Mo Yan, el escritor que rescata la memoria de los soldados-campesinos

Blas Piñero, traductor al español de Mo Yan y gran conocedor de la obra del Nobel, nos habla de la última novela publicada en España del escritor chino «El reencuentro de los compañeros de armas» (Editorial Kailas).

 

Texto:  David VALIENTE

 

“El Mo Yan que el lector encontrará en El reencuentro de los compañeros de armas es menos conocido y poco habitual. Esta novela no se cita mucho cuando se habla de su trabajo literario y dentro de su canon se puede encuadrar en el apartado de obras menores. De todos modos, es un Mo Yan fascinante”, dice Blas Piñero, traductor al español de Mo Yan y gran conocedor de la obra del Nobel, a Librújula, mientras pasea por la fantasmagórica Hong Kong.

El reencuentro de los compañeros de armas (Editorial Kailas) es una novela muy especial. Todo comienza con el reencuentro de dos antiguos soldados del Ejército de Liberación Popular. Qian Yinghao y Zhao Jin participaron en la guerra del 79, que enfrentó a China con su vecina Vietnam. A partir de este punto, la novela es un canto al pasado, ora glorioso, ora trágico, no solo de los soldados reunidos, sino también a los hombres que sirvieron en una guerra breve pero intensa. “Desde el primer capítulo de la novela, se aprecian las tensiones entre el recuerdo de los vivos y el mundo de los muertos”. Su atemporalidad, tan genuina, continúa el también escritor Blas Piñero, hacen pensar que está describiendo el mundo de los vivos, cuando en realidad sus palabras modelan el mundo de los recuerdos. “Sin duda, la novela tiene mucha profundidad porque cuestiona la forma que el ser humano tiene de recordar y, por lo general, los recuerdos comparten pocas semejanzas con lo sucedido en la realidad. Es increíble comprobar la capacidad de la novela para deformarlo todo y crear una verdad al mismo tiempo que la inventa”, desarrolla Blas Piñero. Tampoco podemos olvidar el papel tan importante que juega la ironía en la novela: el humor salvaje retrata unos tiempos ya de por sí complicados.

 

La novela vio la luz a comienzos de los años 90, ¿por qué se ha traducido y publicado en español ahora? ¿Tiene algo que ver el contexto de tensión internacional y las dos guerras abiertas que la sociedad española está sufriendo de un modo coyuntural?

En cierta medida, sí. Hablé con el editor sobre incluir en el catálogo una novela que se enfocara, al menos contextualmente, en la guerra, un tema muy presente en la historia de la literatura, desde las grandes epopeyas homéricas, hasta, algo más reciente, con Balzac y El coronel Chabert o Tolstói y sus impactantes Relatos de Sebastopol; un par de textos a los que El reencuentro de los compañeros de armas debe mucho. Por suerte, hemos disfrutado de unas décadas de paz y habíamos olvidado lo que significaba que dos países se enfrentaran en el campo de batalla. En cierto modo, la literatura también lo había olvidado porque dejó de producir grandes relatos sobre esta cuestión, y eso que la guerra ayuda desde una óptica diferente a entender perspectivas culturales dispares a la propia. Queremos comprobar cómo es la recepción de los lectores, ya que la guerra sino-vietnamita tiene similitudes con el actual conflicto en Ucrania: en los dos casos se enfrentan antiguos imperios contra países pequeños con los que comparten un sustrato cultural, aunque con elementos distintivos.

 

Mo Yan comenta en el prólogo que El reencuentro de los compañeros de armas no sentó muy bien en Vietnam: los políticos no entendieron el texto, pero, por lo menos, recibió el respaldo de sus pares literatos. ¿Qué pasó?

