Roderick Beaton: “Los griegos tienen un gran orgullo nacional, pero son también conscientes de sus defectos y limitaciones”

El lingüista e historiador Roderick Beaton publica «Los griegos. Una historia global« (Ático de los libros).

Texto: David Valiente

 

Todo comenzó a la edad de trece años. El lingüista e historiador Roderick Beaton viajó a Grecia en su décimo tercer verano, engrosando las listas de turistas incrédulos que visitan el país: “Venía de Escocia y he de reconocer que el mundo Mediterráneo me impresionó tanto que terminé cautivado, hasta el punto de que asumí como ciertos todos los estereotipos por los que se conocían a los griegos”, comenta durante la entrevista el autor, catedrático emérito Koraes de Historia, Lengua y Literatura  Griega y Bizantina Moderna del King’s College de Londres, con multitud de reconocimientos por su trabajo académico. Dejando al lado estas cuestiones superficiales de la personalidad griega, “la lengua que les escuché hablar en aquel viaje era prácticamente la misma que unos meses más tarde mi profesor de griego clásico me enseñó a través de los textos de Homero. En un año lectivo, me preparó para que fuera capaz de leer la Odisea en su lengua original”. Roderick guarda un grato recuerdo de ese profesor que “me cambió la vida”.

Desde entonces su amor por la lengua griega no ha parado de crecer: “Me atrapó la idea de intentar unir los eslabones históricos que dieron comienzo en la antigüedad y continúan en nuestro presente”. Su libro, Los griegos. Una historia global (Ático de los libros), es un intento de cerrar el círculo intelectual: “Al escribir este ensayo tomé la decisión de que no sería una historia de Grecia, no me enfocaría en elementos geográficos ni nacionales, sino en la lengua griega y en la evolución de la identidad de las personas que la han hablado”. Los griegos recorre los entresijos de uno de los pueblos más longevos de la historia y que más ha contribuido a la configuración de los pilares maestros de la civilización occidental.

¿Qué ha significado a lo largo de la historia ser griego? ¿Diría que ha cambiado su sentido en nuestros días?

Yo también me he planteado esta pregunta y por eso enlaza directamente con el corazón de mi libro. Al fin y al cabo, su lengua acumula muchos siglos de historia y eso nos permite comparar y analizar de qué manera se han percibido los griegos a sí mismos y cómo se han representado en un contexto de cambio constante. Por lo tanto, una respuesta breve a su pregunta sería que no ha existido una identidad única y definida que represente a los griegos en todas las épocas de la historia. Hoy en día, al menos, la identidad de la mayoría de los griegos está fuertemente arraigada en un sentimiento nacional. De hecho, profesan un profundo orgullo por su tradición; pero creo percibir que ese orgullo se centra en ciertas características que les hacen olvidar que, en la naturaleza genuina de lo griego, lo único constante es, paradójicamente, la mutabilidad de sobra demostrada en el transcurso de los siglos. La variedad de definiciones e intentos de autodefinición de los griegos demuestra que no existen elementos que, en principio, los puedan definir, salvo la versatilidad ya comentada.

 

¿Qué papel han jugado los mitos en la construcción de la identidad griega?

Todas las identidades están modeladas por un conjunto de mitos. Platón, por ejemplo, habla en la República de la necesidad de resumir la identidad de las sociedades con lo que él denominó ‘la noble mentira’ o ‘mito paidéutico’. Los griegos han heredado un gran tesoro de leyendas mitológicas con piezas tan sobresalientes como la guerra de Troya, los líos de faldas de los dioses o los doce trabajos de Hércules, casi todas historias de individuos que combatían por la gloria y el honor. Hoy sabemos que antes de la Grecia Clásica existió la civilización micénica, posible origen de estas historias que acabo de citar. Los debates académicos en curso tratan de discernir la realidad histórica de la invención propiamente mítica. Sin embargo, más allá de sus orígenes o de su veracidad histórica, destacamos el miedo que los seres humanos sentían hacia el inmenso poder de las deidades que en ocasiones podían obligarles a incurrir en  actos indeseados. En cuanto a los mitos de ahora, tengamos en cuenta que la Grecia moderna nació en el siglo XIX, tras la independencia de 1829. En ese momento, después de haber combatido contra el Imperio otomano para conseguir la libertad, los políticos e historiadores construyeron una narrativa nacional basada en los ideales y la historia de la Grecia clásica. En 1850, se publicó La historia de la nación griega, un libro que no solo traza el rastro de ese pueblo desde la época antigua, sino que también es un intento de favorecer el desarrollo de una identidad colectiva, que en esos momentos ya se constituía de manera más unívoca. Hasta hace no mucho, los niños en las escuelas estudiaban que, durante la dominación otomana, los cristianos acudían a la iglesia con la vela encendida porque caminaban en las tinieblas para evitar la persecución de los otomanos. La identidad griega se nutre de estas ideas de persecución que tienen sus dosis de verdad, por supuesto; pero la realidad no era tan oscurantista como lo refleja el mito nacional. Cuando Grecia se independiza, intenta de alguna manera vengarse del sometimiento padecido a lo largo de la historia y construye esta mitología nacional, aún muy difundida en la Grecia actual.

