Laura Fernández: Posmodernidad sobre la nieve

La periodista y escritora catalana Laura Fernández ha publicado su sexta novela, “La señora Potter no es exactamente Santa Claus” (Lit. Random House), Premio El Ojo Crítico de Narrativa.

Texto: Gildenis CORREIA  Foto: Asís G. AYERBE

 

Laura Fernández es una periodista, escritora y crítica cultural nacida en Terrassa. La señora Potter no es exactamente Santa Claus es su sexta novela. Transcurre en el helado y nevado pueblo de Kimberly Clark Weymouth, famoso por el cuento infantil de la Señora Potter, que tiene incluso su propia tienda de recuerdos para los fanáticos lectores que llegan a diario. Pero ¿qué pasaría si el encargado de llevar la tienda, Bill, decidiese que ya está harto de un destino que no ha elegido y quisiese cerrar el negocio para mudarse a otro lugar? La novela toca temas como la búsqueda de la identidad propia, el poder de la ficción, la paternidad como creación, el arte como refugio y la soledad. Es una obra que surgió a partir de varios referentes, un viaje a un pueblo noruego cerca de Oslo y un proceso que tardaría una década en ver la luz.

 

¿Tu viaje a Drøbak, Noruega, es el único referente para construir el pueblo de Kimberly Clark Weymouth o hay más?

Hay muchos más. Todo son piezas que voy sumando para el pueblo que, evidentemente, es un personaje en sí mismo. En ese momento también estaba viendo Fargo, la segunda temporada, donde el frío es cruel y violento, como en Kimberly Clark Weymouth; y hay una serie de HBO que es clave para el personaje de Louise Cassidy Feldman y para el hecho de que La señora Potter… sea un cuento infantil, que se llama Mosaic. Es una historia muy rara que transcurre en una estación de esquí, donde hay una escritora de cuentos infantiles, un asesinato, nieve… Y claro, voy uniendo estos referentes en la nieve con mis propios viajes de niña con el colegio, en los que yo soy como Francis McKisco, porque tengo miedo a todo lo que resbala, porque soy muy torpe.

Si para ti es un personaje, ¿cómo definirías a Kimberly Clarck Weymouth?

Yo la veo como una mujer enfadada con el hecho de que piensen que es una única cosa, alguien maldito. Ella quiere ser muchas cosas y no la dejan. Hubo un momento en que la ficción o la rentabilidad de cierta ficción decidió que ella iba a ser solo el pueblo de la señora Potter. Y ella dijo: “Si esa persona solo pasó por aquí y ahora es más importante que yo”.

¿Qué une a sus habitantes?

Pienso que todos los personajes son algo en la superficie y, en el interior, las posibilidades de lo que podrían ser. Todos en cierto sentido se están buscando a sí mismos. La propia Louis Cassidy Felman, la escritora, piensa que desapareció cuando escribió La señora Potter… porque el resto de sus novelas no han importado, y ella es como que quiere quitarse eso de encima.

¿El rol de la señora Potter… se convierte en algún tipo de crítica alusiva hacia el mundo del espectáculo?

Eso lo he pensado después, no diría que al mundo del espectáculo, sino al poder de la ficción. La realidad es inconexa, aburrida, gris, obligatoria, mientras que la ficción es algo que tú eliges y ordenas. Todos tenemos un sentido de la narrativa; quienes somos, adónde vamos, hacia dónde queremos llegar, de dónde venimos… Y damos un sentido a lo que nos pasa. Mucha gente me ha dicho que la ficción puede ser una condena, y yo nunca lo he vivido así porque para mí es una salvación, pero es verdad que en la novela están las dos cosas. La señora Potter…, con su halo ficticio, superior a la realidad, ha embrujado al pueblo y lo ha convertido en algo que no quiere ser.

¿Cómo definirías las relaciones entre padres e hijos en el libro?

