El pequeño Gatsby

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El pequeño Gatsby

Rodrigo Fresán

Debate

120 págs. 12’90€

 

Italo Calvino decía que un clásico literario es aquel que nunca te entrega todo lo que tiene de una vez, es uno de esos libros a los que puedes acudir en repetidas ocasiones, sin dejar de encontrar alguna felicidad, siempre. Un clásico es una lectura extemporánea que podrán leer generaciones diferentes en lugares muy distantes. Para probar que eso es así, Rodrigo Fresán lleva décadas ensayando consigo mismo, desde que leyó El gran Gatsby por primera vez. Lo lee cada verano porque le parece idóneo para esa estación del año, y además procura leerlo en una edición diferente, de entre las más de veinte que él mismo tiene. Su relación con ese libro es tal que para él no es El gran Gatsby, como para mí, para él es El Gran Gatsby, con las dos ges mayúsculas, porque para Fresán hasta el último detalle de la novela de Francis Scott Fitzgerald es mayúsculo.

Si considera El Gran Gatsby la «gran novela americana» en tamaño portátil, al libro que acaba de publicar para conmemorar su centenario lo titula El pequeño Gatsby, con «pequeño» en minúscula para marcar las diferencias. Pero dejemos claro que este libro es solo «pequeño» en tamaño, no en ambición. Es pequeño porque es breve, al mismo tiempo que es grande porque en ningún momento deja de impregnarse de la grandeza de Fitzgerald y de dejar claro que esa grandeza es fruto de serias contradicciones, como el alcoholismo, el despilfarro, los excesos y la megalomanía. De hecho, lo que más asombra a Fresán es que El Gran Gatsby fuese ignorada en su día y reconocida tiempo después, cuando Gatsby se convirtió más en un personaje de leyenda, inspirado por la más potente imaginación, que en un personaje real, inspirado por el capitalismo pero también por cuanto se lo opone: el idealismo, la amistad y el amor. Lo que más asombra a Fresán, creo yo, es que en el centro de una novela sobre el dinero y el poder haya un corazón que sangra y palpita. Hilario J. Rodríguez