Pilar Adón, una escritora que empuja al lector hacia el abismo. Premio Nacional de Narrativa 2023

Pilar Adón, Premio Nacional de Narrativa 2023 por su novela «De bestias y aves», una historia distópica  que ya ha obtenido los galardones de la Crítica, el Francisco Umbral al Libro del Año y el Cálamo Otra Mirada.

TEXTO Carlos LURIA FOTO Asís G. AYERBE

 

Hace poco más de un año, con la salida de la novela De bestias y aves en Galaxia Gutenbergpublicamos en nuestra revista en papel Librújula, número 44, una entrevista con Pilar Adón y nuestro colaborador Carlos Luria. Ahora, recién otorgado el Premio Nacional de Narrativa, la rescatamos para nuestra edición digital.

 

Entrevista con Pilar Adón

 

Justo antes de enfrentarse a la última novela de Pilar Adón, De bestias y aves (Galaxia Gutenberg), el entrevistador acaba de leer un artículo en que Leila Guerriero traza las fronteras de lo que ella considera un “texto vivo”: “Un texto que deje, en quien lo lea, el rastro que dejan, también, el miedo o el amor, una enfermedad o una catástrofe”.

El entrevistador se acordará varias veces de esta definición durante la lectura de De bestias y aves. No será una lectura relajante, como tampoco son especialmente relajantes el miedo, el amor, una enfermedad o una catástrofe. No será la lectura de una novelita que narre con profusión de adjetivos un amor de juventud de Gengis Kahn. Será, en definitiva, la lectura de un texto vivo, de un artefacto narrativo que dejará al lector tal vez hundido y desde luego bastante tocado. En síntesis, la novela de Adón cuenta la peripecia de una mujer herida que, tras huir de todo, incluso de su móvil, acaba en una remota casa habitada por extrañas mujeres. Esta es la historia, pero en realidad no lo es. Porque esta sinopsis no nos habla de las mandíbulas que se cierran sobre el lector a cada página, ni de que el lector intentará huir a otros parajes más amables, al amor de juventud de Gengis Kahn, por ejemplo, sin conseguirlo. La poeta, cuentista, traductora y editora Pilar Adón (Madrid, 1971) ha vuelto a dirigir su mirada valiente y poco misericordiosa donde muy pocos la dirigen, como ya hizo en novelas como Las efímeras o Las hijas de Sara.

Y, sin embargo, la pantalla del Zoom muestra a una mujer tan risueña que el entrevistador se pregunta para sus adentros si esta Pilar Adón es la misma Pilar Adón que tiene por costumbre empujar al lector hacia el abismo. Tal vez es un doble, cosa poco probable. Tal vez, y esto tiene más lógica, la escritora está de buen humor porque en el momento de la charla está de vacaciones en la costa atlántica francesa. Una tercera posibilidad nos invita a adentrarnos en un terreno pantanoso: tal vez, como tantos buenos escritores, Adón es un iceberg cuyo soleado diez por ciento se apoya en un noventa por ciento de oscuridad.

En cualquier caso, la autora reirá muchas veces a lo largo de la entrevista: una risa expansiva de niña traviesa que inundará la pantalla del Zoom y que me recordará a Cristina Fernández Cubas, otra maestra de la angustia que también parecía tener una fe romántica en la risa.

Le voy a hacer muchas preguntas, así que para equilibrar el encuentro le propongo que sea usted quien tire la primera piedra. Lance una pregunta al aire. Una pregunta que para usted sea importante.

Ah, vale. ¿Pero de literatura?

No necesariamente.

Muy bien. ¿Cómo vamos a arreglar el cambio climático? ¿Qué vamos a hacer al respecto? Es una de las cosas que más me preocupan ahora mismo. Muy preocupada. Yo me especialicé en Derecho Medioambiental cuando acabé Derecho, y como te digo es una de las preguntas que más me inquietan.

Me lo pone en bandeja, porque lo primero que quería decirle es que en De bestias y aves la naturaleza, precisamente, es una presencia densa y asfixiante. ¿Por qué ese intento de mostrar el lado oscuro del entorno natural?

