Guionistas, escritores tras la tramoya

Daniel Remón, con «Literatura» (Seix Barral), y Albert Bertran Bas, con «La memoria eres tú» (Roca), han dado el salto del cine a la novela y nos explican las diferencias entre escribir para uno y otro medio

 

Texto: Santiago BIRADO  Foto: Asís G. AYERBE

 

En esa poderosa industria audiovisual que mueve trillones de dólares y deslumbra con el glamour de actores y directores, los guionistas son los últimos de la fila. Y, sin embargo, son los que ponen la primera piedra que sostiene todo ese edificio de luces y color que alivia la soledad o el insomnio de media humanidad. De vez en cuando, algún guionista escapa de esa tramoya donde trabaja en la invisibilidad absoluta y publica una novela.

Acaban de hacerlo dos guionistas que podríamos calificar de jóvenes: Albert Bertran Bas, con La memoria eres tú (Roca) y Daniel Remón, con Literatura (Seix Barral). Dos novelas rebosantes de oficio de narrador, imaginación y mucho movimiento. Les pedimos que nos cuenten si unos padres han de alarmarse si su hijo les dice que quiere ser guionista.

Escribir una novela y escribir un guion, ¿en qué se parece y en qué se diferencia?

Daniel Remón: Un guion es un medio para llegar a un fin, mientras que una novela es un fin en sí misma. Además, la libertad que te da la literatura yo no la he encontrado en el cine. Esa libertad suele ir asociada a una soledad más extrema que la que se da en cine, y también a unas condiciones de trabajo generalmente más precarias. Ese es el precio de la libertad. A mí me sale a cuenta, y lo pago feliz.

Albert Bertran Bas: En realidad, todo se reduce a lo mismo. Se trata de contar una historia. De añadir elementos, giros, tramas y personajes que resulten lo suficientemente atractivos al lector/espectador para que quiera llegar hasta el final. Tienes que expresarlo en imágenes porque la gente que mira la pantalla no puede leerte la mente y en un guion no puede sobrar nada. No hay paja porque cada página representa un minuto y cada minuto de cine cuesta dinero a la productora. En cierto modo escribes atado de pies y manos. Pero eso curte, y mucho. Un libro es libertad. Aunque a veces eso también puede suponer un problema. Como un parking vacío, tienes tantas plazas libres que a veces te cuesta decidir dónde aparcar.

Los novelistas no suelen ser buenos guionistas, naufragaron en el intento genios como Scott Fitzgerald o Faulkner. ¿Los guionistas pueden ser buenos literatos?

A.B.B.: Seguro que existen novelistas capaces de escribir buenos guiones, aunque dudo que pudieran hacerlo sin estudiar o tener unas mínimas nociones sobre el lenguaje cinematográfico. Quizás ese es el problema. El pensar que escribir un libro te otorga una especie de conocimiento universal sobre cualquier tipo de escritura. Las técnicas de escritura, sobre todo en el cine, son importantes y debes conocerlas. Aunque luego decidas no aplicar ni una.

D.R.: Esos autores que nombras eran genios, por así decirlo, demasiado buenos para Hollywood. Seguramente ahí esté el problema. Ahora mismo, sin embargo, sí estoy convencido de que un buen guionista puede ser un buen literato. Pienso en gente como Guillermo Arriaga, Richard Price o Nic Pizzolato. Absolutamente Heather, de Matthew Weiner, el creador de Mad Men, por ejemplo, me parece una excelente novela.

¿Por qué los guionistas, que alimentan una industria tan poderosa, están tan ocultos?

D.R.: Cuando llegaron las plataformas, muchos guionistas pensamos que eso iba a cambiar. Creíamos que se instalaría en España la figura del showrunner, igual que en Estados Unidos. Ahora sabemos que generalmente no ha sido así. El nombre que prevalece sigue siendo el del director. Seguramente sea la pescadilla que se muerde la cola. Hay guionistas a los que esta falta de repercusión les trae sin cuidado, y la industria se aprovecha de eso.

A.B.B.: Yo conozco a mucha gente que cuando les digo que soy guionista se creen que mi trabajo consiste únicamente en escribir diálogos. No lo sé… Quizás es porque somos el primer eslabón de una cadena muy larga y lo más vistoso está justo en el otro extremo. O puede que seamos como la primera piedra de uno de esos edificios emblemáticos, se les rinde un pequeño homenaje al colocarla pero luego, cuando el edificio está acabado, ya nadie se acuerda de ella. Quién sabe… De lo único que estoy seguro es de que todas estas grandes historias que nos han llegado a través de la pantalla, jamás habrían nacido de no ser por un tipo estrujándose la cabeza frente a una hoja en blanco.

Si tuvierais que escribir el guion de vuestra novela… ¿creéis que los autores Bertran Bas y Daniel Remón se cabrearían con los recortes y cambios?

A.B.B.: Si fuera un guion ya lo tendría más que asumido. De las primeras cosas que me advirtieron cuando estudiaba fue a no encariñarme mucho con lo escrito porque siempre habrá cambios. Aparca el ego porque no eres ningún dios, solo eres una pieza más y la productora querrá cambiar cosas, después el director, después los actores, montaje, postproducción. A veces te eliminan tramas o personajes enteros. Les cambian la edad, el sexo… Es invasivo, sí. Pero el guion es una guía, el primer punto de un largo proceso. Si eres de los que no soportas que te cambien las cosas, olvídate de escribir guiones. Dicho esto… ¡Sí, me cabrearía me tocaran una sola coma! [se ríe].

D.R.: Yo creo que no me cabrearía, porque soy consciente de que la literatura y el cine son lenguajes bien distintos. Para mí no tiene demasiado sentido comparar una novela con su adaptación cinematográfica. Habría, seguramente, recortes y cambios, pero supongo que lo entendería: es la mirada de otro, y hay que respetarla. Digo “supongo” porque no me ha pasado nunca y uno nunca puede estar seguro.