Catriona Ward: «El terror debería hacerte sentir menos solo»

La reina del terror, Catriona Ward, publica «La bahía del espejo» (Runas), una novela metaliteraria que nos habla de la magia de la palabra, de los mundos que creemos reales y del poder del amor.

Texto: Isabel DEL RÍO SANZ

 

Catriona Ward es un espíritu inquieto, nació en Washington DC y creció entre Estados Unidos, Kenia, Madagascar, Yemen y Marruecos. Estudió en Oxford y realizó el máster de escritura creativa en la Universidad de East Anglia. Quiso ser actriz, sin embargo encontró su lugar entre historias de otro modo y ha recibido el premio August Derleth a la mejor obra de horror por sus novelas Rawblood, La pequeña Eve, también ganadora del premio Shirley Jackson, y de nuevo por La casa al final de Needless Street, y es ganadora del premio de la Asociación Internacional de Escritores de Thriller por Sundial.

Con La bahía del espejo (Runas), Catriona regresa a los juegos de reflejos, a los puzles psicológicos que llevan al lector a fijarse en cada detalle para resolver el enigma. En su nuevo libro, Ward ha tejido una novela metaliteraria que nos habla de la magia de la palabra, de los mundos que creemos reales y del poder del amor. Una historia contada por distintas voces, mezclándose hasta no poder dilucidar cuáles son las reales y cuáles inventadas, escritas para poder narrar aquello tan doloroso que es necesario disfrazar. Un misterio que nace con la amistad entre tres adolescentes y el secreto que el mar esconde.

 

Hola, Catriona. Muchas gracias por respondernos, estoy muy emocionada de poder entrevistarte. Me gusta empezar con un par de preguntas personales y luego profundizar en tu trabajo.

 

¿Qué significa para ti escribir?

No tenemos manera de saber cómo es estar en la conciencia de otra persona. ¿Cómo siente el mundo? ¿Cómo es para ella tocarlo, saborearlo u olerlo? No podemos saberlo. Sin embargo, un libro es nuestra mejor hipótesis, en él reside la oportunidad de comprender la experiencia de los demás. Como escritora, yo solo creo la mitad del libro, el resto lo aporta el lector a través de su experiencia e imaginación. Sin un lector, un libro es sólo un objeto, un objeto que permite tener este encuentro de mentes que trasciende el tiempo, el espacio y la cultura, que conecta a dos personas que están separadas por siglos o en continentes diferentes. Los libros son un truco de magia increíble.

 

¿Cuándo empezaste a escribir?

Crecí en Estados Unidos, Kenia, Madagascar, Yemen y Marruecos. Aunque tengo doble nacionalidad, entre el Reino Unido y los Estados Unidos, no visité el Reino Unido hasta el final de mi adolescencia. Comencé a escribir cuando era niña: cuentos y obras de teatro cortas. Después de estudiar Literatura Inglesa en Oxford, hubo una especie de cambio en mí, creo que me sentí intimidada, pues me animaron mucho a pensar en los libros como algo que se estudia, no como algo que yo pudiera escribir. Quería ser actriz, pero me di cuenta de que era demasiado nerviosa. ¡No podía actuar, que es la parte principal del trabajo! Entonces recurrí a otra forma de contar historias que me encaja mucho mejor. Con libros puedes cometer todos los errores en privado.

 

Si tuvieras que elegir un título, solo uno, ¿cuál sería y por qué?

La maldición de Hill House, de Shirley Jackson. La famosa escena «¿De quién era la mano que sostenía?» no puede ser superada por la dosis fría y repentina de miedo que recorre tu columna. Es un libro tan endiabladamente inteligente como aterrador. Pero lo más impresionante es la pregunta que Jackson nos hace a los lectores a través de su interpretación del personaje de Eleanor Vance: ¿Es su vida normal (el tedio y la pobreza de ser una mujer soltera en la década de 1950) más aterradora que los horrores de Hill House?

 

En tus obras nos hablas del mal, pero no del mal que viene de fuera, sino de la posibilidad de que se desarrolle desde dentro, del miedo o de la capacidad de convertirse en monstruo.  ¿Por qué el horror que llevamos por dentro y no el exterior?

