Rebecca Makkai: «Decir que no se puede enseñar a escribir es ridículo, es lo mismo que decir que no se puede enseñar a cantar»
Novela académica, novela de investigación criminal, novela sobre las redes sociales, novela sobre el Me Too… Rebecca Makkai (Illinnois, 1978) echa mucha leña al fuego en su última y singularísima novela, “Tengo algunas preguntas para usted” (Sexto Piso)… y cae de pie.
Texto: Antonio LOZANO Foto: Texas Book Festival
La publicación de Los optimistas, sobre los primeros brotes de la epidemia del SIDA en Chicago, descubrió a muchos el talento de Makkai para salir airosa del desafío esquizofrénico de retratar el horror con una mezcla de sensibilidad desbordada y humor oxigenante. Uno lloraba y reía, y discurría también por una construcción literaria impecable: composición de personajes, fluidez narrativa, estructura. Su nueva novela, Tengo algunas preguntas para usted supone la prórroga del compromiso de la autora con materiales y sensaciones heterogéneas. Bodie, autora de un podcast de éxito, es invitada a su antiguo internado a impartir un curso que despertará el fantasma de una experiencia traumática vivida en el mismo centro décadas atrás: el asesinato de su compañera de cuarto. Su intento por resolver las incógnitas pendientes del caso la arrojarán a un violento replanteamiento de buena parte de su pasado. A través de saltos temporales y la inmersión en la mente confusa y neurótica de la protagonista, Makkai hace malabarismos narrativos y aborda una gran cantidad de temas espinosos sobre los desquiciados tiempos de vigilancia, virtualidad, morbo y conservadurismo en los que vivimos.
La escritora respondió por correo electrónico a las preguntas de la revista.
Ejerció de profesora en una escuela Montessori durante doce años. ¿Labrarse una carrera literaria siempre estuvo en sus planes o parecía tallada para la docencia?
Empecé a tomarme muy en serio como escritora a los doce años, y llegados los catorce, ya estaba decidida a labrarme una carrera literaria. Me encantaba dar clases, pero siempre fue una manera de llegar a fin de mes mientras escribía mi primera novela (mi primera novela y media, para ser sinceros) y los relatos que conformarían mi primera colección. Por aquel entonces, también aprovechaba los veranos para completar un máster en Literatura y mi plan original consistía en realizar un doctorado. Sin embargo, llegó un momento en que me di cuenta de las dificultades que supondría escribir literatura y escribir sobre literatura (aunque imagino que mucha gente ha sido capaz) y que, puestos a escoger, lo primero me interesaba mucho más.
Supongo que la escritura de Los optimistas fue muy exigente desde un punto de vista emocional. Aunque su nueva novela aborda cuestiones muy serias, el tono es más ligero y el humor está más presente. ¿Necesitaba salir a respirar un poco, divertirse algo más?
Aunque pueda sonar extraño, cada nueva novela ha supuesto un intento por escribir algo más sencillo y original que su predecesora. Esto incluye Los optimistas, que originalmente pretendía ser un libro alegre sobre modelos para artistas en París y que acabó centrándose en la epidemia del SIDA en Chicago. En el caso de Tengo algunas preguntas para usted, habría sido difícil escribir algo más doloroso que Los optimistas. De manera que quiero pensar que esta vez sí he conseguido mi objetivo.
A priori, Tengo algunas preguntas parece un cambio de rumbo notable respecto a Los optimistas, pero en cierto modo, ambas están unidas por el tema de la muerte, aunque las circunstancias y los ángulos de incidencia guardan muchas diferencias. ¿Diría que este vínculo es significativo o una mera coincidencia?
Estoy bastante convencida de que se trata de una coincidencia… Haces que me pregunte por el porcentaje de novelas literarias que abordan la muerte de una manera u otra. Diría que por lo menos una quinta parte, ¿no crees? Visto así, no me parece extraño que dos novelas consecutivas mías la hayan tocado.
¿El furor por los podcast de temática true crime fue uno de los motores de la novela? ¿Qué opinión le merece el fenómeno de los investigadores aficionados?