Cuando yo me planteo los ambientes en los que se va a desarrollar una novela, o un relato, o incluso un poema, no me planteo a priori “voy a hacer una naturaleza asfixiante”, como sí me puedo plantear que quiero elaborar un argumento inquietante o uno en el que el lector tenga que participar para construir la historia. Lo que sí es verdad es que para mí la naturaleza es un personaje más. El ambiente, la naturaleza que rodea la casa, porque siempre hay casas en lo que yo escribo, al final determina el comportamiento de los personajes. Una de las cosas más importante de De bestias y aves es que se pone de manifiesto que el lugar en el que estamos determina la manera de ver la realidad de los personajes.

¿Siempre ha tenido esa visión casi antagonista de la naturaleza?

Cuando yo empecé a escribir poesía, que fue mucho más tarde que la narrativa, la naturaleza que aparecía era muy idealizada y domesticada, al estilo de las campiñas inglesas. Poco a poco me di cuenta de que esa no era la naturaleza que yo conocía. La que yo conocía determinaba la vida de las personas. Por ponerte una anécdota, mi cumpleaños es el 12 de octubre, pero mi padre era cazador y ese día siempre llegaba tarde a casa porque el 12 de octubre se abre la veda y él se iba a cazar. En todo caso, si la naturaleza de mis novelas es asfixiante es porque forma parte de esta necesidad que tengo de crear historias inquietantes y que hagan pensar al lector.

¿Por qué esa necesidad?

Porque son las historias que me gustan a mí como lectora.

Coro, la protagonista de De bestias y aves, es una ilustradora que se ha especializado en dibujar hojas y plantas. Curiosamente acaba en ese mundo en el que la naturaleza no es ni mucho menos tan amable. ¿Hay algún tipo de ironía en eso?

En alguna parte de la novela, Coro dice que ella está acostumbrada al detalle, pero que no sabía lo que era enfrentarse a esa naturaleza global, a ese paisaje abierto. Al final podemos llegar a una conclusión parecida de lo que le está pasando a ella: esa sensación que tenemos de tener el control y de repente perderlo absolutamente. Ese tema también me interesa mucho.

¿Le parece que juguemos al juego de las tres diferencias?

Vale.

Dígame tres diferencias entre usted y Sara Mesa. Si le resulta difícil pueden ser dos.

Eeeeh… ¿Diferencias? Veo más similitudes que diferencias, pero en fin. A ver, yo creo que a ella le interesa más la literatura vinculada a las ciudades, excepto en Un amor, claro. Y dos, ella trata más que yo el tema de las atracciones físicas o incluso sexuales, un tema que yo raramente toco. En De bestias y aves no hay ni una sola relación sexual.

¿Y entre usted y Stephen King?

A ver, cómo decirlo sin que suene brusco. King plantea las situaciones de una manera como más machacadita, más masticadas. Yo entro en las novelas dando ciertas cosas por sentadas, cosas que el lector ya debe conocer. King no, él plantea las situaciones poco a poco. Yo entro más in medias res. Y luego a King le interesan más los sustos, los momentos en que pilla al lector por sorpresa, y a mí asustar así no me interesa. Me interesa más crear un clima de inquietud.

Para acabar, las diferencias entre usted y Coro, la protagonista de De bestias y aves.

Es que nos parecemos mucho. A ver. Coro es mucho más valiente que yo, es decir, yo no habría sobrevivido a la situación en la que está ella. Yo me habría hundido. Y, por otro lado, Coro arrastra la gran culpabilidad de la superviviente. Casi todos los que hemos sobrevivido a alguien arrastramos esa culpabilidad, pero la suya es mucho mayor que la mía, es inmensa. De hecho, su culpabilidad determina cómo acaba.

Ya está. No ha sido tan complicado.

Por favor, qué entrevista más difícil, qué difícil.

Su novela está repleta de frases cuidadas hasta el mimo. Por ejemplo, una que proviene de cierto secundario: “Quien sabe del horror está al tanto de que no se trata de un estado específico de la noche”. ¿Los horrores diurnos son más pavorosos que los horrores nocturnos?

Fíjate, esa podría ser otra de las diferencias entre Stephen King y yo. A él le gusta mucho la noche y a mí no tanto. A tu pregunta, los acontecimientos más terribles suceden de día.

