grande. Pensar que he escrito algo en lo que he metido tanto, que he disfrutado tanto, que me he implicado tanto…. pues que quiero más. ¡Soy adicto a la escritura!