Llevo mucho tiempo pensando en los diversos formatos en que surgen los true crime y en las diferentes maneras en que nos sentimos atraídos hacia sus historias. Los podcast son un vehículo más para este tipo de relatos, pero el interés humano por los crímenes reales probablemente sea tan antiguo como la humanidad. Aquí, en los Estados Unidos, en 1935 teníamos a gente vendiendo souvenirs a la puerta de los juzgados donde se dirimía el caso del asesinato del bebé de Charles Lindbergh. Lo novedoso es la proliferación de canales -podcast, fórums en línea, series de Netflix…- que te permiten pasarte horas entregado a un caso determinado. De hecho, pienso que algo positivo hemos sacado de ello… pues a un lado del espectro tenemos una labor de investigación periodística muy responsable e importante. En el extremo opuesto, asistimos a prácticas movidas por el sensacionalismo y que pueden llegar a interferir con la verdad de los hechos.
¿Por qué cree que tantas mujeres se sienten atraídas por el formato, en calidad de productoras de contenido o consumidoras del mismo?
No albergo ninguna certeza sobre por qué hay tantas mujeres que se sienten atraídas por el true crime, pero muchas voces han sugerido que es una manera de ejercer control sobre ese tipo de narrativas y encarar miedos (tanto racionales como irracionales). Particularmente, una interpretación así me suena la mar de plausible.
En Tengo algunas preguntas para usted hallamos un contraste muy interesante entre la gravedad de algunos de los asuntos planteados y la ligereza de la voz de la protagonista, que con frecuencia se muestra burlona, distanciada de su entorno y algo neurótica. ¿Hasta qué punto le fue importante trabajar sobre esta distorsión?
No sé hasta dónde fue crucial -quizá la historia habría funcionado igual con una voz más seria-, pero el humor siempre ha jugado un papel destacado en mi trabajo, incluso cuando el tema troncal es oscuro. En Los optimistas este mecanismo funcionó de un modo distinto; permití que los personajes y sus diálogos fueran divertidos, a veces de una manera desafiante, teniendo en cuenta el horror al que se enfrentaban. Así le hice justicia a la vida real, al modo en que muchas personas se enfrentaron al SIDA en sus primeros pasos. En mi nueva novela he dejado que fuera la voz de la narradora la que sostuviera el humor, un comportamiento que de nuevo me parece realista ya que muchos de nosotros acudimos al humor y al distanciamiento de cara a lidiar con la tragedia o el malestar.
Las redes sociales suponen una fuente de ansiedad para su protagonista, Bodie, pero también la ayudan en su investigación. En tanto que escritora, ¿las redes sociales consiguen hacer más estimulante la ambientación de una novela en el presente o a veces las percibe como una carga?
Me encantó incluir las redes sociales en este libro como elemento dramático. Puedo entender los motivos de algunos escritores para evitarlas -quizá piensen que consiguen ligar demasiado la historia a un momento determinado-, pero a mí no me molesta en absoluto leer un libro de 1953 que incluya la tecnología, el clima político o cualquier otra característica propia de 1953. De hecho, esos detalles coyunturales serían una parte destacada del placer lector. En el tiempo transcurrido entre que escribí el libro y fue publicado, el panorama relativo a las redes sociales ya había cambiado, con Twitter desplomándose… pero la naturaleza de la novela la lleva a incorporar su propia cápsula del tiempo, y esto supuso un recordatorio de que en verdad retraté un momento histórico muy específico.
Usted se muestra muy activa en las redes sociales, llegando a embarcar a sus seguidores en propuestas como leer y debatir una lista de ochenta y cuatro libros. ¿Qué es lo que le gusta más de las posibilidades que la esfera virtual abre a los amantes de la literatura?