Creo que lo sobrenatural es a menudo una forma de describir y abordar el horror que realmente pertenece a los actos humanos. No podemos aceptar la realidad de que otra persona mataría o dañaría a un gran número de personas, por eso imaginamos vampiros y hombres lobo. Es imposible creer que una muerte por negligencia no haga que el universo se rebele de alguna manera, por eso imaginamos la existencia de fantasmas. Intentamos imponer un sentido de justicia en un mundo injusto creando estos seres de otro mundo que perpetran atrocidades. Pero en realidad la humanidad es todo lo que hay y por eso el terror es tan importante, nos permite mirar nuestra oscuridad y nuestro miedo.

 

Entre tus personajes encontramos niños maltratados, hombres manipuladores y monstruosos, mujeres que acaban siendo un reflejo de la bestia que llevan dentro para poder sobrevivir y escapar. ¿Por qué los niños, las madres y la familia como germen del horror?

Creo que probablemente hay algo monstruoso dentro de cada uno de nosotros; lo que cuenta es lo que hacemos con ello. La familia es uno de los vínculos más fuertes que tenemos como seres humanos, por lo que la idea de que eso salga mal o se vuelva opresivo es naturalmente muy aterradora. Mi relación con mi familia me dio forma. Amo mucho a mi familia y, al crecer en lugares tan remotos, éramos todo los unos para los otros. Hay una gran fortaleza en eso, pero también hay una necesidad, una confianza. Mi cerebro de escritora de terror juega con estas ideas: ¿En qué momento el amor se convierte en dependencia?

Creo que es particularmente fácil sentimentalizar las relaciones entre mujeres: hijas, madres, hermanas. Se trata de vínculos poderosos y complejos, y no siempre son bonitos. Esa es parte de su fuerza.

 

¿Cuál es el motivo de los animales? ¿Es por su simbolismo, por lo que significan en nuestra sociedad, o esconden algo más? El gato, la serpiente y los perros (un Chacal)…

Crecí rodeada de muchos animales, en Madagascar teníamos camaleones como mascotas, además de perros, gatos, conejos, gallinas y caballos. Para mí es horrible causar daño a los animales y creo que mi trabajo es escribir sobre lo que me asusta, y la crueldad hacia los animales es a menudo el punto de partida de una crueldad que termina en el daño a los humanos. Creo que puedes decir mucho sobre un personaje por la forma en que interactúa con el mundo natural. En Sundial, los experimentos con perros fueron un proyecto real de la CIA llevado a cabo como parte del programa MK Ultra, pensé que era tan interesante y horrible que tuve que escribir sobre ello.

 

En tus libros los espacios no sólo están vivos, son amenazantes y esconden secretos, sino que mantienen aislados a los personajes y sus dramas. ¿Son un reflejo de sus propias mentes o también de la sociedad en la que viven (y vivimos)?

Mis libros siempre comienzan con el paisaje. Hay algo aterrador en los lugares salvajes a los que no les importamos: son indiferentes y pueden tragarte entero. Pero hay algo tranquilizador en esa indiferencia. Estos lugares estuvieron aquí antes que nosotros y seguirán aquí mucho después de que nos hayamos ido.

El escenario de La bahía del espejo tiene una resonancia especial para mí, porque tiene lugar en gran parte en Maine. Es mi carta de amor a la Nueva Inglaterra de Stephen King, de esos libros que tanto amaba cuando era adolescente. Es un lugar tan imaginario como físico.

 

A pesar de ciertos puntos en común, cada historia se desarrolla en un escenario diferente, con personajes creíbles y distintos, y temas que pueden coincidir pero son tratados desde una nueva perspectiva. ¿Cómo decides sobre qué vas a escribir?

Tiendo a documentarme mucho: leo, investigo, veo documentales… No siempre es crimen u horror, en realidad, puede ser cualquier cosa lo que prenda la llama. El libro que estoy escribiendo en este momento se desarrolla en una versión ficticia del rancho abandonado de Michael Jackson en Neverland, donde un grupo de adolescentes fugitivos ha formado una comunidad. Estábamos conduciendo por California y mi cuñado simplemente dijo: «Mira, ahí está Neverland Ranch». Fue una gran sorpresa, nunca lo había imaginado como un lugar real con una ubicación física. Y comencé a preguntarme ¿qué estará pasando allí ahora? ¿Vivirá gente?

