Rosa Montero: “¡Todos somos animales difíciles!”
“Animales difíciles” cierra la serie de novelas de la detective tecnohumana Bruna Husky. La conversación pública entre el director de Librújula y la escritora en el auditorio de la Biblioteca Bonnemaison de Barcelona nos lleva a un futuro inquietantemente verosímil.
Texto: Antonio Iturbe Foto: Asís G. Ayerbe
En 1909 Francesca Bonnemaison fundó en el barrio de Santa Catalina de Barcelona la primera biblioteca para mujeres de toda Europa que ofrecía a las trabajadoras el acceso libre a la cultura. En este 2025 aparece en el centro Bonnemaison Rosa Montero para encontrarse con sus lectores (muchísimas lectoras, como sucede casi siempre en los actos literarios). Rosa Montero es menuda, enérgica, risueña, con los ojos brillantes de la niña inquieta y soñadora que sigue siendo. Viene a cerrar la puerta que nos ha abierto al siglo XXII a lo largo de cuatro novelas de las aventuras de la investigadora tecnohumana Bruna Husky, muy dura por fuera y muy frágil por dentro.
En Animales difíciles, la novela final de la serie, la encontramos en un mundo sacudido por los populismos que caldean un ambiente prebélico. Ha estado a punto de morir. De hecho, ha muerto en parte: ha perdido su cuerpo poderoso y arrollador de tecnohumana de casi dos metros de altura y ha pasado a tener un cuerpo esmirriado de una tecnohumana administrativa de 1,60. Tendrá que enfrentarse con algo que está a punto de destruir el mundo como lo conocemos, pero también luchar para reencontrarse consigo misma. Estamos ante una novela de acción, intriga y relaciones personales, entrecruzada con debates palpitantes sobre el auge de los populismos, la investigación genética o la inteligencia artificial que nos llevan a la gran pregunta que habrá que responder en las próximas décadas: en ese crecimiento exponencial de la tecnología ¿cómo seguir siendo humanos?
Cuando leí la primera novela, Lágrimas en la lluvia, yo me preguntaba quién era Bruna Husky ¿Es humana o no es humana? Al leer este último libro de la serie, me he acabado preguntando: ¿y quiénes somos todos nosotros?
Es que el título de la novela, Animales difíciles, no hace referencia solo a Bruna. ¡Todos somos animales difíciles! Muy difíciles, muy contradictorios, animales crueles, animales ciegos. Y tenemos que decidir qué humanidad queremos ser en el futuro en este disparadero tecnológico, tremendo y amenazador en que vivimos.
Estas novelas nos hablan del futuro, pero no me parecen nada fantasiosas…
Las novelas de Bruna Husky son las más realistas que he hecho. Yo estudié Letras, pero me encanta la ciencia, leo mucha divulgación científica. Lo que quise es mostrar un mundo dentro de cien años que fuera un mundo posible e incluso probable desde un punto de vista científico, tecnológico, sociológico.
En ese año 2111 tenemos un presidente de los Estados Unidos de la Tierra “retronacional”, todo se privatiza y las empresas tecnológicas mandan. ¡Pero tú escribiste estas páginas antes de que Trump ganara las elecciones!
Sí, lo escribí antes. Tampoco he escrito en clave de personajes reales, sino con prototipos humanos que se repiten a lo largo de la historia. Y sí, hablo también de la influencia negativa y del peligro de las grandes tecnológicas mucho antes de que Elon Musk diera 17 pasos adelante para convertirse en el amo del mundo. ¡Es que todo eso está ahí!
Vemos un futuro que parece una proyección de todos los errores del presente. La policía está privatizada e incluso el aire. ¿Acabaremos pagando por respirar?
En el Madrid de Bruna se paga un impuesto para para poder vivir en zonas de aire limpio. Si no puedes pagar ese impuesto, vas bajando y llegas a las zonas cero donde la vida es terrible. Pero mis novelas no son distópicas porque no hablo de mundos catastrofistas sino de un mundo realista que es como este, exactamente igual que este o, tal vez, incluso un poco mejor que este, porque el mundo en que vivimos es un horror. Hay gente desfavorecida que vive en zonas de África donde los niños crecen junto a basureros tecnológicos; cuando nacen les hacen análisis de sangre y tienen metales pesados en la sangre. Ya estamos en ese mundo.
Hoy leo en la prensa que ha salido a concurso por 414 millones de euros el servicio de hemodiálisis territorial de Cataluña para pacientes con insuficiencia renal crónica. ¿Vamos hacia la privatización de las cosas más esenciales?
El mundo va hacia ahí. La sanidad pública en España ha sido una joya de la corona. Hemos sido una de las diez mejores sanidades públicas del mundo y la están destruyendo. Es este neoliberalismo feroz que está acabando con el ascensor social. Y lo que sucede es que la gente vota por Trump, equivocados, naturalmente, porque la democracia está en una crisis de credibilidad y de legitimidad. Hay un montón de gente que piensa que la democracia no lucha por ellos. Se salió de la crisis de 2008 con el empobrecimiento del 25% de la población mundial. Y esa gente no solamente se ha empobrecido, sino que ha visto que los culpables de la crisis, en lugar de empobrecerse han ganado mucho más.
