«Por mí que no quede»  

La frase que titula esta pieza es patrimonio del filósofo Julián Marías citado con  frecuencia a lo largo de este ensayo, y  de quien el autor de «Identidades Solapadas. La conciencia de un intelectual periférico» (Silex Ediciones),  Miquel Escudero, se reconoce deudor y transmite un gran afecto por su persona y obra. La frase igualmente representa el esfuerzo y la entrega de este profesor vocacional – Doctor en Filosofía y Matemática aplicada- que lleva más de cuarenta años impartiendo clases con auténtico espíritu pedagógico y humanista.

Miquel Escudero, autor de «Identidades solapadas»

Texto y fotos: Francisco Luis del Pino Olmedo

 

Durante la presentación de Identidades Solapadas, de Miquel Escudero, en el marco de la barcelonesa Librería Byron a cargo del editor y filósofo Agustín Pániker, este opinó que “esa voz no debería ser periférica, ya que es un libro importante y muy bien escrito”. “Está impecable”, aseveró. Trató de excelente la selección de personajes mencionados en la obra que ayudan a comprender la existencia de más de una identidad, como se solapan y funcionan. Pániker, hijo y sobrino de filósofos, manifestó que siendo nieto de un ciudadano natural de India que se afincó en Barcelona, ejemplificaba de alguna manera esas distintas identidades de las que habla Miquel Escudero. “Este ensayo”, dijo en su reflexión final, “no es para turistas, sino para viajeros”.  Y apostilló que “la gente con una cultura o querer saber, lo va a agradecer mucho”.

Estoy de acuerdo con Agustín Pániker una vez leído detenidamente Identidades Solapadas por la alegría y satisfacción que me ha proporcionado. Igualmente comparto su apreciación que este no es un libro para curiosear como un turista por esas geografías en las que se fijan un momento con ánimo presuntuoso. Al contrario, es oportuno y complementario; especialmente para aquellos viajeros duchos en adentrarse por los caminos de la reflexión, y los que sienten  el anhelo de prosperar sabiamente en la comprensión de los demás. Podría decirse que está dedicado también a quienes comparten la necesidad de sentirse libres de prejuicios y perversiones heredadas.

Transita por toda la obra una voz honda y profunda sin caer en el peligro de tratar con excesiva complicación los temas, indiscutiblemente importantes que abarca: la división de clases, la segregación, el odio, y cómo promover la interculturalidad, la convivencia y el progreso. No es ocioso apuntar, por otra parte, que argumenta con una frescura inteligente y ecléctica -probablemente fruto de ese largo y enriquecedor magisterio-,  su apuesta por el pensamiento transversal que, en el caso de las identidades, parte de la base que no hay una inamovible, sino identidades que se superponen de forma dinámica. Miquel Escudero es rotundo en cuanto a que “Tenemos que librarnos del chantaje emocional que se nos impone de ser de donde se nace”.

Parte el libro de la denuncia que al ser humano se le presiona desde que nace para someterlo a un grupo determinado y que en él asuma una actitud gregaria. Al aceptar ese propósito impuesto se pierde, según el autor, lo mejor de la sociedad: su capital humano. “Constituido por individuos con una vida personal en ascenso, equilibrada y cooperante.” Su intencionalidad al escribir el ensayo lo deja claro en las primeras páginas, como un reto que anticipa y fortalece en el desarrollo su propia andadura intelectual. Un reto que se enfrenta a tratar de los conflictos reales y evitables, esos que “nos encontramos en torno a nuestra condición y nuestra situación, a lo largo de los años y de los siglos.”

El libro recoge con cierto detalle las cambiantes fronteras de los países igualmente sometidos a las diferentes identidades que las circunstancias imponen; obligadas las gentes a abandonar sus tierras de origen, por los conflictos, guerras y desplazamientos forzosos. Explica Miquel Escudero la incerteza, confusión y hostilidad que todavía actualmente se sufren. A veces son identidades no reales, pues las auténticas sobreviven ocultas o disimuladas en las personas por la fuerza. No tan solo en lo físico, también lingüísticamente, y hasta en el marco académico; todo ello queda expuesto con todo rigor y claridad en Identidades Solapadas.

Hay dureza y resolución en el autor al mostrar las huellas de la historia confundidas entre los pliegues de los éxodos, exilios y destinos indeseados que, con notable severidad (y perversión), han contaminado y reducido las ambiciones del ser humano por dar rienda suelta a las distintas identidades que habitan en sus entrañas y en su alma. Y que, también, en las llamadas sociedades democráticas actúan por intereses determinados para sujetar al individuo y mantenerlo en el sitio asignado. Indudablemente, esa política cercena de raíz la posibilidad del despertar de otras identidades que necesita el ser humano para realizarse más ampliamente y sentirse cercano a los demás.

