Los viajes por cementerios de Mariana Enriquez

La escritora argentina Mariana Enriquez recopila sus visitas a camposantos en «Alguien camina sobre tu tumba» (Anagrama).

 

Texto: Daniela GIRALDO BARONA  Foto: Milo KRMPOTIC

 

 

Algo que me interesa de los cementerios es que son máquinas de contar historias. Hay muchísimas tumbas con historias: la del fantasma, la del amor oculto, la historia de la masacre o la historia de cómo el cementerio estuvo ahí y ya no”, explica Mariana Enriquez. El libro es un conjunto de crónicas marcadas por la mirada periodística de la autora.

La primera edición fue publicada en Argentina en 2014 con el sello editorial Galerna. Ahora, en la edición que publica Anagrama, se añaden nuevos viajes y visitas a cementerios. El resultado es la recopilación de más de una veintena de relatos en los que la ficción queda prácticamente suspendida, salvo por algunos retoques “a lo Bruce Chatwin” en la parte más autobiográfica. Mariana Enriquez es una de las voces de referencia del terror literario y entre sus obras destacan Las cosas que perdimos en el fuego, Los peligros de fumar en la cama y Nuestra parte de la noche.

Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios narra las experiencias de Enriquez por camposantos de medio mundo. La primera crónica tiene lugar en Italia en la década de los 1990 y, página tras página, van desfilando diversas necrópolis y lugares fúnebres situados en Argentina, España, Australia, Chile, Estados Unidos, México, Perú o Alemania. Desde la primera crónica a la última pasan más de veinte años. Todos esos años de visitas quedan retratados en las impresiones de la autora: las descripciones de la arquitectura de los cementerios, las historias encontradas en ellos y las diferencias arraigadas a las costumbres y creencias de cada lugar. La omnipresencia de la muerte no eclipsa el protagonismo de la vida en cada relato, en los que la autora reconstruye la historia de genocidios y masacres, visita tumbas de grandes figuras históricas como Marx e iconos culturales como Elvis, y cuenta experiencias vinculadas a la necrofilia, como pasar la noche en cementerios.

Cada cementerio es un universo en el que conviven multitud de historias fúnebres. Historias que surgen de nombres y fechas inscritas en mausoleos situados en grandes ciudades o historias que florecen de tumbas abandonadas en recónditos lugares. El ambiente, la estética y la relación con la muerte adquieren distintos significados según el lugar, pero curiosamente hay arquetipos del imaginario fúnebre que se repiten en casi todos los cementerios. Las historias de niños muertos que conceden milagros o los cadáveres que se levantan de noche. Historias sobre espíritus como las del fantasma de la pequeña Grace Watson o el de Alice Riley, “la sirvienta que mató a su patrón”. O la historia de quien despierta dentro de la tumba y se descubre enterrado. Explica Mariana Enriquez que “todos los cementerios que visité tienen una historia así y seguramente ninguna sea cierta, pero es notable cómo los miedos se construyen y se trasladan, cómo el folclore urbano es muy similar en diferentes lugares”.

Las crónicas están impregnadas de la conciencia política de Mariana Enriquez: “Personal e históricamente la fascinación por los cementerios tiene que ver con la historia argentina, como mucho de lo que escribo”. La escritora nos cuenta que hace unos años, gracias al trabajo de arqueólogos forenses argentinos, una amiga suya logró recuperar los restos mortales de su madre desaparecida y decidió enterrarla. Recuerda la ceremonia como un momento “doloroso pero que tenía mucho de alivio”. Se dio cuenta de que muchísimos pueblos, naciones, han atravesado una historia donde la desaparición de cuerpos o las fosas comunes son una realidad que forma parte de nuestro imaginario y contemporaneidad. Comenta que cuando era pequeña ocurrieron desapariciones que fueron un hecho traumático que ha marcado su literatura. Por ello, poder despedir a quien ha muerto, conocer el lugar donde yace y “saber que la vida terminó y que alguien te recuerda —mal o bien— es algo tranquilizador” y, en su caso personal, eso “tiene una dimensión política”.

Tanatoturismo y literatura

Algunos cementerios monumentales se han convertido en auténticas atracciones turísticas en las que el concepto de la muerte se ha resignificado para establecer nuevos vínculos culturales. El tanatoturismo forma parte de esos nuevos vínculos. También conocido como el “turismo oscuro”, consiste en viajar a un lugar “motivado por el deseo de encuentros reales o simbólicos con la muerte”, según A. V. Seaton. Visitar lugares relacionados con la muerte no es una moda reciente; lo novedoso es que se ha establecido “una megaindustria turística” en torno a estos lugares.

Sin embargo, el tanatoturismo no tiene por qué ser necesariamente morboso; al contrario, puede ser un proceso de aprendizaje que pone en valor una relación más consciente con la muerte, alejada del tabú que supone para algunas sociedades occidentales. Por lo general —a excepción de algunos países—, en nuestra sociedad la muerte ha sido un tema eliminado del ámbito público: nos da tanto miedo que la nombramos con eufemismos o directamente evitamos hablar del tema. Hay diversas teorías a favor y en contra del tanatoturismo por sus efectos en la sociedad. Los autores más optimistas, como Philip Stone y Richard Sharpley, consideran que “el turismo oscuro crea la posibilidad de hacer presente la muerte ausente”. En su estudio Kierkegaard y el concepto de la muerte en el contexto del turismo oscuro, la filósofa Katarína Gabašová señala que el “turista que desea acercarse a la muerte o llegar a conocerla, realmente está buscando algún tipo de manual que pudiera ayudarle a lidiar con la muerte” y que este tipo de turismo puede ayudarnos a confrontar ese “miedo y la ansiedad” que nos provoca.

Los viajes a cementerios son una forma de tanatoturismo. Las visitas de Mariana Enriquez empezaron como un ejercicio ligado a su sensibilidad gótica y a su gusto por los temas oscuros. Pero también fueron un reto: “Como a la mayoría de las personas la muerte me da miedo, no el cementerio específicamente, pero la muerte sí, entonces era ir a ese lugar con cierto miedo para enfrentarlo”. En su relación con la muerte siente que no tiene ninguna preparación emocional para tal evento y a veces piensa que “esta cosa exploratoria de los cementerios tiene que ver con eso”, que es una forma autodidacta de aprender a relacionarse con algo que inevitablemente pasará.

Los capítulos de Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios se asemejan a un viaje literario tanatoturístico. Un tour literario sobre lo fúnebre, lo gótico y lo escalofriante en el que subyace el espejismo de lo cotidiano y cierta quietud: porque los cementerios son lugares solitarios. Las crónicas de Mariana Enriquez son una manera de resignificar la muerte con relatos que otorgan a los cementerios un protagonismo inusual, como quien asume que son espacios que también forman parte de la vida. Quizás por eso trasciende algo de vitalidad en cada uno de ellos.