Aro Sáinz de la Maza: “Como especie, hemos fracasado. Y como comunidad, estamos al borde de la extinción”

Destino acaba de reeditar La mujer de Judas de Aro Sáinz de la Maza, una novela que en su día publicó Montesinos.

Texto: Roser Herrera

La mujer de Judas es una crítica demoledora a una sociedad que vive obsesionada por la imagen, por la vigilancia mutua y el juicio constante, con un protagonista inolvidable y una escritura precisa y contundente. Una lectura de una historia que no necesita la resolución de un crimen para ser adictiva, las rutinas y secretos de los personajes son suficientes para adentrarnos en una realidad que podría ser la nuestra, la que nos rodea diariamente.

La mujer de Judas se publicó originalmente en 1998, ¿por qué has decidido reeditarla? ¿Has incorporado algún cambio en esta nueva edición?
La insistencia de mi círculo más cercano me empujó a leerla de nuevo y, después de casi treinta años, su lectura me sacudió de tal manera que me dejó atónito. Tuve que dejar reposar la conmoción, analizarla, averiguar las razones. Y lo que descubrí me provocó una perplejidad aún mayor, abrumadora. No la recordaba tan perturbadora. Y me refiero tanto a nivel personal como profesional. Respecto a este último, tuve dos epifanías. La primera, que debía reeditarla. ¿Por qué? Porque el retrato que contiene de nuestra sociedad es mil veces más impactante y actual ahora que en el siglo pasado. Todo en la novela ―escritura, estilo, estructura, trama, temas― está al servicio de un discurso crítico sobre el mundo en el que vivimos que consideré oportuno rescatar. Y la segunda, que Jabo Ciendones, el protagonista, tenía más recorrido (uno asombroso) y, por tanto, bien se merecía una segunda y tercera entrega. Se lo planteé a mis editores y se mostraron de acuerdo. Acto seguido, pulí algunos detalles, realicé mínimos cambios y, obligado por la nueva normativa de la RALE, corregí los típicos errores. En definitiva, respeté al máximo el texto original.

25 años más tarde, la historia no acusa el paso del tiempo más allá de que los personajes no tienen teléfonos móviles, ¿por qué crees que es?
Mismas obsesiones, mismos fracasos, mismos miedos. Y mismas mentiras y traiciones. Nos vemos reflejados en la mirada de Jabo, y lo que vemos en el espejo es incómodo de aceptar. No hemos avanzado. Al revés, la ruindad ética alcanza hoy unas cotas de perversión difícilmente superables. Vemos lo que vemos y nos decimos que no es posible, que no puede ser. Algunos apartamos la mirada, otros nos obligamos a mantenerla y unos pocos disfrutan con el espectáculo. Dentro de veinticinco años, si todavía existimos, Jabo, el supuesto monstruo, seguirá en su atalaya observando a través de la mira telescópica de un rifle de precisión el comportamiento del zoológico humano, las mismas mentiras y traiciones, los mismos miedos y fracasos, las mismas obsesiones. Todo elevado a la enésima potencia. Nada cambia.

La novela explora la fragilidad del individuo, ¿qué te llevó a escribirla?
La verdad, lo ignoro. Me rondaba por la cabeza la idea de describir el vacío existencial por medio de un triángulo amoroso, pero fue sentarme ante la  máquina de escribir, teclear la primera palabra, “no”, y la novela me llevó por otros derroteros. A veces, eres tú quien va tras la historia y otras, es la historia quien te busca a ti, como es el caso. “Vi” a Jabo, un joven con el alma averiada, frágil a pesar de su dureza, indefenso dentro de su fortaleza, de difícil encaje en ningún sitio, incapaz de encontrarle sentido a nada, acuciado por la necesidad de afirmar y ser afirmado… y las compuertas de la presa se abrieron de par en par. Me puse en su piel, dejé que su voz y perfil condujeran el relato, y la novela creció y creció hasta culminar en la última palabra, “culpa”. Todavía hoy me pregunto de dónde salió Jabo, su historia, la forma y el fondo de todo el artefacto. Solo recuerdo que sentí una energía creativa imposible de describir, una claridad absoluta, lo que resulta paradójico siendo una novela tan oscura.

Jabo Ciendones es un personaje oscuro y complejo. ¿Qué es lo que te resultó más difícil en el proceso de su creación?
Precisamente, y porque la novela está escrita en primera persona, adoptar su oscuridad, hacerla mía, sentir como él, ver a través de sus ojos y hablar con su voz. Como escritor, fue una experiencia maravillosa, única; como persona, me dejó devastado. Nunca imaginé, o no lo calibré lo suficiente, que empatizar con un espíritu tan dañado pudiera conllevar tal vacío en todos los aspectos. Por suerte, la vida me proporcionó poco después una vivencia extraordinaria y aquello me sacó del pozo.