El autor, que no elude ningún tema por escabroso o controvertido que resulte, los trata con soltura y naturalidad, logrando una narración ágil que gana en interés progresivamente desde el principio. Y no se oculta al lector a medida que avanza en sus capítulos, la solidez intelectual mostrada en cada uno de los pasajes representados por el plantel de personajes que aparecen por las páginas del ensayo: Louis Pasteur, quien tras ser rechazado por el establishment médico francés, logró desarrollar una vacuna específica contra la rabia que fue un éxito. Gracias a los avances conseguidos por  el químico galo,  Ignaz Semmelweis, médico obstetra nacido en el Budapest perteneciente al Imperio Austro-húngaro, pionero de los hábitos antisépticos que despertó la ira del gremio médico por contradecir la praxis habitual, consiguió imponer la convicción de que era imprescindible también esterilizar el material quirúrgico, para neutralizar los gérmenes patógenos. (sic) “No les bastaba a los mejores su seguridad en su conocimiento, debieron pugnar por hacerlo valer, persuadir con una evidencia incontestable”, afirma el escritor.

En otro terreno los casos de Elizabeth Jennings y Rosa Parks son ejemplos relevantes de rebeldes honradas, según las define el autor, que se  enfrentaron a la segregación racial en Estados Unidos. La primera era una maestra negra a quien en 1854 echaron violentamente del tranvía de caballos en el que viajaba, por negarse a ceder su asiento a un hombre blanco. Pero, Jennings cuyo padre había comprado la libertad de su familia, no aceptó la injusticia. La familia tramitó una demanda judicial por medio de un joven abogado republicano, Chester Arthur –que llegó a ser presidente de Estados Unidos entre 1881 y 1885- y obtuvo una indemnización de 250 dólares, una cifra elevada en aquel entonces.

Otra rebelde fue Rosa Parks, una costurera de 42 años de edad, quien en 1955 desobedeció las normas racistas del Estado de Alabama y se sentó en una de las zonas reservada a los blancos en un autobús. Al negarse a ceder el asiento fue arrestada, encarcelada y tuvo que pagar una multa. Las protestas contra la segregación duraron más de un año, consiguiendo que en 1956 la Corte Suprema declarara inconstitucional la segregación en el transporte.

Entre las personas mencionadas en el libro por sus valores y coraje que han dejado un legado de dignidad y combate contra las pelagras que azotan siempre de un modo u otro a la humanidad, Miquel Escudero reconoce sentir una “particular atracción”  por Rosa de Luxemburgo, a la que define como “mujer indomable”. Polaca y judía fue una de las primeras mujeres en doctorarse; lo hizo en Derecho y Economía política en 1898, con 27 años de edad. Más adelante fundó la Liga Espartaquista, en homenaje a Espartaco como símbolo de los esclavos que se rebelan contra sus amos. Recuerda Escudero que se atrevió a criticar a Lenin por ejercer el poder de forma dictatorial, con los privilegios de un partido único y arrebatando la libertad al pueblo. “Libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera distinta” proclamó. Fue encarcelada en distintas ocasiones defendiendo la idea de despertar a la humanidad de su letargo, y su propósito incansable de alejarla de “la cloaca del chovinismo” y del odio racial. Finalmente, a los 47 años de edad fue secuestrada por los freikorps (paramilitares que acabarían integrándose a los nazis), asesinada y arrojado su cuerpo a un canal de Berlín.

Siguen una galería de otros personajes célebres por su aportación intelectual y  elevada dignidad: Hanna Arendt, Miguel Delibes, Francisco Bens, Rainer Maria Rilke, entre un magnífico plantel que representan un ejemplo cada uno en su dimensión. Bien elegidas las citas y fragmentos de sus discursos, siempre acordes a los temas tratados en este ensayo, Escudero interpreta con trazos muy bien hilvanados en cada caso tanto la personalidad, como el carácter político y científico de quienes lucharon por ser reconocidos como iguales en cada circunstancia. Los que no se sometieron a la identidad marcada en los distintos momentos de la Historia, y al no hacerlo liberaron las diferentes identidades que confluían en ellos. Mejoraron con ello la sociedad sirviendo de ejemplo para muchos, y libraron con su esfuerzo y rebeldía de enfermedades e injusticias al mundo. Cierto es, que a costa de su propia vida y libertad en bastantes ocasiones, arrebatada ignominiosamente por los asesinos de siempre, o por la investigación sobre las infecciones y otras enfermedades contagiosas o no.

Lo relevante de todo lo expuesto en Identidades Solapadas es su atrevimiento a utilizar el bisturí para sajar las capas que ocultan la mentira y podredumbre de las  historias maquilladas y las falsas seguridades; desenmascarando falacias y, en definitiva, proporcionando una maravillosa herramienta con la que disfrutar y aprender.

Miquel Escudero ha cumplido indudablemente con la máxima de su mentor, Julián Marías: “Por mí que no quede”. Ahora es el lector quien debe recoger el testigo y si se atreve y puede, aplicarse a la filosofía que impregna cada página del libro.