No hay peor ciego que el que no quiere leer

Sergio Vera Valencia, coordinador del Club de Lectura de Las Casas Ahorcadas.

Texto: Nahir Gutiérrez

 

Con la temporada de ferias del libro a lo largo y ancho del territorio nacional, como si de la campaña de la fresa se tratase, me viene al recuerdo mi paso por el Festival Internacional de Novela Criminal Las Casas Ahorcadas, en Cuenca, que recibe el nombre del Club de Lectura de la ciudad, una asociación cultural sin ánimo de lucro, con unos setenta socios y catorce años de apasionada promoción de la novela negra.

Las Casas Ahorcadas fue elegido en 2016 mejor club de lectura de Castilla-La Mancha. Parece ser que entre los eventos más valorados por los socios están los encuentros con autores, algunos propuestos por el coordinador del club, y otros reseñados en el blog del club por el resto de miembros durante las vacaciones, lo que llaman, no sin cierta guasa, su «Verano Negro».

De modo que para allá que me fui, a conocer otro de los múltiples festivales dedicados al género negro que salpican nuestro país, para, ya saben: tomar temperatura. Estas cosas son necesarias para saber de primera mano cómo funciona cada festival, y si a los autores y autoras a quienes se les organizan presentaciones y eventos les gustará y les servirá participar; por ejemplo, si la logística es ordenada y puntual, los presentadores están a la altura, los eventos, llenos…esas cosas que cosen el éxito o descosen el fracaso de un festival. En territorio nacional tenemos un surtido amplio y variado: Getafe Negro, Valencia Negra, Tenerife Noir, la antológica Semana Negra de Gijón, pero también Pamplona Negra, Cordoblack —de Córdoba—, Blacklladolid —de Valladolid, queda claro—, Aragón Negro, Gaditanoir… Y la lista sigue.

No sé si eso habla de nosotros como país ni en qué términos. No me pregunten. Yo solo conozco a las gentes que los organizan, y me dejaría llevar sin la menor inquietud al borde de un precipicio, atada de pies y manos, con los ojos vendados y música tenebrosa de fondo, por cualquiera de ellos.

Este año, a cuenta de que el festival se hermanó con Barcelona Negra, cambió sus fechas para así compartir alguno de los autores visitantes y yo entablé negociaciones con ese coordinador, que era alguien de quien me habían hablado en Valencia Negra hacía al menos tres años: Sergio Vera Valencia. Él es el organizador, comisario, llámenlo X (o llámenlo SVV) de Las Casas Ahorcadas de Cuenca.

Sergio dirige el club con mano férrea —yo diría que no es para tanto, pero la frase suena mejor así—; selecciona las lecturas, los temas, los países, las categorías; coordina, ejecuta, propone, dispone, decide, pero, sobre todo y por encima de todo, lee. Lee como un poseso, lee deprisa, con ganas, lee de todo; profesionalmente, interesadamente, críticamente, atentamente; con la resolución suicida de no detenerse más allá de lo estrictamente necesario. Lee, lee, lee.

Ya quisiera yo —y media Humanidad, porque el dato es más o menos ese: que es la mitad de la Humanidad la que lee— leer todo lo que lee Sergio Vera. Así, como dato, el año pasado, psché,140 libros de nada.

El festival lleva una docena de ediciones y adivino que sigue como empezó: son los propios socios quienes recogen y llevan a los invitados a la estación; a veces, los padres del propio Sergio. Se come y se cena todos juntos, mesas corridas como adolescentes en viaje de estudios. El ambiente es el del comedor de tus padres, pero a lo bestia. Este año, la novedad era el bebé de Sergio y Marta, uno más en esa gran familia en que han sabido convertir el club de lectura. Allí, los autores van a libro leído y se exponen a una capacidad crítica insobornable, pareja del interés y la amabilidad con que son recibidos.

Comprometido, capaz, risueño, inagotable, sabio, prodigioso, tenaz, generoso, con cero gastos de representación y un humor al que le sienta bien el negro… ese es Sergio Vera. Ah, y se me olvidaba. Sergio Vera Valencia es ciego.