La guerra con Vietnam es un episodio de la historia de China muy poco conocido fuera del país. Este enfrentamiento entre chinos y vietnamitas quedó velado por la guerra de independencia de Indochina contra los franceses y los 20 años de conflicto abierto contra los Estados Unidos. La guerra sino-vietnamita duró apenas un mes, entre febrero y marzo de 1979. De hecho, esas tensiones entre los dos países no eran nuevas, remontan a la época de la dinastía Ming (siglo XVI d.C.). Pekín, aprovechando el momento de debilidad que estaba pasando Vietnam, intentó expandir sus fronteras hacia el sur, hacia una región muy ‘sinizada’. Muchos soldados por parte de los dos bandos combatieron en esa guerra, produciéndose un elevado número de bajas que aún en nuestros días no ha sido posible determinar con exactitud. La guerra resultó un gran trauma para ambos países y, en particular, un fiasco para China que debió reponerse de una crisis social. Los chinos se sumieron en un debate interno y sacaron en claro que la situación debía cambiar. En la actualidad, las relaciones entre China y Vietnam siguen sin ser boyantes, y cuando El reencuentro de los compañeros de armas se publicó en el país vecino, se organizó tal revuelo que casi supuso una nueva crisis diplomática entre Pekín y Hanói.

 

¿Se podría clasificar dentro del fenómeno fantástico y paranormal?

Estamos ante un texto que entronca con la tradición fantástica de la literatura China, que en nada se asemeja al realismo mágico o a la narrativa de este género en Europa. Para los chinos, esta literatura es muy real porque creen en la existencia de un más allá y de una vida después de la muerte. Se aprecian grandes similitudes con El encuentro en la montaña Yang entre Yang Siwen y un viejo conocido, un cuento que data de la época Ming, escrito por Feng Menglong. Asimismo, también se aprecia un acercamiento, por un lado, con la filosofía taoísta y sus textos, donde es muy habitual que las personas se encuentren y comiencen a discutir sobre la vida y la filosofía y, por el otro, con el confucianismo y su obra fundamental, Analectas, sin olvidarse de recoger las tradiciones campestres. La trama comienza con dos personajes que se encuentran, pero en un primer momento desconocemos si están vivos o muertos. Luego, en principio, el tema de la soldadesca nos puede resultar un poco repugnante, sin embargo, nos retrotrae a la tradición guerrera y milenaria china. A primera vista puede parecer un texto simple, pero no es así, porque está compuesto de un montón de tradiciones que lo enriquecen.

 

¿Y una novela pacifista?

Para nada. Por supuesto que reconoce lo horroroso que es la guerra, pero también entiende que resulta inevitable al formar parte de nuestra naturaleza humana. Mo Yan trata de romper con el idealismo, evidentemente que todo lo que sucede en el contexto de una guerra es trágico y traumático, pero no se va a revertir nuestra condición. Además, muestra que muchas personas salieron de la miseria gracias a la guerra o muchos países afrontan situaciones bélicas para sobrevivir. Aparte, la novela también trata el canon temático del Nobel: la amistad, los recuerdos, los orígenes…, casi todo Mo Yan se encuentra comprimido en El reencuentro de los compañeros de armas. No podemos olvidar que en los años 90, aunque el proceso comenzó tras la guerra del 79, los grandes mitos del maoísmo se desplomaron como las fichas de dominó puestas en fila. Con el proceso de apertura y reforma, comenzó también una etapa de desmitificación del pasado, que no creo que a Xi Jinping le guste mucho, como tampoco le hará mucha gracia esta novela de Mo Yan. En la década de los 90 había un margen de libertad lo suficientemente amplio como para escribir obras en las que se dejaba de alabar al Ejército de Liberación Popular y se mostraba que no todo era tan glorioso ni tan heroico en el frente.

 

¿Cómo es la relación de la sociedad china con el mundo de los muertos?