El duelo es otro de los asuntos de De bestias y aves. Es casi un asunto central y, sin embargo, se toma usted muchas molestias en enmascararlo.

Efectivamente, es un duelo enmascarado. Tú lo has visto muy bien, pero en ningún momento aparece la palabra duelo. Es un duelo relacionado con la culpabilidad y con el deseo de huir.

En realidad, la protagonista es más prisionera de sí misma y de su duelo que de la casa a la que va a parar…

Eso, si recuerdas, en Las hijas de Sara ya sucedía con algunas diferencias. También en Las efímeras. Es uno de los temas que más me interesan. Cómo las prisiones no solo son físicas, sino también emocionales.

¿Por qué sus protagonistas, y gran parte de sus secundarios, son siempre y casi exclusivamente mujeres?

Pues es un poco como lo que te decía de la naturaleza. Para mí es algo normal que la naturaleza esté presente, algo consustancial a mí y a mi manera de ver el mundo. En cuanto a los personajes mujeres es lo mismo, para mí es lo natural. Fíjate, cuando publiqué el libro de relatos Viajes inocentes, una periodista me hizo la misma pregunta, por qué los personajes eran mujeres, y ahí me pilló de sorpresa porque yo no era consciente de eso, fíjate si era natural. A partir de ahí sí fui consciente. En cualquier caso, en mi universo las mujeres me dan excusas narrativas muy, muy interesantes.

Es momento de que sea usted de nuevo quien formule una pregunta.

Vale. Mira, yo tardo mucho en escribir novelas, varios años, porque entre medias siempre escribo otras cosas. De bestias y aves la empecé en verano de 2018 y se interrumpió en agosto de 2019 con algo que sucedió y de lo que todavía me cuesta mucho hablar. Entonces una de las preguntas que más me hacía era dónde estaba mi padre. No lo entendía. Mi padre estaba y de repente no estaba. “Dónde está” es una pregunta que ya no me duele, de hecho te la puedo decir, pero antes solo podía escribirla y en poesía, no en prosa. Dónde está es una pregunta que me sigo haciendo.

Es una buena pregunta.

Para la que cada uno tiene su respuesta.

¿No cree que la respuesta más real, aunque también la más decepcionante, es la de que, simplemente, no está?

Fíjate, cada vez que voy con mi madre al cementerio, yo le digo que está claro que mi padre ahí no está. ¿Entonces, dónde? Pues depende. ¿En ningún lado? Ahora mismo te lo acepto y no me ves con el lagrimón en los ojos, sobre todo porque ya han pasado tres años y una pandemia por en medio. Pero otra gente te dirá que está en todos los sitios.

¿Aprovechó la pandemia para leer ya Guerra y paz o todavía lo tiene pendiente?

(Ríe) No. No la he leído. Ponlo, ponlo en la entrevista si quieres. Y mira que me gusta Tolstói, ¿eh? Pero todavía no he leído Guerra y paz.

Usted contó una vez que de pequeñita no le gustaba salir a jugar con otras niñas y que se aislaba en su habitación con sus libros. ¿Por eso el aislamiento es un asunto recurrente en todas sus novelas?

Sí. En todos mis libros pasa lo mismo. Al final son personajes que se aíslan metidos en casas y que llegan a algún tipo de salvación o no. El aislamiento, el miedo y la huida son mis elementos principales.

Usted escribe, traduce, edita… ¿Tiene la sensación de que la literatura le persigue?

No. Más bien yo persigo a la literatura. ¿A que no te esperabas esta respuesta?

Le dejo la última pregunta a usted. Pero por algún motivo que desconozco, el Zoom está avisando de que solo permite un minuto más de conexión.

Menos de un minuto, qué agobio.

 

Lo del minuto es cierto. Aparece en el extremo superior de la pantalla. Es una cuenta atrás extraña y agobiante, como si el Zoom tuviera prisa por echarnos de ahí. Quedamos con Pilar que me mandará la pregunta por WhatsApp. El mensaje llega a la mañana siguiente. También es un texto vivo.

“Mi última pregunta sería: ¿Cómo vamos a librarnos de tantos miedos, los personales que todos arrastramos más los externos que tanto se empeñan en imponernos?”.