Tardes tontas con la chica que te gusta, de Alberto Olmos

«Tardes tontas con la chica que te gusta» (Círculo de Tiza) es una recopilación de artículos de Alberto Olmos sobre algunas de las contradicciones de la vida moderna.

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Texto: David Pérez Vega

 

Tardes tontas con la chica que te gusta, de Alberto Olmos (Segovia, 1975) es una recopilación de artículos aparecidos sobre todo en El Confidencial, The Objetive y Zenda, más alguno inédito. De hecho, recordaba más de un texto de haberlo leído en internet cuando apareció.  Está dividido en cuatro secciones: Los cuerpos, El amor, Los hijos y El divorcio. Olmos ha agrupado los artículos por temáticas y, como veremos, el conjunto resulta bastante coherente.

 

El libro empieza con un artículo titulado Cuando nos gustaban las chicas, que actúa como un prólogo al libro, ya que no está incluido en ninguna de las secciones que he nombrado antes. Olmos habla en él de los años noventa, cuando en las películas y en la conciencia colectiva se pensaba que los chicos tenían que ligar con las chicas siendo divertidos e ingeniosos al hablar con ellas. En este texto, ya podemos apreciar un recurso que Olmos usará en muchos otros: invertir el orden lógico de un razonamiento. Así escribe: «Hablar mucho para ligar podía significar lo contrario: que se ligaba para hablar mucho, por oírse la inteligencia y el humor, por hacer la conversación y no el amor». (pág. 18)

 

En el primer artículo de Los cuerpos revivimos los días de la pandemia, y Olmos reflexiona sobre la belleza y la fealdad de los rostros, y del deseo de ocultarlos tras las mascarillas. Todos los artículos de este libro –como en gran medida requiere el género– están muy apegados a realidades históricas muy concretas, pero también contienen reflexiones sobre la vida que consiguen ser universales.

A partir del quinto tatuaje, es grave es un texto que ya había leído y lo recordaba porque me resultó muy divertido. El humor y el derroche de ingenio van a ser otros de los rasgos característicos de estos artículos. Así leeremos: «Como Javier Marías no puede pronunciarse, lo haré yo: me molestan los tatuajes», evocando una época en que Marías parecía pontificar de todo desde su sección del El País.

 

Usando ese recurso que comentaba antes de dar la vuelta a la lógica de dos premisas, en la página 30 leemos: «La erótica del poder ha cambiado, en el sentido de que antes era erótico cualquiera que tuviera poder, y ahora solo puede tener poder alguien que sea erótico». En este artículo, titulado La dictadura de los guapos, hace una reflexión sobre lo que le llama la atención el hecho de que cada vez los políticos son más guapos, y me ha parecido bastante agudo.

 

No sabía quién era la modelo Emily Ratajkowski hasta que no leí sobre ella en un artículo de Olmos titulado No hay nada tan agradable como que alguien te quiera follar, y en él, con gran derroche de ironía, nos va a comentar un libro que ha publicado esta autora y que se titula precisamente El cuerpo, como esta sección. En este libro Ratajkowski se queja de los problemas que conlleva ser guapa y deseada, pero Olmos reflexiona sobre la idea de que la modelo no consigue darse cuenta de qué ha hecho ella a otras mujeres: «La vida de Ratajkowski consiste en promover la devastadora idea de que no tiene sentido existir siendo mujer si no estás buena y eres millonaria». (pág. 34)

 

En El porno para mujeres era Pedro Sánchez, Olmos nos va a hablar de una cuenta de Twitter, dirigida por una mujer, que cobra por alabar la belleza del presidente, cuando, en otro artículo nos ha dicho, por ejemplo, que el piropo está más perseguido que el insulto, en el caso que este sea de hombre a mujer, aunque sí parece permitido de mujer a hombre. Debería decir desde ya que muchas de las reflexiones de Olmos van en la línea de criticar algunas políticas que tienen que ver con lo que él considera «excesos del feminismo actual», y esto puede resultar algo retrógrado para algunos lectores. En la página 112 Olmos escribe: «La ideología de su autora diría que es la mía: el sentido común». Sin embargo, es cierto que, desde la sutileza y sin ser simple o zafio en ningún momento, sus capones políticos siempre señalan en una misma dirección y se olvidan de la otra, que podría ser también criticable. Sus palabras, en cualquier caso, siempre son interesantes e invitan a la reflexión.