¿Y qué podemos hacer?
Pues refundar la democracia. Hacer de la democracia un sistema en donde la gente se sienta reconocida y sienta que sí pinta algo. Esa era la idea de la democracia en los inicios. Porque Trump y compañía no son del sistema, son antisistema de manera salvaje y la gente cree, equivocadamente, que van a defenderlos. Esto ya ha pasado antes. Pasó en el tercer Reich con Hitler, que era otro antisistema. Hitler salió de la cárcel, ¡más antisistema que eso!
La primera frase de la novela es “O todos o ninguno”. Un delincuente de poca monta, un muchacho abocado al vertedero social, que planta, aunque sea siguiendo un encargo, esa pancarta con esa frase. Y también la encontramos al final. ¿Es un leitmotiv de la novela?
Es muy importante, desde luego. Yo termino diciendo en la novela “o todos o ninguno” porque en este reto de la humanidad nos necesitamos todos. No sobra nadie.
Hay muchos debates, por ejemplo, se plantea si la mente modificada por la inteligencia artificial es biológica o robótica. En ese futuro cercano, hay una ley de la integridad humana con una tabla de porcentajes. ¿Vamos hacia ahí?
Es que cada vez se están haciendo más implementaciones, vamos hacia el ciborg. Lo dice Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia: con la inteligencia artificial estamos en una frontera peligrosísima. Va a haber seres humanos, los ricos, que van a disponer de implementación cerebral, es decir, que la gente con dinero va a ser muchísimo más inteligente que los otros porque van a tener una potenciación en su cabeza. Y cuando todo eso se desarrolle va a tener que considerarse legalmente hasta qué punto de cambios e implementaciones se va le va a considerar a alguien humano o no. Por eso imagino en los libros un ministerio de la transhumanidad, con leyes para considerar los puntos bio necesarios para ser considerado humano. Es muy probable que exista, si no nos extinguimos antes.
¿Crees que eso podría suceder?
El Homo sapiens lleva en el mundo 300.000 años. Pero solo en los últimos 70 u 80 años nos hemos puesto en riesgo de extinción hasta de tres maneras. Primero, con la energía nuclear. Después con el calentamiento global y ahora con la inteligencia artificial. Parece que se nos ha saltado la tapa de los sesos y que estamos intentando suicidarnos. Si seguimos insistiendo, lo vamos a conseguir.
Tenemos encrucijadas tecnológicas pero también sociales…
¿Qué queremos hacer con los desplazados, por ejemplo? Porque esa es la punta de Iceberg que el calentamiento global va a multiplicar. Está la idea de que hay que poner murallas en los países ricos para dejar a los pobres fuera. Yo no la comparto éticamente, pero es que además es una imbecilidad porque no se pueden construir murallas lo suficientemente altas para parar el tsunami de desplazados que va a haber. Entonces, ¿qué humanidad del futuro queremos ser? Tenemos un problema de identidad individual pero también colectiva.
¿El problema de la identidad es uno tus temas fundamentales?
La identidad es algo que está en toda mi narrativa y creo que es uno de los grandes temas de la modernidad porque la identidad siempre es un conflicto. Ahora el conflicto es tremebundo porque vivimos en un mundo cambiante, vertiginoso, híbrido, contradictorio hasta extremos increíbles en el que los núcleos de cohesión social se están deshaciendo. Y esos núcleos que te daban una identidad en el espejo de la mirada de los otros están desapareciendo. Es un mundo amenazador y angustioso, la gente se siente muy sola, muy desgajada, muy perdida, no sabe quién es en medio de este proceso de crispación y de extremismos. Bruna tiene su crisis de identidad al pasar de ser esa tecnohumana de combate de cuerpo poderoso a ser otra y cómo recuperar la mirada de la gente que la rodea. El viaje que hace la pobrecita en este libro es brutal.
¿Cómo de cerca te sientes de tu Bruna Husky?
Muy cerca. Ha sido para mí el personaje más cercano. Ella es un clon humano, o sea, que es plenamente humana y solo tiene diez años de vida. Tiene todo el rato en su cabeza el tic tac del tiempo, el taxímetro de la muerte. En esa especie de cuenta atrás, que le angustia pero a la vez le hace sentir una gran avidez por la vida que le queda, me he sentido muy identificada. Ella es mucho más bestia, claro. Yo soy como un gatito y ella una pantera. Bruna lo lleva todo al extremo.
Esa conexión cada vez mayor con tu personaje, hasta físicamente… ¿estaba planeada desde el inicio de la serie?
