Cátedra publica por primera vez en español la poesía completa de Coleridge
José Luis Rey traduce al autor de «El arpa eolia».
Texto: Enrique VILLAGRASA
Por fin y gracias a Cátedra, en su colección Letras universales, podemos leer la poesía completa de Samuel Taylor Coleridge (Ottery St. Mary, Desvonshire, Inglaterra, 1772- Londres, 1834) en español, en la impecable traducción, introducción y notas de José Luis Rey, quien nos descubre al autor de El arpa eolia, uno de los mejores poemas del poeta Coleridge, de una forma inteligente, emocionante, que nos hace vibrar, que nos hace codearnos con él y con otros de sus coetáneos, como Wordsworth, quienes son, ambos, piedras angulares del Romanticismo inglés. Y es que leyendo su introducción y las notas a pie de página de cada poema es como trasladarnos a esos años de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Coleridge afirma que con sus escritos no persiguió la gloria ni ningún beneficio: “La poesía ha sido siempre para mí su propia y grandísima recompensa; me ha aliviado en el sufrimiento, ha multiplicado mis alegrías y además me ha hecho observar y descubrir todo lo bueno y hermoso que me rodea”. ¡Ahí es nada!
Tras leer la introducción, 44 páginas, y notas a pie de cada poema de Rey y tras leer la poesía de Coleridge, unas 560 páginas, uno llega a pensar que este inglés creía en la poesía como pocos: vamos, que él fue en la poesía y lo fue siendo poeta, no verso ni poema, pues necesitaba la poesía para vivir, como el aire que respiraba, y para ver con mirada limpia la naturaleza que le rodeaba: paisaje y paisanaje: “El murmullo constante de la Mar/ nos habla del Silencio”. Y el hallazgo curioso, justo y necesario, por parte de Rey, de lo que él ha dado en llamar la poesía de circunstancias trascendidas de la que el poema El arpa eolia es claro ejemplo, a este poema pertenecen los dos versos citados.
Y también es algo que me ha llamado poderosamente la atención: lo escrito por Rey al respecto del acierto de destacar ese ser niño juguetón del ser siendo poeta, disfrutar con lo que haces como en un juego, en él nos va la vida, pues en lo lúdico anida lo lúcido: “Para Coleridge, el poeta debía conservar los sentimientos de la niñez en <<las capacidades de la vida adulta>> y, así, rescatar el brillo primigenio de lo que, por sernos familiar, había caído en lo que Wordsworth llamaría <<la luz del día común>>. Sí, para Samuel Taylor Coleridge no había duda de que la poesía debía de llevarnos de regreso al momento del esplendor en la hierba”. El acierto de Rey, una vez más, es el hacer que nos fijemos en el poema citado El arpa eolia para explicarnos lo que él llama las circunstancias trascendidas, que no deja de ser alta teología diríase. Aunque a todos nos gustaría volver a esa hora, ese momento, ese tiempo de esplendor en la hierba. Ese poema, esa Oda a la inmortalidad de William Wordsworth.
Coleridge era un poeta que llevaba la belleza consigo, miren este verso del poema El arpa eolia: “Una luz que es sonido, el poder de una luz como sonido”, he aquí en este genial verso que todo queda trascendido, pues la persona es ese instrumento acordado, cual laúd, que suena al soplar el Espíritu. Y Rey nos explica al respecto de este poema y las circunstancias trascendidas: “El final anticlimático es tal que el poeta parece rechazar la importancia de su Visión para agradecer a Dios las cosas cotidianas y el ser amado: la Paz, la Casa y la Amada. Pero este final, precisamente, es lo que he dado en llamar la poesía de circunstancias transcendidas de Samuel Taylos Coleridge”. Pues, añade Rey, “La gran visión del arpa eolia se perdería en la abstracción de una mente tan creativa si no quedara anclada a la realidad más cotidiana y reconocible. Es esa realidad la que queda trascendida por la visión del arpa en mitad del poema, que se abre y se cierra como el mar Rojo en el seno de lo cotidiano”. Alta teología más la figura de ser todos los seres humanos arpas orgánicas, que es algo enormemente plástico, que es como un latigazo en el cerebro: “sopla la vasta brisa intelectual,/ Alma de cada uno y a la vez Dios de todos”.
La poesía de Coleridge es un amor trascendido que trasciende. Es el ser siendo. Es la zarza bíblica, donde no hay Eolo que la apague. Pues, todos sabemos y bien lo afirma Rey que la poesía es espíritu y el lenguaje es la letra. La introducción también se ocupa de la vida del poeta, de la poesía en su época; la Pantisocracia; la poesía en sueños: Kubla Khan; y la reconocida Biographia Literaria, de la que disponemos un versión excelente de Gabriel Insausti (Pre-textos, 2010); más dos páginas de bibliografía de y sobre Coleridge.
No quiero terminar esta reseña sin destacar el esfuerzo enorme de José Luis Rey por traernos a nuestra lengua esta voz poética tan intensa, con tanta enjundia, y la vida y sueños de este poeta romántico inglés que dotaba a sus versos de una musicalidad señera y singular, ritmo que nos conduce en esta magnífica traducción: singular, señera. Donde también quedan reflejadas aquellas tensiones morales y filosóficas y de alta teología de los años últimos del siglo XVIII y principios del XIX.
Podemos decir, por último que Coleridge llevó una vida de poeta, de misterio, como es la poesía, su poesía, pues está marcada en lo misterioso de la imaginación, más allá del opio, que llegó a conocer bien, y otras absentas; y más allá de otras lecturas interesadas, tanto de aquí como de allá: creo sinceramente que esta traducción de Rey y de su excelente introducción dan cuenta del gran poeta que fue y es y será más allá de nosotros Samuel Taylor Coleridge. No creo que levante pasiones la información que aporta Rey; pero puedo asegurar que pone los puntos sobre las íes a algunos notable eruditos como José María Valverde, aquí en España, o a T. S. Eliot allá. Creo sinceramente con Rey que llama poderosamente la atención el desconocimiento que de la obra poética de Coleridge hay en España y en la lengua panhispánica.
EPITAFIO
¡Tú viajero cristiano, detente, hijo de Dios!
Y lee con ternura. Bajo esta hierba yace
un poeta, o al menos quien tal cosa soñó —
¡Eleva una oración por Coleridge!
¡El mismo que durante mucho tiempo
luchó hasta entregar su último aliento
y halló la muerte en vida pueda aquí
hallar su vida ahora! Ten tú misericordia,
bendícelo si puedes — ¡el quiso que la fama
lo perdonara, y espero en su Cristo!
¡Ten fe y haz tú lo mismo!
(poema publicado en 1834)