Muy complejas, como una lucha por ocupar el protagonismo. Tienen mucho que ver con la idea del padre como creador y el hijo como obra, que te exige ocuparte básicamente de él durante un tiempo. Tú eres solo quien lo ha creado, pasas a ser secundario y enseguida quieres recuperar el protagonismo y, sin embargo, el hijo también lo quiere. Por otro lado, nos pasamos toda la vida intentando entender a nuestros padres y ellos entendernos a nosotros. Ellos han creado algo que les representa hasta cierto punto, pero que es algo nuevo, hay algunos que quieren controlarlo y que deben hacerlo porque es obra suya. Y otros que simplemente les dan más o menos libertad, pero no tener límites también te genera inseguridad y entonces los buscas, necesitas cariño.

¿La soledad es un tema recurrente en tus obras?

Así es, todas mis novelas están protagonizadas por personajes muy solitarios. Yo leí de muy joven El Túnel de Ernesto Sábato, una novela muy cortita, que habla de que al final aquí estás sola completamente siempre y por mucho que consigas o creas que has conseguido conectar con alguien, la conexión es algo pasajero, no va a estar contigo para siempre. Y estos personajes hacen mundos completos dentro de ellos, como todos nosotros. La locura viene cuando la narrativa se rompe. Lo que tú creías que eras de repente se ha roto y entonces entra una fuga y te vuelves loco o te deprimes…

¿La “magia” de la señora Potter y los “fantasmas profesionales” pretendían aportar un toque sobrenatural a la historia?

Sí, quería que siempre hubiese la puerta abierta a que ciertas cosas fueran posibles y, de hecho, hay un momento en todo el capítulo de la novela del joven sabio Means que resulta “mágico”, y aunque luego se explica cómo ocurre, cuando lo estás viviendo es así. Todo está como predicho. El de Bill es un personaje incrédulo, hundido, pero en ese momento se le aparece una llama de esperanza y él piensa: “Guau, ¿y si está pasando de verdad?”.

¿Vas a seguir incorporando los temas de la fama y el espionaje a tus próximas tramas?

Siempre. Son dos de los temas que me interesan y como mucho se pueden ampliar a otros en los que empiezo a pensar. En todas las entrevistas que me hacéis aprendo algo que yo no sabía que había hecho y, al saber que he tocado un tema concreto, de forma inconsciente planeo que salga más. En estos cinco años que he tardado en hacer La señora Potter no es exactamente Santa Claus he visto Las chicas Gilmore muy tranquilamente, y todo lo que veía de alguna forma me afectaba. De eso también van mis novelas, de cómo todo lo que consumimos a nivel cultural nos expande como personas y nos hace distintos cada día, nos hace cambiar de opinión sobre ciertas cosas.

 ¿Cómo describirías tu estilo de escritura?

Es difícil. A mí me gustan mucho los escritores posmodernos, la idea de romper con todo y mezclar lo que se llamaba antes alta y baja cultura, eso siempre está ahí. El propio lenguaje de La señora Potter no es exactamente Santa Claus no es un español que exista, sino que es un español también ficticio de traducciones anglosajonas, eso sobresale. Yo lo definiría como un estilo de escritura que explora los límites a todos los niveles. Intenta utilizar todo lo que tenemos para expandir la forma en que se cuenta la historia, para que la forma también sea un tipo de fondo. Es como poder subirte a un coche normal o a uno que tenga siete pisos, que por en medio se pueda subir y bajar, que sea de colorines y que ocupe toda la carretera, pues yo prefiero ese coche. Me gusta también mucho el estilo cargado de Foster Wallace, la repetición, los adverbios acabados en mente, que también alargan todo… No sé cómo definirlo, supongo que literatura posmoderna, no lo sé.

¿El periodismo ha influido para bien o para mal en tu literatura?

