Nacho Escuín publica «Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost»
El poeta y narrador aragonés, Nacho Escuín, publica en la editorial Los libros del gato negro su último libro Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost, en el que fusiona distintos géneros literarios.
Texto: Enrique Villagrasa Foto: Maica Rivera
El poeta Nacho Escuín (Ignacio Escuín Borao, Teruel, 1981) no defrauda a ninguna persona lectora y menos en su última novela, la novela de su vida, diríase, de título algo aparatoso eso sí, Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost (Los libros del gato negro). De Frost conozco casi de memoria aquel famoso poema, por tantas veces citado, El camino no elegido, que me lleva a pensar en un tal Roberto, protagonista de esta dura narración que nos descubre el alma del gemelo univitelino, imbricado además en uno mismo, sin ir más lejos: el protagonista y su alter ego, que trae ecos de Oscar Wilde y su Dorian Grey o de aquel extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde de Robert Louis Stevenson y de otros más cercanos como Jay McInerney con sus Luces de neón y Bret Easton Ellis con su Menos que cero. Entre otros. Un libro de libros. Roberto ha leído mucho y más si cabe el autor. ¡Apasionante! Se lee de tirón. Es que soy muy curioso, o no ser periodista, diría alguno. Así pues, estamos ante un viaje y un viaje iniciático y terminal, de estación de trenes, vital: como es la vida simple y llana, esencial: <<No te lo vas a creer, flor de almíbar, pero adoro los trenes lentos y pesados que se arrastran por los raíles de aquí a allá>>.
Esta novela, este viaje que busca la estación de la que salió, de este poeta, es una confesión pura y dura, brillante y cautivadora. Y él, el autor, amén de otras miles de cosas, licenciado en Filología Hispánica y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, que solo quiere ser feliz y hacer felices a quien a él lo queremos y admiramos, ha escrito y he leído estas dos desiguales y apresuradas obras: Los papeles de Bruselas (Bala perdida, 2020) y La mentira del cazador (Eolas, 2023). Además de poesía, ensayo y qué se yo más… Ha sido, es y será un hombre de letras, un letraherido al que hay que leer para conocer. Creo, sin temor a equivocarme, que el alma nuestra de cada día ya tiene quien le escriba y Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost, es la prueba: <<Luciérnaga preciosa, si tuviera que decir algo que tuviera sentido sobre la propia vida o sobre esto que nos ha tocado vivir ahora, diría que desde mi incomprensión más absoluta que no entiendo nada de lo que sucede a mi alrededor, no entiendo a la mayor parte de las personas que habitan en este mundo, y, por supuesto, no me entiendo a mí>>.
Tengo la esperanza, a la luz de lo que he leído, que será un narrador potente que alumbrará, como ya lo hace en esta novela que nos ocupa, las moralidades cubiertas y descubiertas de esta sociedad tan nuestra y más en este momento sociopolítico, en el que estamos, de anémicos cerebrales y de hemorrágicos verbales por doquier. No dudo de la enorme sensibilidad del poeta Nacho Escuín. No dudo de que su prosa es sencilla pero preciosa y de una elegancia exquisita, que está al alcance de unos menos que pocos: <<Pegar los añicos de algo para unirlo siempre genera algo reconstruido, no la vuelta al original. Un cuerpo herido siempre lo será, del mismo modo que no se puede retroceder en el tiempo y corregir un error antes de que este se dé, tampoco se puede volver a algo tras la ruptura>>.
Creo que esta novela y en esta ocasión da respuesta a eso que me he preguntado muchas veces, no entiendo el porqué tras tenerlo todo algunas personas lo echan todo a perder: todo y nada, nada y todo, que me lleva a pensar en el mejor libro del poeta José Hierro, Cuanto sé de mí. Que me lleva a Calderón de la Barca: <<¿Qué me harán por lo que ignoro/ si por lo que sé me han muerto?>>.
Esta novela ha supuesto pensar, pensar y pensar, a igual que caminar, caminar y caminar, que diría Alfredo (personaje de la novela). Creo que es una obra justa y necesaria para quienes buscan luz en tiempos de tinieblas. Lo que me lleva a pensar más aún en qué cada día sé menos y hay que leer más: leer, leer y leer, y aun así no sé el porqué de ser las personas, casi todas, tamañas estulticias y ser capaces de cometer atroces atrocidades. Tal vez necesitemos esa vacuna contra la insensatez de José Antonio Marina, sin ir más lejos.
Voy a descubrir el final, que creo es el principio, en este bucle de condescendencia cuántica, podría decirse, pues no sé o sí sé que Roberto está ya muerto: <<He debido morir ya unas cuantas veces. Es siempre lo mismo, el mismo proceso y una tristeza semejante. Cambiar de empleo y de etapa se parece mucho a cambiar de amor. Algo se queda allí para siempre. En fin, que no quiero aburrirte con mis paranoias y mis pequeños desastres. No dejes de brillar, no dejes de ser la fuente de luz del mundo entero>>. Tal vez, el autor con este su estilo poético, vigoroso, juegue con la realidad de lo real y lo fantástico de lo soñado o inducido de las terapias, de las lecturas, de los medicamentos, de la canícula… No dejen de leer esta novela donde hay amores, experiencias dolorosas de vida; donde hay vida vivida y no otra cosa, ese camino no elegido tal vez: supe de, compré y he leído Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost. Algo está pasando en la narrativa aragonesa y esta novela de este verano tropical para usted, persona lectora da cuenta de ello: <<Pero entonces sucedió algo, como siempre, como casi siempre cuando la historia vira hacia una situación nefasta para el protagonista, cuando el héroe está cercado por las dificultades>>.