Son muchas las cosas que disfruto de las redes sociales, siendo una de las más relevantes el hecho de que supone un recordatorio constante de que cuento con un público, de que hay gente ahí fuera leyendo mis libros, o cuanto menos lo que comparto en Substack o Instagram, y que, por tanto, no escribo en el vacío. Estoy convencida de que muchos escritores encuentran muy útil poder olvidarse de la idea de que existen sus lectores entre un libro y otro, a veces durante años, pero a título personal me resultaría muy solitario. Encuentro más fácil ponerme a trabajar si los tengo en mente.
Cualquier entorno académico es un microcosmos muy rico por la diversidad de gente que aglutina -clases sociales, razas, edades…- y por los códigos y tradiciones bajo los que opera. ¿Qué aspectos del mismo le interesaba más explorar a través del internado de Tengo algunas preguntas para usted? ¿Tuvo alguna novela de campus o similar como referente?
He disfrutado mucho de una amplia variedad de novelas de campus, pero la influencia más decisiva partió del hecho de que vivo en el campus del internado en el que mi marido imparte clases de Literatura. Hablamos de un espacio único y al que con frecuencia no se ha representado con justicia. Muchos americanos tienen la percepción de los internados de su país como si nada hubiera cambiado desde los años 50 (homogéneos, pudientes, pijos, elitistas), lo que no se ajusta en absoluto a la realidad actual (suele predominar la diversidad en términos de raza, clase social y nacionalidad). No solo su potencial dramático me lo hizo un escenario interesante, también mi deseo de que la gente lo entendiera mejor y lo viera con mayor claridad.
¿Hubo algunos mecanismos de las ficciones detectivescas con los que disfrutara jugando de un modo personal?
La ficción detectivesca no me interesaba mucho de por sí, más bien me atraía cómo se investiga un crimen en la vida real. Dicho esto, una vez me propuse escribir una novela en torno a un crimen, supe que los lectores albergarían ciertas expectativas. Lo único que tuve muy claro desde buen principio es que los lectores descubrirían lo ocurrido en la noche de autos. Disfruté mucho planificando los detalles de esa noche, proceso que llevé a cabo de forma muy temprana. Tener decidida la cronología de los hechos y las localizaciones me ahorró muchos problemas a la hora de revisar el material.
¿Cuánto bebió de sus propias experiencias académicas? Siento la tentación de apuntar que el mundo académico de hoy es mucho más puritano y asfixiante que décadas atrás, pero quizá incurra en idealizar el pasado y olvidar sus partes oscuras, ¿qué opina?
Sin duda me animó el deseo de mostrar ambas caras de la moneda. En la novela, los estudiantes del año 2018 son mucho más ambles y dulces que los de 1995, pero al mismo tiempo, son más mojigatos y tendentes a la sobre interpretación hasta el punto de llegar a auto convencerse de que no necesitan auxiliar a alguien necesitado de ayuda. Y también quería mostrar tanto la nostalgia como los horrores detrás de las relaciones sentimentales de 1995. Te diré una cosa: sabiendo lo que sé acerca de cómo eran los institutos en los años 90 y en la actualidad (tengo una hija de dieciséis años), prefiero los institutos de hoy. Puede que no sean lo mejor para todos, pero resultan mucho más seguro para un gran número de personas.
Enseña escritura creativa en diversos centros. ¿Cuáles son sus guías maestras como docente?
Hay gente que insiste en la idea que no se puede enseñar a escribir, lo que es ridículo, es lo mismo que decir que no se puede enseñar a cantar. Un profesor no será capaz de convertirte en un cantante de ópera extraordinario si no tienes ningún oído musical, pero un buen profesor es capaz de conseguir que cualquier cantante mejore respecto a su punto de partida, y además resultaría sumamente difícil convertirse en un cantante profesional sin el acompañamiento de un tutor. Mis objetivos varían para cada estudiante porque todo escritor muestra una respuesta intuitiva hacia ciertos aspectos y necesita esforzarse mucho respecto a otros. En mis talleres tiendo a poner el acento en las tramas, en parte porque no es algo muy popular entre el profesorado. Puedes escribir las frases más bellas del universo, pero sí detrás no tiene una historia persuasiva, nadie va a leerte.