La novela fue muy bien recibida por la crítica, destacando la calidad de la escritura y la profundidad del relato. ¿Qué crees que es lo que más conecta a los lectores con esta historia?
Que nos habla directamente y sin ambages de las incertidumbres que todos conocemos, que mira lo que nosotros miramos… y que nos incomoda sentirnos observados sin ni siquiera imaginarlo. Porque, al fin y al cabo, lo que hace Jabo a través de la mira telescópica es mostrarnos lo que más tememos de nosotros mismos. Creemos que el monstruo es él, pero nosotros formamos parte también del mismo vecindario. Su mirada fría nos interpela, y no es fácil plantearnos cómo somos en realidad. Por ende, están las palabras que Jabo emplea, las que ansía, las que desprecia. Palabras venciendo a palabras. Palabras que abrazan y consuelan, palabras que dañan y destruyen, palabras que conmueven y otras que detonan tragedias. Todos hemos escuchado y pronunciado las mismas palabras. Las reconocemos.

¿Qué elementos de la sociedad actual crees que siguen siendo relevantes en La mujer de Judas?
La irracional y chocante tendencia a hacer el mal. La banalización de la iniquidad. El blanqueamiento de la abominación que ocurre justo en nuestro rellano. El hecho de que todos miremos y juzguemos a todos y todos seamos mirados y juzgados. Las luchas soterradas de poder dentro de cualquier relación. La hipocresía y la falsedad. Las ilusiones perdidas. La importancia de las apariencias. La progresiva falta de humanidad. La constatación de que nuestro “Primer Mundo” solo es el título de una mala película…

La historia tiene un componente crítico hacia la sociedad. ¿Qué mensaje esperas que los lectores saquen de esta novela?
El sistema ha quedado al descubierto y se nos ha caído, definitivamente, la venda de los ojos. Como especie, hemos fracasado. Y como comunidad, estamos al borde de la extinción. Solo queda el individualismo, la defensa feroz de nuestra baldosa. Total, ¿qué podemos hacer? Y la indiferencia, de la mano de la ignorancia, se extiende como un chapapote imparable, tóxico, aberrante. A partir de ahora, cualquier horror es posible. Nadie de los vecinos influyentes de arriba puede o quiere detenerlo. Las bestias han ganado. Solo resta huir a las montañas,
volver a las cuevas, pintar escenas de caza en las paredes, contarnos historias alrededor del fuego y, tal vez, crear nuevas divinidades. Ya solo somos animales. Sin alma, sin espíritu. Perdidos. Este es el cuadro. ¿De verdad no podemos hacer nada para evitarlo?

Nuestros progenitores, en la mayoría de casos, intentan hacer lo mejor para nosotros pero seguramente son los únicos capaces de provocarnos los mayores traumas, ¿crees que existe un modo de que esto no sea así?
No soy un experto en el tema, pero a mi juicio es así desde el origen de los tiempos y, me temo, así seguirá siendo. Somos personas y, como tales, somos imperfectas. Acarreamos nuestras limitaciones, egoísmos, incapacidades, nuestros propios traumas. Por más buenas intenciones que tengamos, cometemos errores. Los hijos no vienen con un manual de instrucciones, y ser padre o madre no se estudia en los colegios. Es un asunto muy complejo, con multitud de factores y variables, y no hay una única ecuación válida. Sería ridículo pontificar al respecto. Lo que sí es evidente es que no basta con amar. Un ejemplo: la misma frase pronunciada a dos hijos, a uno puede causarle indiferencia y al otro, en cambio, estragos emocionales. ¿Por qué? Cuestión de distintas sensibilidades, supongo. El vínculo entre padres e hijos es una de las
fuerzas más poderosas de la naturaleza; y sin embargo, también es uno de los más vulnerables. Todos conocemos la teoría, pero otra cosa muy diferente es llevarla a la práctica.

¿Cómo crees que sería Jabo como padre cuando su mujer dé a luz?
Responder me resulta imposible sin destripar el final de la novela. No obstante, sí puedo contestarla en un plano virtual, con las palabras e intenciones que Jabo cuenta a lo largo del texto. Se ve a sí mismo como protector de la criatura, como una especie de guardaespaldas. Sin embargo, nunca menciona el afecto ni el cuidado ni el aspecto emocional, y nunca se visualiza con el bebé en brazos, por ejemplo. Le preocupan las amenazas internas, que incluyen tanto a la madre como a él mismo, pero no la cuestión del amor incondicional. En su mente
averiada, está más atento a lo negativo que a lo positivo. Y en ningún momento se ve ejerciendo la figura de padre como más o menos todos la entendemos. Por último, el hecho de la inminente paternidad le sume en un mar de dudas y angustias, provocándole además todos los miedos habidos y por haber. Un hombre que considera que las bestias no deberían tener descendencia ―y no solo habla de él―, una opinión que ha heredado de su propia madre, no parece en principio muy capaz de aspirar a ser nombrado padre del año.

¿Puedes contarnos algo sobre el proyecto en el que estás trabajando ahora?
En estos momentos ando con la quinta entrega de la serie Milo Malart. Y cuando digo “ando”, me refiero a que doy tres pasos hacia delante y dos hacia atrás. Imposible alcanzar la velocidad de crucero. Milo ha cambiado, no está mucho por la labor, y me lleva de cabeza con sus nuevos rasgos de perfil. Si a esto le sumaslas constantes interrupciones por uno u otro motivo, la desesperación de mi editora está más que asegurada pues ni loco llego al plazo de entrega. Y ahora debo dejarte, Milo se ha perdido de noche por las calles de Oslo y tengo que encontrarle como sea…