Barbastro, capital del Somontano y del libro

El festival de literatura Barbitania ha cumplido este año su tercera edición y lo ha hecho con una diversidad de actividades entre los días 23 y 26 de mayo.

Texto: José Luis ESPINA

 

Por la carretera que lleva a Barbastro amarillean en los márgenes los brotes de genista. El cielo se ha ido tornando de un azul apagado con borrones de tiza y el aire arrastra una temperatura más suave de lo previsto. Esa claridad tenue me trae a la cabeza los versos del barbastrense Lupercio Leonardo de Argensola, escritos allá por el Siglo de Oro, con los que Adriana Varela inicia el tango Maquillaje: Porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!

Sea o no cierto ese cielo que relumbra sobre mi cabeza, de lo que no hay duda es de que Barbastro, capital del Somontano, es una población que ha sabido engrandecer su belleza paisajística y su tradición vitivinícola con buenas dosis de cultura.

El festival de literatura Barbitania ha cumplido este año su tercera edición y lo ha hecho con una diversidad de actividades entre los días 23 y 26 de mayo. Desde la música en directo, entrevistas, talleres y foros de debate, y en espacios tan diversos como la Biblioteca Municipal de Barbastro, el Centro de Congresos o el salón de actos de la UNED, se han ido desgranando los términos que conforman el título de esta edición, Paisaje, territorio, patria, vocablos que, desde el romanticismo hasta nuestros días, han estado sujetos a múltiples interpretaciones y formas de comprensión.

Previamente a la inauguración del festival tuvieron lugar diferentes actos y encuentros entre los que destacaron un café tertulia con Manuel Vilas, la presentación del libro Yo soy Milena de Praga, de Monika Zgustova y el conversatorio con Andrés Trapiello a propósito de El salón de pasos perdidos, sobre sus diarios literarios.

Arrancó el sábado 25 con el encuentro Paisajes y distopías en el mundo actual donde Elvira Navarro, Vicente Luis Mora y Sara Barquinero expusieron las singularidades de sus últimos trabajos y su relación con las amenazas del mundo actual.

Nos habla Elvira Navarro de la protagonista de su novela, Las voces de Ariana, su relación, con las redes sociales y de cómo invaden la intimidad de los espacios más personales. Sara Barquinero manifiesta su interés por los videojuegos y la forma en que esas plataformas abarcan desde las teorías de la conspiración hasta temas sociales con lenguajes muy contemporáneos, aspectos presentes en su obra Los escorpiones.

Vicente Luis Mora, por su parte, refiere las complejidades de su novela Cubit, una novela híbrida donde se plantea el interrogante que nos suscitaría la aparición en nuestras vidas de una nueva especie indefinida, una nueva forma de inteligencia.

Sergio Vila- Sanjuán, Luis Alberto de Cuenca y Andrés Trapiello coinciden en la mesa Las librerías de viejo: el paisaje de los libros. Los tres conocieron de la mano de sus padres unas librerías singulares, espacios donde la longevidad de sus propietarios parecía sugerir un pacto fáustico en consonancia con la vitalidad de los ejemplares que ahí se almacenaban.

Vila- SanJuán, que se reconoce bibliófago pero no bibliófilo, nos recuerda sus paseos de niño por el barrio gótico barcelonés y Luis Alberto de Cuenca nos lleva al Madrid de su infancia y a los paseos en busca de tesoros literarios acompañado por el bibliófilo Juan Manuel Rozas.

También Trapiello conserva recuerdos imborrables, pero hace primero una distinción entre librerías de viejo y las de anticuario o de lance para trasladarnos después a León y a la librería de “La judía”, un espacio minúsculo regentado por una señora soltera, rubia, infeliz, de edad indefinida, que escribía poemas desoladores.

Subieron Carlos Marzal y Manuel Vilas a hablarnos de Protagonistas las provincias. Vilas aspiraba a volar lejos de su Barbastro natal a los 22 o 23 años, cuando la modernidad era un espejismo representado en los discos de la tienda de Ubaldo. Ahí compró a la edad de 12 años y por 350 pesetas su primer disco, un ejemplar de Rock & Roll animal, de Lou Reed, al que la censura de entonces le había escatimado dos temas en la edición nacional. Así supo Vilas que en España había una dictadura. El deseo de irse lejos se atempera a partir de los cuarenta y aparece la necesidad de volver. En Barbastro veo todas las sombras, nos cuenta, todos los muertos, a mis amigos. Un huracán emocional apasionante y doloroso.

No tenía Carlos Marzal esa inclinación a la aventura del viaje, ni había tienda de discos en el pueblo. Pero estaba Casa Nicasio, un establecimiento de ultramarinos donde tenían de todo. Marzal escribe desde un ideario próximo, desde los paisajes valencianos que lo envuelven, la Sierra Calderona, la Cartuja de Porta Celli. Para Marzal la relación entre el escritor y su territorio es obligatoria y el paisaje de un escritor es su conciencia.

Luis Alberto de Cuenca, Aurora Luque y Gabi Martínez hablan del Amor al mar desde puntos de vista diversos, la visión clásica de los poetas versados en la tradición grecolatina y el punto de vista actual de quien observa con preocupación el desmoronamiento de un ecosistema que languidece.

