El viaje intelectual de Waldo y Lana o la historia de los años 90

Bala perdida publica «Los sueños heroicos» de Fernando Ontañón.

Texto: Enrique Villagrasa  Foto: Bala Perdida

 

Leer a Fernando Ontañón (Santander, 1972) en su reciente novela Los sueños heroicos (Bala perdida) es participar de un viaje intelectual: de Madrid a Xinescas un pueblo ficticio del Priorat (Tarragona) y de allí a Barcelona, a Coruña, tal vez. Es un viaje de una pareja, Waldo y Lana (la Rubia), hartos de ganar dinero en los años de la Olimpiada y la Expo del finales del siglo pasado. Son pudientes ejecutivos en el mundo de la publicidad y viven en Madrid y deciden que esa vida que llevan no es lo que buscaban y encuentran un pueblo en el Priorat tarraconense donde piensan construir un hotel enológico y vivir más o menos de acuerdo a sus ideas. Las personas lectoras recordarán que los años 90 en España fueron aquel inicio del capitalismo más que salvaje y que todavía dura, pues andamos un mucho atrapados en él. Creo que esta novela, Los sueños heroicos, es un acontecimiento literario, que abarca la vida de estos dos personajes y de algunos otros, como Claudio.

La novela se abre con tres inteligentes citas que nos introducen en la vida y milagros de la Rubia y de Waldo. Aunque durante lectura de esta obra de 275 páginas a veces he recordado la cita de Horacio, aquella que decía no porque el hombre salga de su casa sale de sí mismo. Pero los protagonistas tenían que salir de Madrid, era su meta, abandonar la vida que llevaban, trabajo y dinero por doquier, y encontrar un lugar donde residir y ser ellos mismos. Aunque creo que es todo eso y mucho más, como obra en la que la persona lectora es cómplice, a la vez que el autor de la narración, o la misma literatura, la música, el vino, la política, el sexo, las relaciones de pareja, las amistades y los personajes secundarios y los títulos de las obras y de la música. Los Diarios de Jonh Cheever están siempre presentes: es el libro de cabecera de Waldo, y es cómo no un homenaje a Luna de lobos (Seix Barral, 1985), de Julio Llamazares y otros autores.

La obra está estructurada de una forma ágil, sugerente y placentera para la persona lectora de la misma: en un ir y venir de los protagonistas en el tiempo, pues persiguen que “el tiempo sea la verdadera medida de su riqueza”. Así se inicia en el agosto de 2019 y acaba en octubre de 2020; pero otro de los inicios es otoño de 1992, de 1993 con su Navidad, primavera de 1994 y demás veranos, para que podamos entender esta novela tan elocuente que nos lleva a preguntarnos ¿cómo vivimos nuestra vida? y nos conduce a intentar saber si es tan necesario como creemos tener un trabajo esclavo y ser el dinero que tenemos o los más ricos del cementerio.

Creo que es una hermosa historia, narrada con la habilidad admirable que caracteriza a Fernando Ontañón. Quien recoge como pocos la historia de esta interesante e inteligente pareja, que emociona, la Rubia (Lana, quien también escribe en sus cuadernos) y Waldo, que cuenta y cuenta sus sesiones de terapia, además de las vidas paralelas de los amigos, conocidos, vecinos y hasta del cura Koldo. La vida del Priorat y la vida enológica, con sus pizarras y su garnacha. ¡Qué grande, Fernando! ¡Qué poderío de imágenes! Pues en la novela se funde tradición y presente y no me cabe ninguna duda de que el autor es un gran fabulador. Aunque incluya una nota explicativa al final. Creo que Jonás es el alter ego de Fernando, imbricado totalmente en la novela, como autor y como personaje. A mí me gusta Godo.

La novela expone aciertos y dudas de las terapias, de la religión, de la sexualidad, de las viñas y el vino, de la hostelería, de la construcción, del mundo de la publicidad, de la política, de la música: del jazz de Keith Jarret, de lo que es la vida en sí o esta existencia que nos ha tocado lidiar, donde todo es vanidad. Y sí la novela se inicia con una pareja que renuncia a todo por amor, desde la apuesta por cumplir un sueño, también le llega el momento del desamor, del paso del tiempo, que todo lo oxida. El final es del todo inesperado, de verdad. Al menos para mí imprevisible.

Creo que las novelas de Ontañón nos hacen reflexionar sobre nuestra existencia; y si esta me lleva a preguntarme para qué sirve leer también me conduce hacia el hecho de escribir, el porqué y su para qué. ¡Acaso el que lee no es el autor de lo que lee! En poesía al menos sí, la persona lectora es quien acaba el poema. Y a esta novela, Los sueños heroicos, no le falta lirismo. Es una maravilla. Estoy encantado de ser coetáneo de Fernando. Uno de los novelistas geniales de hoy. Y es que está dotado de una gran capacidad de expresión, de gran riqueza de imágenes y de alusiones, elocuencia, también lograda capacidad de disertación en esas brillantes páginas. Un novelista irresistible, que plasma como nadie las genialidades y contradicciones de los personajes, como en la vida misma.