En la actualidad, y a pesar de todo, la línea que separa la vida de la muerte es bien difusa y ambigua, incluso me atrevería a decir que lo es más que en la India. En Occidente, se ha racionalizado a la muerte, se ha intentado separarla de nuestro día a día y no queremos ni que nos la mencionen. Sin embargo, en China, la muerte está muy ligada a la memoria: cuando una persona muere no deja de existir, sino que empieza a vivir. Es digna de pertenecer a la memoria. Sin duda, la relación de la muerte y la memoria es un tema fascinante, más teniendo en cuenta la historia de guerras, matanzas, traumas y hambrunas que ha soportado el siglo XX chino.

 

La escena del padre de Qian Yinghao yendo en busca del cadáver de su hijo, me recordó a Príamo y la visita que hizo a Aquiles, rival y asesino de Héctor, para suplicarle que le devuelva el cuerpo de su hijo.

Ocurre mucho en China: los familiares quieren enterrar a sus muertos en los pueblos de origen, es también una manera de mantener la tradición, cumplir un círculo y regresar a la tierra que los vio nacer. De todos modos, en España hay también esta necesidad, sobre todo con los fusilados de la Guerra Civil, de dar un entierro digno a los seres queridos, el adiós que se merecen.

 

¿Qué papel juega la memoria en la cultura china y, en especial, en esta novela?

Yo creo que es el tema central del libro. Mo Yan emplea la guerra como un pretexto para hablar de la memoria colectiva del pueblo chino y, en especial, de la memoria del estrato social más bajo, de esos campesinos-soldados, que desde las primeras dinastías, como está documentado, han tenido que abandonar sus aperos de labranza para coger las armas y luchar en el frente. Mo Yan no nos cuenta la historia de las guerras desde el recuerdo de Mao Zedong o la élite política, lo hace a través de las víctimas que modelan su propia memoria. Esta es una de las grandezas de la literatura de Mo Yan.

 

¿De dónde nace esa obsesión por la memoria?

Mo Yan pertenece a una generación a la que se le negó la memoria o, directamente, se la borraron. Los escritores contemporáneos al Nobel ansiaban conocer la historia de China, una historia que había quedado empañada con tanta ideología socialista y tanto texto de Marx y Lenin. Así, los nacidos en los años 50 del siglo pasado llegaron al mundo con una gran hambre de memoria histórica. Mo Yan empezó a escribir en los 80, cuando el grupo de escritores llamado ‘búsqueda de las raíces’, formado por autores de la talla de Jia Pingwa, Wang Meng o Han Shaogong, participaron en el renacer de la literatura china. Este movimiento sigue hasta nuestros días, en 2020 Mo Yan publicó Flores Tardías, un conjunto de historias breves en las que continúa con la indagación sobre los procesos vinculados al recuerdo y la memoria. Todo este fenómeno literario acontece en un país que en apenas 40 años ha pasado de estar en la Edad Media a encabezar la vanguardia política y económica de este siglo.

 

Resuena en la novela el heroísmo, la camaradería, la lealtad… ¿Estos valores siguen impregnados en el Reino del Centro?

Por supuesto que la sociedad china actual tiene sus héroes, pero también asocia las figuras heroicas a la ideología maoísta: esos valientes sin nombre que resistieron a la invasión japonesa o lucharon contra los nacionalistas de Chiang Kai-shek y se dejaron la vida en la batalla. Esos ideales están también combinados con valores tradicionales, como los del confucianismo que han encontrado un hueco en el sistema socialista, o la lealtad a los gobernantes que antes era un mandato del cielo destinado al emperador, pero que en el comunismo compromete al gobernante de turno. Se siguen produciendo muchas películas, con una fuerte carga ideológica que tienen como personaje central al héroe anónimo o al mismo pueblo que no se amilana ante ningún contratiempo; pero los chinos no son tontos y se toman estas escenas con un gran sentido del humor. Ellos saben que ese heroísmo está asociado también a un patriotismo exagerado artificialmente con fines políticos y no le prestan mucha atención.

 

¿Es verdad que Mo Yan logró desarrollar su carrera de escritor gracias al Ejército de Liberación Popular?