Con el poema La mujer de las conchas dedicado a su esposa, abre Luis Alberto el diálogo y ante la disyuntiva de los mares del norte o mediterráneo se decanta literariamente por el norte, lo otro se ha convertido en un lago turístico, apostilla.

Aurora Luque lee también textos poéticos de autores griegos y nos habla de la relación de Europa con el mar desde las obras mitológicas. Gabi Martínez, viajero y experto en liternatura expresa su extrañeza ante la falta de una narrativa del agua en un país como el nuestro, una península acompañada por dos archipiélagos grandes y fantásticos.

Los escorpiones; Amor y Pan; Orquesta, son los títulos de las últimas obras de Sara Barquinero, Paula Melchor y Miqui Otero, tres autores que en esta Plataforma de despegue nos hablan del cómo y el cuándo de sus trabajos. Habla Miqui Otero, con no poca gracia, sobre su precocidad literaria cuando a una edad muy temprana crea el personaje Sabanito, una fantasma que intercedía por él cada vez que le surgía algún problema. Los osazos, escrita a la edad de seis años, fue la que él considera su gran novela Rusa, dos hermanos osos que discuten y se lanzan reproches en los minutos previos a la hibernación.

Hacia los veinte años de edad es cuando Sara Barquinero se interesa por la escritura, primero la cautivó la poesía experimental y poco a poco fue conciliando deseo de escribir y pasión por la lectura, con vínculos prioritarios con la narrativa americana contemporánea.

Paula Melchor escribe poemas por pereza ante el reto de una novela. La inspiración de su libro Amor y pan surge del vínculo entre hambre y soledad y el amor y la comida. Hacer poesía es como cocinar un gazpacho, afirma con naturalidad, hay que medir bien los ingredientes, cambiarlos por palabras y mezclar. Sobre su futuro literario le embarga un repentino sentido de la realidad, lo que deseo es aprobar las oposiciones de secundaria para salir de la precariedad.

El transito de la tarde a la noche cerrada nos encuentra escuchando las lecturas de los poetas invitados, con música intercalada de la cantautora Pato Badian en el jardín del edificio de la UNED. Vino de Somontano picoteo y las posteriores copas de rigor en el café La viuda de Vargas y su dulce burgués.

 Son estos unos encuentros para madrugadores y el domingo se estrena con la propuesta Naturaleza y paisaje en los viajeros y los cosmopolitas. Tres perfiles diferentes de autores que han rodado por el mundo se sientan a conversar. Monika Zgustova, exiliada en su juventud de su Praga natal por la persecución familiar en tiempos de la primavera de 1968. Fuimos a la India como turistas en un viaje con otras veinte personas, volvieron cuatro, nos cuenta. De ahí a Estados Unidos donde se dio cuenta de que era una europea que podía vivir en cualquier lugar de Europa. Acabó afincada en Barcelona.

Gabi Martínez, viajero por convicción para quien viajar supone un proceso de investigación. Hace referencia a uno de sus trabajos más recientes Anímales invisibles, el animal invisible es al viaje lo que el muerto a la novela negra, remarca. Cuando escribes reformulas lo que has vivido.

Juan Vicente Piqueras, poeta y actual director del Instituto Cervantes de Jordania se define como no viajero. Nació en una aldea de la que quería emigrar, los tractores italianos que llegaron al campo y la Vespa de su padre le despertaron el interés por Italia y allí se fue para quedarse veinte años. Después cinco años en Atenas y ahora Jordania para sentirse finalmente extranjero en todas partes y desear volver al pueblo.

Se nos acaban los encuentros y el carpetazo final lo pone Flora y fauna de las ciudades en crisis. Abunda Mónika Zgustova en su realidad como exiliada y cita los cafés como lugar de encuentro que daba igualdad a todos, lugares de creación cultural e impulsores de tendencias. Tras la primera guerra mundial, Viena se convirtió en la capital de Austria, una gran capital con una cabeza enorme para un cuerpo muy pequeño, apunta. Praga y Viena compartieron multiculturalidad y fueron centros de acogida de inmigrantes.

Berna González Harbour fue corresponsal en Moscú, lugar interesante pero hostil. Los escritores somos el refugio contra la globalización, declara. Macondo, Comala…cada libro traslada a un lugar. La literatura permite la individualidad porque nace de un individuo que si conecta con la colectividad produce otro tipo de globalización que es el hermanamiento en sentimientos, en personajes.

Miqui Otero, que hasta pasados los treinta no se subió al Interrail, afirma taxativo que a los viajes no hay que llevarse la guía Lonely Planet sino las novelas escritas por autores de esos lugares. Y remata, lo que quedará de las ciudades serán las novelas.

Cuando se baja la persiana de los encuentros uno tiene la sensación de haber pasado unos días bajo un caparazón, protegido contra la asfixia exterior y el regusto a marro amargo de los tiempos que vivimos. Las gentes de la cultura han hablado de paisajes, territorios y patrias ¿y que tal si fuesen ellos los que las gobernasen? Puede que el mundo fuese menos acaudalado, con menos mansiones y rascacielos, pero más ingenuo y fantasioso, menos sucio y más diverso y, sobre todo, mucho más entretenido.