“El gemido de Majnún”, de Nizami Ganjavi

Nizami Ganjavi (1141-1209) es el gran poeta de Azerbaiyán, sufi místico. Nació y vivió en Ganja (Ganyá), la capital de la antigua región de Arrán (actual Azerbaiyán). Sus obras Tesoro de los misterios, Khosróv y Shirín, Leylí y Majnún, Las siete princesas (Las siete bellezas), Iskandarnamah (El libro de Alejandro Magno), los divanes (la colección de poesías), los gazales y los dichos sabios alcanzaron gran fama en Oriente Próximo desde principios del siglo XII.

Lord Byron llamó a Leyli y Majnún “los Romeo y Julieta de Oriente”. A continuación publicamos un extracto de este poema, denominado El gemido de Majnún, gracias al Centro Estatal de Traducción de Azerbaiyán.

 

 

EL GEMIDO DE MAJNÚN

Yo soy tuyo, no importa lo lejos que estés de mí.

Tu dolor, cuando sufres, me hace arrepentirme.

No hay hálito de viento que no me traiga tu aroma.

No hay ave canora que no pronuncie tu nombre.

 

Cada memoria que ha dejado su rastro en mí,

permanece completamente como si fuera parte de mí.

No te tardes, no sea que me encuentres muerto.

Atrapada por el lobo, la oveja oye demasiado tarde

cómo la flauta del pastor gime por su cruel destino.

 

Abrasándome de sed, busco por nada en el cielo

la nube que traiga la lluvia de salvamento.

Me estás torturando brutalmente,

pero mientras viva tu hermosura

me hace quererte y perdonar.

 

Yo soy en candelera, tú eres el sol;

tu poder prevalecerá de mi luz menguante.

La lumbre tiene envidia del brillo de tus ojos;

los tulipanes y las rocas se marchitan al verte.

¿Separarnos? ¡Jamás!

De rodillas te profeso amor y devoción,

fiel hasta la muerte.

Agonizando, soporto tus golpes con resignación;

tuya, si muero, será la sangre que corra.

¿Quién soy yo, tan lejos de ti y al mismo tiempo tan cerca?

Un mendigo que canta. Leyli ¿me oyes?

 

Libre del trabajo duro de la vida,

mi aislamiento, mi dolor y mi amargura son para mí prosperidad.

Y, sediento, en la inundación del dolor me ahogo.

Hijo del sol, sufro de hambre por la noche.

Aunque separadas, nuestras dos almas amantes se unen,

pues la mía es toda tuya y la tuya es mía.

 

Dos misterios somos para el mundo,

uno contesta al hondo dolor del otro.

Pero, si nuestra despedida nos divide en dos,

una luz radiosa nos envuelve en común,

como procedentes de otro mundo.

Lo que allí es uno, aquí está separado.

 

Sin embargo, si bien los cuerpos se separan,

las almas vagan y se comunican con facilidad.

Yo viviré para siempre:

compartiendo tu vida por toda la infinidad,

yo viviré si tú permaneces contigo.