La ecopoesía de Alba Vidal

La Consentida, en su colección El Semillero, publica «La descendencia de los árboles».

Texto: Enrique Villagrasa

 

El poemario La descendencia de los árboles, de Alba Vidal (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1990, pero con profundas raíces aragonesas, del pueblo de Burbáguena, en la provincia de Teruel, donde ha pasado y pasa sus veranos), me recuerda al Cántico del hermano sol de Francisco de Asís: “Loado seas mi Señor, por nuestra hermana madre tierra,/ la cual nos sustenta y gobierna,/ y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”. Alba dice: <<Saber amar la tierra,/ enredarse en sus matices”. Pero, a la vez, me lleva a pensar que en estos días de nuestras vidas estamos en un momento crítico para la tierra: no hace falta recordar el cambio climático, la ausencia de lluvia y de agua y la falta de bosques, sin ir más lejos, pesca, ganadería, etcétera. Y esto lo deja claro en el poema Todo es pérdida donde señala que: <<Cómo explicar/ que la tierra que me ofreces/ es abono para el dolor,/ cómo explicar/ que antes de nacer// yo// ya estaba perdida>>.

 

Este primer poemario, de esta joven poeta, está dividido en dos partes, Tierra y Raíces, ambas con veinte poemas, más un inteligente e inquisitivo epílogo: <<¿Qué sentido le damos a la tierra y a los frutos que recolectamos?>> y nos da cuenta de lo que ya nos avanzaba en las lecturas públicas en los Encuentros de Poetas del Jiloca, en Burbáguena y en el Club de poesía de esta misma revista, librujula.com; donde publicó algún que otro poema: en la línea de su esforzado amor por la naturaleza. Así pues, es su poesía una ecopoesía que nos enseña a amar, de limpidez reflexiva, a la que no le faltan lecturas, dadas las citas que señala de poetas muy interesantes, como Alfonsina Storni, Mario Benedetti, Luis Cernuda o Miguel Hernández, plural y pluscuamperfecta poesía. Es importante leer y leer a todos y luego quedarse con lo mejor. Creo que esta poesía de Alba es de lírica meditación, como el poema a Burbáguena o el poema que tiene el mismo título que el libro: <<Porque es aquí, en esta tierra/ donde la luz extiende sus colores/ y el graznido de mi alma/ se vuelve primavera>>. O <<Solo pido clemencia,/ clemencia para que no me olvides,/ porque si te esfuerzas,/ si coges pico y pala/ y me desentierras,/ encontrarás tu nombre en mis raíces>>.

 

Una ecopoesía que intenta expresar con más o menos ironía lo inexpresable a través de la reflexión, desde el filtro de la lucidez, sin ir más lejos. Memoria, mirada y lenguaje: <<La arena os tapó la cara,/ pero no cubrió vuestro nombre>>. Por lo que creo que Vidal en este excelente primer poemario, que espero sean muchos más, ha buscado en la poesía un único propósito, lograr esa iluminación, esa revelación, que le ayude a sobrevivir en su vida cotidiana. Es el hecho de escribir versos para clarificar lo que siente la poeta que tal vez, y solo tal vez, no sepa muy bien que lo siente hasta que ha conseguido expresarlo. ¡Qué gran calidad y belleza poética: pensamiento y sentimiento juntos! Pienso que la palabra poética de Alba Vidal es un don, revelación a la vez que rebelión del ser siendo, en esa lucha diríase. ¿Qué sería de nosotros?, ¿cómo podríamos resistir en esta tragicomedia que nos ha tocado en suerte que es la vida, la existencia, la naturaleza, si no tuviésemos sueños?, sueños que le llevan a uno: <<Creí que jamás escucharía/ el chasquido de la amapola/ iniciando mundo, sin embargo,/ hoy emerge de mí/ olor a pintura fresca>>.

 

Esta ecopoesía de Alba es una postura ética y estética de quien lee y escribe, en la que desarrolla su quehacer demiurgo, pues de lo contrario se le marcharía la vida río abajo y ella valiente y arriesgada nada a contracorriente. Les prometo que leerla y sentirla, pues te conmueve, es toda una aventura que le da y nos da vida. Y lo logra la poeta Vidal, pues nos lo hace ser y sentir a las personas lectoras.

 

Lo esencial de esta poeta es que nos ha despertado para (re)construir nuestro mundo, tras la búsqueda de la verdad y la claridad poética, aquella que se encarna, trasciende ese instante de lectura: un fenomenal latigazo cerebral, pues tengamos claro, como la poeta lo tiene, que la poesía anida no solo en el papel, también en las personas lectoras. La poeta solo busca, persigue, descubrir la realidad, pero (re)inventándola. La poeta vive con palabras en esta magnífica arquitectura verbal. ¡No lo duden! Y tengan fe, pues es como dice Alba Vidal: <<Entonces, nací de nuevo, más viva,/ más despierta, más limpia de horizonte>>.

 

Cabe apuntar y no olvidar por último que La descendencia de los árboles es la obra de esta poeta, entregada, y de qué manera a lo que le importa y siente (lean el poema Esta mesa o A mi abuelo le gustaba volar, entre otros), con profundidad, con una mirada que desborda lo absurdo de la cotidianidad del ser humano, con un refinado estilo poético de sencillez reflexiva. Poemas íntimos de verdad, pero no confesionales, de significado universal. Es todo un compromiso ético de esta poeta con la ecopoesía, con la palabra, con la página, con la naturaleza, con el amor, en continuo diálogo: <<La voluntad del bosque no es sanar la herida,/ es custodiar todos los sueños que soñé por los dos,/ y asegurarse que todo cuanto te quiero/ no pueda marcharse antes que yo>>.