Sé egoísta: ayuda a los demás

En palabras de la editora Virginia Fernández, “Egoísmo del bueno”, del exdirector de Change.es, José Antonio Ritoré; supone un viaje que parte de la pérdida y conduce hasta la victoria personal y social. Un alegato en favor del altruismo y del empoderamiento colectivo que nos ofrece claves, ideas e historias inspiradoras para convertir los obstáculos de la vida en oportunidades para conectar con uno mismo y con los demás.

 

Texto: José Antonio RITORÉ  Foto: Asís G. AYERBE

 

Fue un gesto sencillo. Ocurrió el pasado mes de julio. En el aparcamiento de Atocha, una señora de unos 60 años que conducía un Toyota blanco no conseguía que el lector de la barrera de salida validara su tique. Yo estaba en mi coche, justo detrás. Miré por el retrovisor y vi que se empezaba a formar una hilera de cabezas impacientes. Alguien tocó el claxon. Entonces, me quité el cinturón, abrí la puerta y ayudé a la conductora. La barrera se levantó, ella respiró aliviada, me dio las gracias y yo me sentí bien, muy bien.

Hacer cosas buenas por los demás nos hace felices. Y no tiene que ser, necesariamente, algo heroico. No, cada uno según sus posibilidades. Hay personas que necesitan dar sentido a alguna tragedia personal y convierten varios años de su vida en una cruzada para cambiar una ley o para reclamar justicia. Hay otras que simplemente deciden incluir en sus rutinas semanales un par de horas de ayuda a la comunidad. De hecho, el altruismo es un fenómeno extremadamente interesante y, en cierta forma, complejo.

Durante muchos años, Darwin y la comunidad científica no entendieron el comportamiento de determinados insectos sociales (como la abeja o la hormiga), capaces de sacrificarse por los demás. Esos seres eran una anomalía para su teoría de la evolución. Por eso, numerosos biólogos dedicaron amplios esfuerzos a estudiar esos comportamientos. Hasta que, en 1963, William D. Hamilton, un biólogo británico, encontró la respuesta: el altruismo evoluciona cuando suficientes parientes reciben los beneficios necesarios para compensar el coste que tuvo para el que realizó el acto altruista. Es decir, para Hamilton, la generosidad y el parentesco están inevitablemente vinculados.

Mi experiencia en torno al altruismo no ha seguido el rigor del método científico de Darwin o Hamilton. Mi trabajo ha sido más humano, más de contacto, entrevistas y observación de más de mil voluntarios, activistas, madres coraje y emprendedores sociales. Y lo que he comprobado en todos los casos es que nos sentimos bien haciendo cosas buenas.

Paloma Pastor, una donostiarra que revolucionó el sistema de atención temprana en Madrid tras un gravísimo accidente de su hijo de 8 años, lo resume mucho mejor que yo: “Es totalmente egoísta, yo todo lo que hago, lo hago por mí, por sentirme bien, por ser feliz, por hacer lo que creo que hay que hacer y estar en paz conmigo misma. De paso beneficias a mucha más gente, pero yo lo hago por mí. Y cada vez me gusta más”. Paloma es una de las protagonistas del libro y, cuando la conozcas, es casi seguro que tu vida mejorará.

Lo que también he observado en Paloma o en otras personas es que no te conviertes en un activista del día a la noche. No. Todo lleva tiempo, un proceso. Como casi todo lo bueno que tiene la vida.

El viaje del altruismo empieza con pequeños gestos. Por ejemplo, ayudando a alguien a validar su tique en el aparcamiento. Y, tiempo después, acabas cambiando una ley, creando un refugio de animales o escribiendo un libro. Lo importante es entender que el egoísmo del bueno siempre es una victoria.