Ibán Manzano debuta con «Las casas que arden»

«Las casas que arden» es un libro de relatos de ficción fantástica, publicado por la editorial Paripébooks.

Texto: Susana Picos  Foto: Ibán Manzano

 

En los últimos diez años, Ibán Manzano ha desarrollado su carrera principalmente como asesor de guion, colaborando en largometrajes como «La sociedad de la nieve» (2023), en la que trabajó como supervisor de guion, y «Un monstruo viene a verme» (2016), como consultor creativo, ambas dirigidas por Juan Antonio Bayona. También ha trabajado en «La noche de 12 años» (2018) de Álvaro Brechner, ganadora del Goya a Mejor Guion Adaptado, así como de «Fácil» (2022), una serie dirigida por Anna R. Costa para Movistar+ que adapta la novela Lectura fácil (2018) de Cristina Morales. Uno de sus últimos trabajos ha sido como coordinador de guion en «Un fantasma en la batalla» de Agustín Díaz Yanes, que se estrenará el próximo año en cines y en Netflix.

Pero si Ibán Manzano ya posee una larga trayectoria profesional en el campo audiovisual, en el ámbito literario es un recién llegado. Recientemente ha publicado un libro de siete relatos de ficción fantástica titulado Las casas que arden, donde lo cotidiano se quiebra de forma inesperada y perturbadora. Hemos querido saber más sobre su debut y a través del correo electrónico nos ha respondido a estas preguntas.

 

Las casas que arden, ¿por qué este título?
Uno de los relatos de la colección se titula “La casa que arde”, en singular. Fue también uno de los últimos que escribí y al hacerlo caí en la cuenta de que todos los relatos compartían un elemento transversal, “la casa”. Y además “la casa” en diferentes estados. En estos cuentos nos encontramos con edificios en construcción, apartamentos turísticos, segundas residencias, asistimos a la amenaza de un desahucio, etc. Me di cuenta de que en mayor o menor medida estas historias tematizaban la idea de “la casa” y, en más de un caso, también la del hogar. Quizás casas que ardan como tal sólo las hay en un cuento, pero metafóricamente todas las casas de las demás historias también arden.

¿Además de la casa hay algún otro hilo conductor entre los siete relatos del libro?
El más evidente son las casas que arden a las que hace alusión el título. Como decía antes, todas las historias giran en torno a lo que significa el concepto de la casa y, en cierto sentido, del hogar. La casa es a fin de cuentas el espacio físico en el que pasamos más tiempo en nuestro día a día, en el que desarrollamos y construimos nuestra intimidad, y el cual, de una manera de la que no siempre somos conscientes, nos determina y condiciona. Pero hay además otra conexión entre los relatos. Todos los personajes se enfrentan a un suceso sobrenatural que los desborda. Mi idea fue siempre poner en conflicto lo cotidiano con lo sublime, obligar a los personajes a preguntarse qué lugar ocupan ante una realidad y una narrativa que se muestra tan cruel con ellos.

¿Qué representa lo sobrenatural en tus historias?
En estos relatos lo sobrenatural es antes que nada algo que sobrepasa a los protagonistas, la encarnación de aquello en sus vidas que no pueden controlar, que ni siquiera comprenden del todo, pero a lo que de una manera u otra permanecen encadenados. Es un enigma sin solución, un misterio irresoluble, una herida que ya los ha marcado y que nunca cicatrizará.

 ¿Eres fan de la literatura fantástica?
Sí, soy un lector habitual de la literatura fantástica, en concreto de la literatura fantástica que parte de lo cotidiano, que transgrede lo común. Disfruto especialmente de las historias en las que un mundo aparentemente trivial y casi que aburrido se ve sacudido por un elemento fantástico que lo transforma todo a su paso.

¿Es tu primer libro de relatos o ya habías debutado en este género narrativo?
Es mi primer libro en general y, por extensión, mi primer libro de relatos. No sé lo que vendrá a continuación, pero sí me gustaría señalar que he escogido escribir relatos no como una etapa intermedia antes de lanzarme a por una literatura de mayor extensión, sino como un fin en sí mismo. Soy un gran defensor (y lector) de la literatura breve, bien sean relatos o novelas cortas, así que he disfrutado muchísimo de los retos que ha supuesto escribir relato, de tener un espacio limitado para desarrollar las historias y jugar con ello.

¿Tu profesión te ha ayudado a la hora de escribir relatos?
Hay elementos comunes tanto si se trata de enfrentarse a una narración audiovisual como a una literaria y a la vez muchas diferencias. Entre lo que destacaría en común está el hecho de que, narres lo que narres, creo que es fundamental preguntarse qué te mueve a contar una historia, qué es lo que te interpela profundamente, y al mismo tiempo por qué crees que a los demás les debería interpelar también. Son
preguntas básicas, pero diría que a veces no les damos la suficiente importancia.

¿Y las diferencias?
Como decía hay paralelismos y diferencias. He comentado el que entiendo que es el principal paralelismo. Respecto a las diferencias, también existen y me atrevería a decir que son muchas. Los guiones no dejan de ser herramientas, fundamentales eso sí, al servicio del posterior rodaje. En ellos está todo, pero se expresan únicamente a través de acciones y diálogos, ni siquiera disponemos todavía – aunque podamos intuirlas– de las imágenes, que son la unidad expresiva y dramática del cine. En cambio, en un relato son las palabras las que aguantan todo el peso. Sirven para describir y narrar, pero también para construir un estado de ánimo o un tono.

¿Veremos alguno de tus relatos en la gran pantalla?
Lo cierto es que no los he escrito pensando en una posible adaptación. Me da la impresión de que los códigos de estos relatos son más literarios que cinematográficos. Quizá las ideas, las premisas, puedan trasladarse sin demasiada dificultad al cine, pero la aproximación que he hecho está muy centrada en explorar el interior de los personajes, en meterse en sus cabezas, algo que a priori es más adecuado para la
literatura por su propia naturaleza introspectiva.