Sí. Mo Yan ingresó en el ejército para salir de la miseria y el hambre del campo. A pesar de lo duro que debió ser para el Nobel fue una salvación no solo alimentaria, sino también personal. En el ejército dispuso de una biblioteca que, sumado a los relatos campestres de la provincia de Shandong y a las historias que oía de boca de sus compañeros de otras regiones de China, dio como resultado a un escritor autodidacta, completo y excelso. Es curioso que los soldados por su condición castrense tuvieran más facilidades para acceder a determinados tipos de libros que los intelectuales, quienes, por sus labores en el campo, ni siquiera tenían tiempo para leer. A Yan Lianke le sucedió igual. Es extraordinario que dos soldados se hayan convertido con el tiempo en los mejores escritores de China.

 

¡Un ejército que instruye a sus soldados!

Lo mismo sucedía en la Unión Soviética; este intento de hacer llegar la cultura y la alfabetización al mayor número de personas posibles es la parte más positiva de los regímenes socialistas. En China, esto fue muy importante porque un pequeño grupo limitaba el acceso al conocimiento. Hoy el país siente mucho orgullo de que un niño como Mo Yan haya ganado el Premio Nobel; algunos críticos dicen que el Partido Comunista chino se ha apropiado de la figura del escritor, cosa que no es del todo cierto porque algo de razón tienen las élites políticas al sentirse orgullosas: Mo Yan, aunque sufrió periodos de censura, ha recibido mucho apoyo del régimen y no lo ha marginado. Sin embargo, no ha sido cooptado por el régimen. No hace mucho tiempo se estrenó un documental sobre escritores chinos en el que participa Mo Yan. En ningún momento se pierde en los elogios al partido comunista, en cambio, se derrite cuando habla de compañeros de armas y recuerda de un modo muy positivo su servicio en el ejército popular de liberación.

 

Me ha resultado curioso que Mo Yan no recurra tanto al sadismo, la violencia y la truculencia tan característica de su narrativa.

Cuando leí y traduje la novela también me fijé en el cambio estilístico. No lo sé con exactitud, pero puedo divagar sobre el asunto. Quizá sea porque está hablando de una guerra que ocurrió de verdad y él vivió en primera persona; tal vez, como las relaciones entre China y Vietnam no eran boyantes, no quiso avivar las llamas; también puede ser que no tuviera la intención de entrar en detalles ni de acusar a nadie, además la crueldad ya se da por hecha en las guerras, no necesita justificaciones o explicaciones como en otros textos de su cosecha, entiéndase El suplicio del aroma de sándalo o Sorgo rojo. Mo Yan quiere mostrar los caminos tomados que la memoria toma para renacer y crear eso que llamamos la realidad. Hay algo muy posmoderno en esta obra de Mo Yan: la verdad se crea cuando se dialoga, en realidad son puntos de vista, una constante polifonía, que no conducen a una conclusión clara, solo al recuerdo. Esto contrasta con los impulsos del lector, que siempre busca en el acto de leer la verdad de lo sucedido; o si no fijémonos lo que sucede en la guerra de Ucrania o en cualquier otra contienda que se difunde masivamente en los medios de comunicación, todo el mundo quiere saber cuál de los dos contendientes tiene la razón.

 

Parece que los personajes están marcados por un destino trágico y no importa mucho lo que puedan hacer o dejar de hacer para remediarlo…

Más bien, diría que están aceptando (llámelo destino si quiere) la existencia de principios que escapan de su voluntad. Nunca he combatido en una guerra, pero imagino que quien sí lo haya hecho se preguntará qué demonios le ha llevado a tomar un fusil, o qué destino aciago le ha colocado delante de las armas del enemigo. Mo Yan nos muestra que ciertas cosas escapan a nuestro control y por muchas ideas que tengamos para revertir un escenario, en el caso que nos atañe, la única manera de intentar salir de la pobreza y la miseria es el ejército. La vida conduce por un camino determinado que no tiene atajos. Esta idea es muy china.