Rushdie evita el cuchillo 

Las meditaciones de Salman Rushdie tras el intento de asesinato que estuvo a punto de costarle la vida en «Cuchillo» (Random House)

 

Texto: Pere SUREDA  Foto: Wikipedia

 

Esta crónica de Salman Rushdie la he leído de una sentada. El libro no te permite que te libres de él, aunque tengas que cenar o dormir. No te da tregua si, de verdad, te interesa el mundo de los seres humanos, tan vulnerables somos que nos creemos invulnerables. No hablo solamente de las heridas físicas, hablo de las heridas morales, de los palos que da la vida a nuestras esperanzas, a nuestras ilusiones.

Ya empiezo diciendo que Salman Rushdie es un escritor fascinante, fabuloso -de fábula- y en mi opinión ya un clásico vivo de este siglo XXI. Pero es universalmente conocido por la fatwàque lo condenó a muerte- que el muftí Jomeini le lanzó por la escritura y publicación de un libro, no el mejor de los suyos tampoco el peor, titulado Versos satánicos. Ya tuvo que utilizar durante años escolta armada y tuvo que cambiarse el nombre. Escogió muy bien: Joseph -por Joseph Conrad– Anton -por Antón Chéjov-. Es decir, pasó de llamarse Salman Rushdie a Joseph Antón. Por literaria y bella que sea la elección no creo que a nadie le gustara tener que cambiar de nombre y vivir con escolta permanente por miedo a que un terrorista te mate. Así es. No hay subterfugios. Por miedo a que un terrorista te mate.

Él mismo se encargó de relatarnos esa experiencia de años en unas breves memorias tituladas precisamente Josep Anton que recomiendo a quién no las haya leído. Es una reflexión de vida y para la vida. De la publicación en todo el mundo de este libro ya hace 12 años. Y por lo que cuenta las empezó a pasar mal al siguiente día de la fatwà. Es decir, en 1998 y ha vivido con miedo más de tres décadas.

Pero no había suficiente, había que acabar con su vida a toda costa. Lo que ha sucedido es que este terrorista ignorante – no nos engañemos hay terroristas inteligentes- no sabía que a Rushdie no es fácil “cazarlo” ya que no es uno, es varios. Es Saleem Sinai diversamente llamado luego Mocoso, Carasucia, Calvorota, Huelecacas, Buda y hasta Cacho-de-Luna. Su nombre había quedado estrechamente enredado con el Destino. Y acabamos de comprobar que el Destino no le tiene, aún, preparada ninguna treta de la que no pueda salir vivo para volver a vivir plenamente, para volver a reír plenamente, para plenamente ser libre. Y El cuchillo se las ha hecho, de nuevo, pasar canutas. Muy mal. Al borde del precipicio, terminal, pero… parece que su alianza forjada en 1947 con el Destino se mantiene fuerte, muy fuerte.

Este libro me ha angustiado, me ha sorprendido todo y creyendo que ya estaba avisado. Es un libro suelto, con caudal de río, con personajes anónimos y no tan anónimos. Todos ellos desempeñan un papel en esta tragedia, que solo Salman Rushdie podría convertir en tragicomedia. Sí, porque le gusta el vino, la conversación y las risas, la libertad la disfruta cada instante de su vida de una forma muy particular, que no podríamos explicar a no ser que estuviéramos en su pellejo.

Cuando notas en la cara el aliento de la Muerte, el resto del mundo queda muy atrás y puedes experimentar una enorme soledad. En momentos así, viene a decirnos el genial escribidor indio, palabras amables, sencillas, te reconfortan y te dan fuerza, te hacen sentir muy adentro que no estás solo, que quizá no has vivido y trabajado en vano. Cito al presidente de la República Francesa:  “Durante treinta y tres años, Salman Rushdie ha encarnado la libertad y la lucha contra el oscurantismo. Rushdie acaba de ser víctima de un cobarde atentado a manos de las fuerzas del odio y la barbarie. Su lucha es nuestra lucha; es algo universal. Ahora más que nunca, estamos a su lado.”

Que el presidente Macron diga estas palabras referidas a tu persona debe reconfortar mucho, y eso lo ha tenido “Huelecacas” Rushdie. No se necesita mucho más para querer sobrevivir para devolver a la vida lo que es de la vida, y contradiciendo al maestro Milan Kundera, solo en este caso, poder decir que sí hay segundos borradores para un escritor. Sí hay segundas oportunidades para un ser humano. Y Rushdie, pasando por múltiples calamidades, quirófanos, camas, y respirando el aroma de un hospital durante cuatro semanas a vida o muerte, lo ha sabido aprovechar.

El libro que quisiera tuvieran previsto comprar o que ya tienen en sus manos nos cuenta las vicisitudes de un escritor luchando contra la muerte. La muerte de verdad. No la muerte literaria.

Este breve libro nos da muchas cosas, que los lectores irán descubriendo como me pasó a mí, pero hay un detalle que quisiera remarcar. Las páginas en las que el A ( asesino ) y su víctima intercambian a modo de conversación entre ellos dos es un fragmento brillante y probablemente sanador para el escritor y sus lectores.