Vallesordo
Vallesordo
Jonathan Arribas
Libros del Asteroide
216 páginas | 18,95 €
Si es verdad que ya está todo dicho, que todo argumento nos suena familiar y que toda trama habrá de recordarnos irremediablemente a otra, lo más valioso que queda por descubrir a los autores de novela es una voz auténtica. En ese sentido, Jonathan Arribas ha logrado su objetivo en Vallesordo hablando (porque eso es lo que hace el narrador, hablar) desde la cabeza, el corazón y, sobre todo, el cuerpo de Nicolás, un niño zamorano de 9 años que nos cuenta cómo es su vida en un pueblito castellano bien entrados los dos mil: la escuela, el verano, la familia, los amigos, su perra, sus miedos y su pasión: el baile. Con una sutileza encomiable en un autor tan joven, y con un delicioso énfasis en los aspectos más sensoriales de la conciencia —olores, tactos, sonidos— nos muestra el paulatino despertar de una parte dormida de este pequeño gran personaje que, mientras lidia con las tensiones familiares y las propias de su edad, crece sin querer darse cuenta.
La fluida prosa de Arribas plasma con naturalidad la manera en que la atención de Nico recae en las cosas que preocupan a un niño de 9 años. Hay que reconocer cierta maestría en la habilidad por describir tanto el entorno como los personajes que habitan la vida de Nico sin romper el pacto del narrador: solo leemos lo que Nico ve, oye, siente o piensa. Conmueve la ausencia de esos condescendientes juicios adultos en escenas embarazosas, que otro autor menos consciente de su oficio no podría evitar. La disciplina narrativa es firme: asistimos al despliegue del mundo de Nico, y punto. Así, llevados por una voz infantil, se nos pinta un mundo entrañable, conflictivo, que tiene color de recuerdo incluso mientras transcurre como presente.
Vallesordo está hermanada con novelas dominadas por la voz narrativa, como El guardián en el centeno, de Salinger; Lobisón, del murciano Ginés Sánchez, o la primera y última parte de Los detectives salvajes, de Bolaño.. En todas ellas no acaba de destacar el qué contar, sino el cómo hacerlo. No todo el mundo da con su cómo; está claro que Jonathan Arribas lo ha encontrado. Guillem Borrero