 

Seguramente, ya le habrán preguntado millones de veces sobre cómo los valores griegos han contribuido a la construcción de la globalización actual. Sin embargo, quiero revertir la pregunta y que comente de qué manera la globalización ha modificado los valores griegos.

Parte de la historia de los griegos consiste en la interacción con otros pueblos. Los griegos autóctonos siempre han estado en contacto con el mundo que los rodeaba y, en este sentido, por poner un ejemplo, la ciencia del siglo VI a.C. tomó ideas del saber babilónico en disciplinas como las matemáticas y la astronomía. Sin embargo, su enfoque los transformaba  hasta convertirlos en algo distinto y muy particular. Otro ejemplo muy interesante de esto que estoy comentando es el alfabeto griego. Los micénicos, en el siglo VIII y IX a.C., escribían en lo que se ha denominado Lineal A. Su rastro y su significado se pierden en la edad oscura, pero algunos años después, seguramente algún individuo en concreto, del cual desconocemos su identidad, tomó prestado el sistema de escritura fenicio y lo adaptó a las peculiaridades del lenguaje griego. El fenicio era una lengua semítica sin vocales, por lo tanto, su alfabeto se componía solamente de consonantes. Entonces, se tomaron seis o siete elementos del alfabeto fenicio que no correspondían a ningún sonido griego y se adaptaron como vocales. Y así nació un nuevo alfabeto con vocales que registran los sonidos exactos de la lengua. Los griegos han sido conquistados por muchos pueblos: principalmente por el Imperio romano y el otomano. En Grecia existe el mito nacional de que los otomanos son el otro, nada tiene que ver el pueblo griego con ellos, aunque su cocina es casi idéntica y algunas de las vertientes de su música popular son muy similares. Esto no gusta a los griegos, pero son elementos que constituyen su realidad griega. En la actualidad hay gente que dice que en este mundo globalizado, la lengua franca, el inglés -sobre todo su vertiente americana- terminará por desplazar al griego en unos cincuenta años. Espero que no ocurra y creo que se equivocan porque la lengua es algo muy resistente, seguirán interactuando y como consecuencia absorberá expresiones y palabras, como ya ha sucedido en el pasado. Es más, se pueden rastrear muchos préstamos y reminiscencias del latín, el albanés, el serbio, el inglés, el italiano o el francés en la lengua griega moderna.

 

Tal vez, la herencia griega más reconocida en el mundo sea la democracia. ¿Cómo cree que el concepto original de democracia ateniense se ha reinterpretado o incluso distorsionado en la política actual?

Efectivamente, la palabra democracia es griega y significa literalmente ‘poder del pueblo’. Sabemos que nació en tiempos de las polis griegas, seguramente en Atenas, en el 508 a.C., pero aún desconocemos cómo fue la organización en su primera etapa. La democracia experimentó cambios que la convirtieron en un sistema radicalmente diferente. Y también ha demostrado sus fallos. De hecho, tanto Platón como Aristóteles no simpatizaban mucho con ella, el primero la odió y el segundo creía que no era la mejor forma de organizar los asuntos humanos debido a su precariedad y la facilidad con la que se podía subvertir. El concepto de democracia resurgió de la mano de los ilustrados en el siglo XVIII con algunas características distintas, porque en los tiempos modernos el tamaño demográfico superó con creces la densidad poblacional de los Estados-nación, por lo que un sistema de participación directa hubiera sido del todo imposible. Sin embargo, los pilares básicos del sistema, los que la definen y la diferencian de otras formas políticas, no han sufrido modificaciones. En mi opinión, uno de los principios inquebrantables de la democracia es la isonomía, eso que Herodoto dice que se compone de isos (igual) y nomos (ley), y es la máxima expresión del imperio de la ley en nuestro entendimiento político. Y fíjese si será importante que, además de por la libertad política, los griegos se enfrentaron a los persas para conservar la isonomía, porque sin ella no puede existir la democracia. Por lo tanto, el sistema ha experimentado cambios, pero nunca se alteraron una serie de principios fundamentales.

 

¿Cree que la Grecia moderna puede tomar lecciones de esos momentos menos brillantes de su historia?

Los griegos tienen un gran orgullo nacional, pero son también conscientes de sus defectos y limitaciones. Aunque no lo parezca, es un pueblo muy autocrítico que, a lo mejor no expresa sus fallos abiertamente, pero los conocen y, por supuesto, los discuten dentro del entorno social. Su historia nos muestra la fea costumbre que tienen de desconfiar unos de otros. De hecho, ellos han formulado el concepto de diánoia, que se traduce como ‘desacuerdo’, que ya ha estado muy presente en los mitos y en la historia del país (recordemos las luchas que se producían entre las polis y el ambiente de discordia política dentro de las propias ciudades-Estados). Los griegos desean poder confiar en sus compatriotas, porque son conscientes de que el desacuerdo social les incapacita para trabajar en sus objetivos y les hace vulnerables ante vecinos más fuertes, como Turquía, en términos económicos y militares. Sin embargo, así como los griegos no son capaces de llegar a consensos, demuestran una gran capacidad para cooperar dentro del marco internacional. En la crisis chipriota, buscaron constantemente el apoyo de Naciones Unidas y la Unión Europea para minimizar la influencia de Ankara. Sin duda, este enfoque legalista está muy presente a lo largo de su historia.