 

Algunas de las ideas que vierte Olmos en los artículos de El amor confluyen con las expresadas en su ensayo Tía buena, como cuando habla de las novias de los futbolistas, o sobre cómo funciona Instagram. Es divertido el artículo en el que critica el poliamor y se titula significativamente El poliamor está bien, pero es mejor el divorcio.

Algunos de los artículos de este libro, además de divertidos también consiguen ser tristes, como el titulado Solteronas, en el que Olmos reflexiona sobre la idea, con la que no está de acuerdo, de que el feminismo invite a las mujeres a vivir y envejecer solas. «Pienso que hay que ser bastante grosero para recomendarle a la gente la soledad». (pág. 133)

También Olmos, gran lector de mujeres, va a hacer comentarios como este: «La poesía española muestra desde hace unas décadas una relación preocupante con las mujeres. Se las publica mucho mientras son jóvenes y, cuando superan los 30 años, desaparecen». (pág. 134)

 

En las dos últimas secciones del libro, Olmos adquiere un tono más intimista. Así, en la tercera parte, titulada Los hijos, el primer artículo, Tener hijos es franquista, tiene este comienzo: «Tener hijos es de pobres y ya solo está bien visto si te cuesta dinero. Es decir, si tenerlos conlleva algún tipo de gasto en inseminación artificial». (pág. 147).

El artículo titulado Elsa Pataky prefirió fregar los platos, en el que se habla de los supuestos renuncios de la actriz española a favor de su marido, es muy divertido. Sin embargo, en esta sección abundan más los detalles vitales costumbristas, como, por ejemplo, la forma en que los padres se van haciendo amigos de otros padres, según cambian las amistades de sus hijos. El artículo El peliculón que los padres se merecían empieza así: «No tener hijos es una ventaja para entregarse a preocupaciones sin importancia. Cada vez que alguien se muestra muy agitado en las redes, y le va la vida en una pequeña polémica cultural o política, deduzco instantáneamente que no tiene hijos pequeños». (pág. 173).

 

Aunque los artículos, como ya he apuntado, me parecen en general agudos e inteligentes, me ha parecido detectar una trampa en uno titulado Gestación subrogada, ¿dónde está el debate?, ya que aquí, mostrándose Olmos en contra de esta práctica, parece indicar que las personas que contratan a una mujer, para que pase su embarazo, al final del proceso le arrebatarán su hijo, cuando técnicamente los óvulos y el esperma pertenecen a la pareja original y el hijo, por tanto, no pertenece biológicamente a la persona embarazada. Más sutil me parece el artículo que habla de los transexuales.

 

Considero que la cuarta parte –El divorcio– es la más divertida, aunque en apariencia pueda parecer la más triste. Son muy divertidas las apreciaciones sobre las aplicaciones de ligue como Tinder, «la crueldad indolora de la tecnología» (pág. 230).

El artículo Cosas que los pobres deberían saber es verdaderamente talentoso. Es un artículo que ya había leído y con el que ganó el primer Premio David Gistau de Periodismo de Opinión. También es muy divertido el artículo en el que habla de las crisis de masculinidad de los hombres de sesenta años. «Las mujeres no dan estos espectáculos grotescos, ni siquiera siendo diputadas». (pág. 272)

 

En una nota final, Olmos afirmará que este libro «no ha sido escrito sino por casualidad». Lo cierto es que, gracias a su ordenación temática, Tardes tontas con la chica que te gusta acaba siendo un libro bastante coherente. Es un libro, como ya he apuntado, melancólico, pero también agudo y divertido, un libro que interesará a todos aquellos lectores que quieran pasar un buen rato reflexionando sobre algunas de las contradicciones de la vida moderna.