Con La bahía del espejo, quería escribir un libro que cambiara en las manos de los lectores a medida que lo leyeran; un objeto cuya verdadera naturaleza se revela a medida que se desarrolla la historia, al sostenerlo. Sentí que ese libro estaba vivo mientras lo escribía.

 

¿Eres de orden o de caos? ¿Cómo es tu proceso?

¡Soy una mezcla perfecta de orden y de caos! En realidad, mi enfoque tiende a variar con cada libro. Intento escribir todos los días y trato de escribir al menos 2000 palabras al día. A veces, las primeras etapas del libro pueden resultar deprimentes, porque sabes que nada de lo que escribas en ese momento llegará al libro final. Pero a menudo hay que equivocarse primero para poder hacerlo bien después.

 

Oscuridad y feminismo, ¿cuál es el vínculo entre feminidad y lo inusual? 

¡La literatura oscura siempre ha sido una búsqueda femenina! Las mujeres impulsaron los movimientos góticos europeos y del norte en el siglo XVIII. El terror y el gótico son géneros inherentemente políticos, por lo que era una forma de discutir género, poder y justicia en un foro público, pero de forma codificada. Últimamente se ha percibido que el terror es más amigable con los hombres, pero creo que eso es sólo percepción. Las mujeres siempre se han sentido atraídas por el horror, tal vez porque describe gran parte de nuestra experiencia.

 

En la presentación en la Librería Gigamesh comentaste que los escritores de terror tienen más miedo que el resto de personas, razón por la cual son buenos en su trabajo. En tu caso, ¿cuánto de ese miedo es la causa de tus novelas y de lo que nos hacen sentir?

Tengo miedo de absolutamente todo. Duermo con la luz encendida, me preocupo por todo. En los veranos mi familia solía volver al mismo lugar en Dartmoor, que es uno de los últimos lugares salvajes que quedan aquí. Está lleno de altas colinas, brezos, círculos de piedras y ponis salvajes; siempre me ha parecido muy hermoso y exótico. Algo me sucedió en esa casa cuando tenía trece años: me despertaba con una mano en la parte baja de la espalda, empujándome fuera de la cama. Podía sentir a alguien más en la habitación conmigo, con una finalidad, y no tenía buenas intenciones. Ese fue el momento más terrorífico que he vivido hasta el día de hoy. Corría a la habitación de mi hermana y dormía en el suelo.

Cuando leí mi primera historia de fantasmas, The Monkey’s Paw, de W.W. Jacobs, sentí el mismo sentimiento y pensé: “Ajá, esta es la casa para contener al demonio, para enjaularlo: las historias”.

 

Es la vulnerabilidad del escritor…

Todavía tengo visitas extrañas por la noche —a los veinte años descubrí que se llaman alucinaciones hipnogógicas—, pero lo importante para mí no es si la experiencia fue sobrenatural o no, pues el miedo es el mismo de cualquier manera. Y es por eso que, en mi opinión, el terror es el género más empático y compasivo en el que puedes trabajar. Requiere que el escritor se vuelva vulnerable, que abra la puerta a sus miedos más íntimos y le pide al lector que haga lo mismo. Estamos hechos de nuestros miedos, a nivel estructural, y revelar esas profundidades es aterrador. La gente no siempre quiere enfrentarlos. Creo que es por eso que a veces la gente no quiere tomarse el terror en serio, porque si es bueno, entonces tus miedos se hacen reales.

Ningún otro género pide al autor o al lector que comparta tanto su miedo. Es exigente para ambas partes. El miedo es vergonzoso para los adultos y es vergonzoso porque es íntimo. El terror es la única disciplina interesada en examinar y compartir esos sentimientos.

 

¿Te consideras una autora oscura o esa faceta es reflejo de algo más?

¡Creo que todos los buenos libros tienen un poco de terror! Como también lo tiene toda la gente buena. Creo que los lectores —¡o al menos esta lectora!— gravitan hacia el horror porque tratan de imponer orden y lógica al caos de la existencia. En el horror, la muerte y la injusticia importan. Es un gran consuelo, una forma de agitar el puño ante la arbitrariedad de un universo indiferente. El terror debería hacerte sentir menos solo.