Para nada. Escribimos la más completa oscuridad. Las novelas son sueños que se sueñan con los ojos abiertos. Nacen del mismo lugar del inconsciente de donde nacen los sueños. De verdad que en el fondo tú no sabes de lo que estás escribiendo. Tú no lo sabes. Entonces, se producen cosas muy raras. Termino la novela y llegan algunos amigos que la leen y se han descojonado de risa porque me han dicho: «Bueno, ahora ya has conseguido hacerla como tú también físicamente.» Y es verdad, porque le he puesto un metro sesenta, la he convertido en una alfeñique y, encima, en esta novela Bruna escribe un diario. Así que ya más parecida no puede ser. Cuando me doy cuenta me parece muy gracioso.
Husky dice: «He descubierto que escribir es una manera de pensar. El mundo se coloca mientras escribo.» ¿Tú qué dices?
Pues exactamente eso. Escribir es una manera de pensar. Está claro que, sin pretenderlo, he hecho a Bruna como yo.
La arrolladora Bruna de antes, ahora se siente insegura en su relación con Lizard, que es un grandullón. ¡Pero él sigue loco por ella! ¿Tanto puede condicionarnos la percepción de nuestro cuerpo?
Tiene un lío mental enorme. Porque al final ella sigue siendo la que era, su consciencia es la misma pero su cuerpo es distinto. También tiene otras cualidades al ser una tecnohumana de cálculo y su relación con el mundo es distinta. De hecho, ella va cambiando también su mirada de las cosas y descubre cosas importantes. Es algo que actualmente se ha convertido en un problema serio. Hay adolescentes que no se reconocen cuando se miran al espejo porque están acostumbrados a verse en las redes a través de los de las aplicaciones que te mejoran el aspecto, te cambian. Y no son capaces de quererse tal y como son ni de reconocerse, lo cual es tremendo. De ahí vienen los problemas de las gordofobias y toda esa crispación en la relación con nuestro propio cuerpo.
Bruna está muy tensa, incluso arisca, especialmente con los que más la quieren…
La gente que tiene miedo de sus emociones porque cree que los sentimientos te hacen débil. Y es verdad que el querer a alguien y que te quieran te pone en una situación muy vulnerable. Y no solo estoy hablando de querer sentimentalmente, sino querer a los amigos, querer a un perro. Te pone en una situación de vulnerabilidad porque para ser feliz necesitas también de cosas que son de los otros y no controlas. Pero no hay elección porque somos animales sociales y para tener una vida plena necesitamos vivirla con los otros. Si por miedo a esa vulnerabilidad no quieres a nadie y te conviertes en una misántropa o en un misántropo, y te encastillas para no querer absolutamente a nadie, entonces simplemente no vives. Estás muerto, estás muerta. Le he dado a Bruna Husky la posibilidad de aceptar el riesgo de amar y de ser amada.
Otro tema clave en tu literatura es la manera en que asumimos el sufrimiento.
Es que en la vida sabemos dos cosas seguro: una que nos vamos a morir y otra, que vamos a sufrir. Incluso la persona más feliz de la tierra va a tener una cuota de sufrimiento. Hay que aprender qué hacer con el sufrimiento para que no te destruya, porque el sufrimiento destruye. Hay gente que con el sufrimiento se hace una especie de nido, se mete dentro, considera que es una víctima y que el mundo le debe todo porque ha sufrido; convierte su vida en un destrozo y destroza a menudo la vida de los que tiene al lado.
¿Por qué has dicho que después de esta última novela de Bruna Husky tienes menos miedo a la muerte?
Tú no escribes novelas para enseñar nada, escribes para aprender y si no aprendes en un libro es que lo has hecho mal. Yo escribo para perder el miedo a la muerte. Cuando tenía 9 años me recuerdo a mí misma diciendo: «Mira, Rosita, qué tarde tan bonita, disfrútala, porque enseguida pasará el tiempo y será de noche, estarás en la cama”. Yo tenía miedo a las noches. Enseguida pasará el tiempo, estarás en el colegio. No me gustaba el colegio. Enseguida pasará el tiempo, te harás adulta. Enseguida pasará el tiempo y se habrán muerto tus padres. Y enseguida pasará el tiempo y te habrás muerto tú. Y esto me lo decía con 8 años o 9 años. Parece un pensamiento triste pero lo que decía era: mira, Rosita, que tarde tan bonita, ¡disfrútala! Cuando estás muy lleno de la conciencia de la muerte, estás muy lleno de la conciencia de la vida. He tenido ataques de pánico desde los 16 hasta los 30 años, que en realidad son miedo a la muerte. Pero me parece bien pagar ese precio por la intensidad con la que aprecias la vida. He encontrado la serenidad escribiendo, un sentido a la vida a pesar de la muerte, esa negrura de antes de nacer. En todos mis libros hay una pelea por la vida. En ese aspecto fue muy importante para mí Historia del Rey Transparente, ahora hace 20 años que lo publiqué. Otro muy importante es El peligro de estar Cuerda y otro es este, que tiene un final que me parece muy consolador y una celebración de la vida. Creo que estos tres son los libros donde he dado más pasos adelante para poder iluminar la oscuridad.