Joseph Conrad, el polaco que escribía en inglés

Cien años del fallecimiento de Joseph Conrad, uno de los mejores novelistas en lengua inglesa y un clásico de la literatura universal. 

Texto: Eduardo GARRIDO PASCUAL

 

Probablemente, toda la obra de Joseph Conrad esté contenida en la ya mítica nota del autor a su novela El negro del Narcissus: “Cualquier obra que aspire, por humildemente que sea, a la condición de arte, debería poder justificar cada una de sus líneas. El arte mismo puede definirse como un obstinado esfuerzo por hacer la más alta justicia al universo visible, sacando a la luz la verdad, una y múltiple, que subyace en cada una de sus facetas”. En esas mismas líneas, el autor sostiene que la auténtica verdad de nuestra existencia o, dicho de otra manera, la comprensión última de lo que somos, no debe ser objeto de indagación de pensadores o científicos únicamente, sino fundamentalmente por artistas: “Impresionado por la imagen del mundo, el pensador se sumerge en las ideas y el científico, en los hechos”. Y poco más adelante, añade: “Sin embargo, el artista apela a aquella parte de nuestro ser que no depende del saber; a aquello que poseemos como don y no como adquisición, y que está dotado, en consecuencia, de mayor permanencia”. Auténtico faro estético en el conjunto de la trayectoria conradiana, este prólogo se acabó publicando en la prestigiosa revista The New Review, en cuyas páginas aparecerían por entregas los capítulos del Narcissus.

El oficio de escritor no fue una vocación temprana en el polaco. Publicó su primera novela, La locura de Almayer, a los 38 años. Conrad solía decir que se había convertido en escritor por casualidad y cuando le preguntaron qué lo había llevado a escribir, reflexionó durante unos instantes y respondió: “La verdad es que llevaba mucho tiempo en tierra”. Hijo único de una familia de la élite intelectual polaca, Józef Teodor Konrad Korzeniowski nació en 1857 en Berdichev, una ciudad del imperio ruso que hoy es Ucrania. Su padre, Apollo Nalecz Korzeniowski, poeta, traductor de Shakespeare, Victor Hugo y Charles Dickens así como activista en la resistencia polaca contra el zar, fue deportado junto a su esposa, Ewa. Ambos fallecieron en poco tiempo como consecuencia de las duras condiciones. Huérfano a los doce años y bajo la tutela de su tío materno, Tadeusz, el joven Conrad no tardará en proclamar su vocación marinera. Desde Marsella, en la naviera Delestang et Fils, realizará varias travesías al Caribe a bordo de las goletas Saint Antoine y Mont Blanc. Tras ese bautismo de mar, se instaló en Inglaterra, obtuvo su título de capitán de la marina mercante y se nacionalizó británico.

Vida en la mar

Viajes y escritura, vida y obra, se entrecruzan en la biografía de este nómada marino que siempre arrastró no solo la memoria de una nación ocupada y dividida, sino también el peso de la pérdida y el exilio. Estos aspectos se reflejan en la forma en que sus personajes lidian con el honor y la valentía, la lealtad y la traición, temas fundamentales y recurrentes en su escritura. Atento a los matices más sutiles de la condición humana, en sus trece novelas, veintiocho relatos y dos libros de memorias, narró como nadie los entresijos de la relación del hombre con el mar,

Tras viajar por todo el mundo, se inició en la escritura de manera profesional en 1894. Para entonces, las condiciones de la marina mercante estaban cambiando y los grandes veleros, que eran donde él había hecho su carrera, se veían amenazados por la llegada del vapor. Las rutas comerciales crecieron hasta abarcar el planeta entero y el conocimiento adquirido a lo largo de veinte años se quedaba obsoleto.

El mar, cuya sombra alargada de infinitos matices sirvió de materia prima a toda la obra de Conrad, significó sobre todo la tragedia de la soledad y las agitadas turbulencias de un barco en medio del océano, como metáfora del alma humana. Escritor de una habilidad compleja y una visión intensamente personal, ha sido considerado como uno de los mejores novelistas ingleses. De hecho, escribió toda su obra en inglés, la que sería su tercera lengua después del polaco y el francés. En este sentido, Javier Marías, el reconocido escritor y editor español fallecido el pasado 2022, escribió: “No cabe duda de que la prosa de este polaco de origen –que no aprendió la lengua en que escribía hasta los veinte años– es una de las más precisas, elaboradas y perfectas de la literatura inglesa”. En Crónica personal, el mismo Conrad explica que su primer contacto con el inglés fue a los siete años, cuando su padre traducía las obras de Shakespeare para mantener a su familia.

Uno de los grandes

A pesar de sus grandes obras, Lord Jim, Nostromo, el ya mencionado El negro del Narcissus, El agente secreto y muchas otras, acaso la más conocida sea la novela El corazón de las tinieblas, inspirada en su viaje por el Congo como capitán de un vapor. En palabras de Maya Jasanoff, catedrática de Historia en la Universidad de Harvard: “Lo que vio en el Congo era un régimen europeo de inenarrable codicia, violencia e hipocresía, y se fue de África en un estado de absoluto descorazonamiento psicológico y moral». Jorge Luis Borges escribió que el viaje de Marlow por la selva para encontrar a Kurtz quizá fuera “el más intenso de los relatos que la imaginación humana ha labrado”. Igualmente, el escritor argentino, uno de sus más fervientes defensores, se refería con estas palabras al respecto de su obra El final de la cuerda: “Es una de las más espléndidas narraciones, extensa o breve, nueva o antigua, de las letras inglesas, comparable con las composiciones musicales de Juan Sebastián Bach”.

Inevitablemente, tantas experiencias y desafíos dejaron heridas físicas y emocionales que, de una u otra forma, forjaron el carácter y la mirada tan particular que sobre el ser humano y el mundo Conrad reflejó en su literatura. Asimismo, su amor por el mar queda plasmado a lo largo de toda su obra y él mismo, en El espejo del mar, auténtica obra maestra subtitulada Recuerdos e impresiones, se refiere a “mi gran pasión por el mar. La llamo grande, porque para mí lo fue. Otros podrán llamarla insensato encaprichamiento. Eso se ha dicho de toda historia de amor. Pero, sea como fuere, persiste el hecho de que se trataba de algo demasiado grande para las palabras”. Y en la nota preliminar de la misma obra escribe: “En estas páginas hago una confesión completa, no de mis pecados, sino de mis emociones. Es el mejor tributo que mi piedad puede rendir a los configuradores últimos de mi carácter, de mis convicciones, y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado”.

De Stevenson a Melville, de Conrad a London, el mar es una fuente ilimitada de inspiración, siempre susceptible de nuevas perspectivas y reescrituras. A día de hoy, tras cien años de su muerte, Joseph Conrad, el polaco que escribía en inglés, continúa siendo una figura esencial en la literatura por su capacidad inimitable de capturar la complejidad del alma humana, cuya intensidad se apodera de lectores y escritores.

Joseph Conrad falleció el 3 de agosto de 1924, en Bishopsbourne (Kent) y sus restos descansan en el cementerio de Canterbury, en cuya lápida aparecen unos versos del siglo XVI, del poeta Edmund Spenser, que el autor había usado como epígrafe de su novela El pirata: “El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida: qué grandes placeres todos”.