Para bien, sobre todo porque me dedico a entrevistar a escritores. Me relaciono con varios, aprendo mucho sobre cómo hacen las cosas y tomo muchas notas, por eso siempre escribo sobre ellos. Y luego me ha dado rapidez y disciplina. El periodismo tiene eso, que la página en blanco no es una página en blanco para ti. Sabes que vas a escribir, no importa lo que sea, vas a hacerlo. También me ha dado práctica en la propia escritura, en la construcción de las cosas. Leo a la vez libros muy distintos, unos por trabajo, otros porque quiero, y luego veo series porque también hago crítica de televisión. Entonces tengo muchos referentes que a veces no me gustan, pero los incorporo igual. Aunque también es verdad que cada vez más me he impartido yo misma la manera que escribo y luego los artículos son liosos, con frases largas y todo, pero intento que me pase cada vez menos y separar lo uno de lo otro. Además de que, si no hubiera tenido que entrevistar a Jo Nesbø, no hubiera estado en Oslo, no hubiera visto el barco que vi también. El periodismo me ha ayudado, es como mi mejor amigo, me lleva a sitios todo el rato.

¿Cuán importante es para ti que tus obras tengan una lógica clara?

Pues es importante, creo. En el momento en que las escribo no, porque creo que me dejo llevar, pero una vez acabo, veo que la tienen. Es casi psicoanalítico, porque de alguna forma está hablando de lo que pienso yo en ese momento e intenta cerrar una herida que estaba abierta. Lo que más me impresiona de esta novela es el hecho de haber creado un pueblo entero… Y todo lo demás. Yo no sé lo que va a pasar nunca, cuando estoy en un capítulo puedo saber más o menos cómo va a ser el siguiente, pero lo otro ya no, entonces para mí, también lo digo en un momento determinado, es como andar en la oscuridad. Cada capítulo empieza de forma distinta, va hacia un lugar al que me estoy dirigiendo, pero quiero salir de donde estaba. Es como un tapiz, en el que todas las historias van avanzando a la vez y todo va concluyendo hasta que todo se cierra.

¿Por qué tardó tanto La señora Potter no es exactamente Santa Claus en ver la luz?

Fíjate que en la libreta en la que estoy escribiendo la quinta o la sexta novela, arriba ya pongo “esta va a ser mi quinta o sexta novela”. Acumulo las ideas, sé que van a ser algo grande, pero no sé en el orden que van porque se me puede cruzar otra historia de por medio. La señora Potter no es exactamente Santa Claus no estaba del todo hecha porque tienes que ir recogiendo fósiles, huesos de dinosaurios de distintos sitios, y al final montas el esqueleto.

¿Ya podemos saber el nombre de tu nueva novela?

No, de hecho, durante todo el proceso La señora Potter no es exactamente Santa Claus se llamó Los Benson. Cuando me di cuenta de que los había hecho aparecer en la página 100, dije, “igual no son los protagonistas”, porque la idea de ellos me parecía muy atractiva, pero claro, empezó a crecer todo lo demás y ellos se quedaron como parte del engranaje. Entonces, si ahora te dijese el título para la nueva, que no lo tengo, sería el nombre del personaje de Brandenberry. No sé de dónde lo he sacado, pero viene conmigo desde antes de escribir La señora Potter.., incluso estaba a la vez que la de Connerland. Es un nombre pomposo porque el señor es así, pero claro, de pensar en los primeros personajes que van a salir y van a llevar la historia, él es como uno más. Fíjate que siempre acaban siendo nombres de gente, de personajes, porque al final los que mandan en mis novelas son los personajes. Connerland era igual, Wendolin Kramer también. Esta última iba a ser como La señora Potter no es exactamente Santa Claus pero lo que pasa es que la condensé muchísimo porque creía que no tenía sentido y ahora veo que sí, que tenía sentido.

¿Y nunca te has bloqueado al llevar tantas tramas al mismo tiempo?

Siempre me ha venido bien porque esas tramas están como aparcadas. Voy por la calle caminando, o en el tren, las apunto en la libreta de la historia y las guardo. Entonces a veces tengo un montón de piezas que se han ido acumulando durante años antes de siquiera haber empezado la historia. No me molesta porque son ideas muy secundarias, cuando estoy en una, estoy en esa únicamente; pero si veo algo que no encaja, pienso que podría ser para otra novela, como Brandenberry por ejemplo, o incluso para otra que tengo pensada para más adelante.