Oviedo, ciudad de sidra y libros
Un paseo por el mundo editorial del principado, reunido en II Feria de la Edición Asturiana.
Texto y foto: José Luis ESPINA
En breve lloverá. Solo hace falta levantar la vista por encima de la torre de la catedral para saber que de ese cielo plomizo de invierno manará agua en pocos minutos, agua milagrosa quellenará de brillos las calles empedradas del Oviedo antiguo.
Subo por la calle del Águila y dejo a mi izquierda el monasterio de San Pelayo que hoy alberga en sus dependencias la sede de la Academia de la LLingua Asturiana. Solo un poco más arriba, con una discreción que casi lo invisibiliza, se abre el bar La Belmontina, el más antiguo de Oviedo según me cuentan. Sobre el toldo figura la fecha de 1954, aunque su existencia se remonta a bastantes años más atrás, cuando se conocía como Bar Muñiz y además de bar era también una pensión. Hoy es un lugar sin apenas retoques ni modernidades, un bar con un altillo donde la madera original sigue presente, uno de esos lugares “de siempre” por donde los años solo pasan de puertas afuera.
A estas horas la plaza de la catedral está casi desierta, no hay apenas visitantes ni colas para hacerse fotos junto a la escultura de “La Regenta”, caminan indiferentes los vecinos habituales y algún peregrino con la mochila a cuestas busca en el suelo las conchas doradas que señalan el Camino de Santiago.
Después del Museo de Bellas Artes, en la calle La Rua, da mucha lástima ver la antigua librería La Palma convertida en una tienda de recuerdos donde se venden camisetas y naderías de esas que se llevan los turistas como regalo cuando no se les ocurre nada más original.
Al final de la calle Cimadevilla, a la izquierda, se abre la Plaza Trascorrales donde se encuentra el edificio del antiguo mercado de pescado, inaugurado en el año 1867 siguiendo los cánones de la conocida como arquitectura ferroviaria. Del 8 al 3 de marzo, en este espacio de techos altos con artesonado de madera y estilizadas columnas de hierro, tiene lugar la F.E.A, un acrónimo tramposo para referirse a la “guapa“ Feria de Editores de Asturias. El cartel es una colorida ilustración que rinde homenaje a la “Cordera” de Leopoldo Alas, “Clarín”, a quien, con motivo del 140 aniversario de la publicación de La Regenta el ayuntamiento de Oviedo nombrará hijo predilecto.
Dani Álvarez, que además de editor del sello Hoja de Lata es desde hace un año presidente del Gremio de Editores de Asturias, me cuenta sobre los avatares del colectivo que hoy agrupa a 31 sellos editoriales y expresa su agradecimiento a Ana Roza, de la editorial Delallama, quien durante cuatro años estuvo al pie del cañón para salvar la continuidad de una agrupación que llevaba tiempo agonizando. Durante esos años de incertidumbre y hasta la reactivación del gremio, los editores de Hoja de Lata, Pez de Plata, Satori Ediciones y Aventuras Literarias constituyeron el colectivo Club de Editores al Margen con la finalidad de llevar a la práctica proyectos en común.
Ana Roza, antes en la editorial Nobel y posteriormente en Everest, no solo peleó por la continuidad del gremio sino también por su propio sello. Delallama acumula unos setenta títulos publicados, mayoritariamente de temática asturiana relacionada con la gastronomía, el senderismo, la naturaleza y el ensayo. Alterna también el castellano y el asturiano y algún título en inglés.
Hoja de Lata es a estas alturas una de las editoriales veteranas del principado, once años llevan publicando con una media de 15 títulos al año, mayoritariamente narrativa, algo de ensayo y últimamente también algún título en asturiano. Han sido ellos los primeros en publicar en castellano a la autora palestina Adanía Shibli (“Un detalle menor”) a quien en la pasada feria de Fráncfort se le negó el premio LiBeraturpreis acusada por algunos de antisemitismo. Por primera vez incluyen en su catálogo a un escritor latinoamericano, Guillermo Roz (“Sapukái”), autor argentino que ahora reside en Madrid. Y hablando de golpes de suerte, Dani Álvarez me comenta sobre la adaptación televisiva de la obra “Tea room” de Luisa Carnés, autora ignorada de la Generación del 27 a quien Hoja de Lata dio visibilidad en el año 2016 devolviendo a la actualidad un título editado por primera vez en 1934.
La lluvia repiquetea con fuerza sobre el techo de la antigua lonja y el cielo se ha oscurecido del todo, aunque no lo suficiente como para intimidar a Jorge Salvador y privarle de salir a la calle a fumar un cigarrillo. Nos cobijamos bajo el toldo del restaurante El Raitán y mientras tomamos un café me va poniendo al día de sus cosas. Porque, más allá de la editorial Pez de Plata, con 12 años a la espalda, un promedio de 10 títulos al año y apostando desde el inicio por la distribución nacional, Jorge y tres socios más se han hecho con la antigua librería Ojanguren que, siete años después de bajar la persiana, renace ahora con el nombre de Matadero Uno, en homenaje al autor Kurt Vonnegut. Para entender la importancia de este lugar tenemos que remontarnos al año 1856, cuando nace la Librería Martínez, germen de la posterior Ojanguren, encontrándose entre su clientela el mismísimo” Clarín”, que cobraba en la histórica librería las colaboraciones que escribía para la prensa.
Una ciudad literaria como Oviedo necesita de librerías independientes que movilicen al público y dinamicen la vida cultural, argumenta Jorge que agradece a Julio Rojo, antiguo librero de Ojanguren y propietario del local las facilidades para poner en marcha el proyecto. Cuatro meses llevan de pedaleo y parece que queda energía de sobra en la recámara. Tras una semana dedicada a la inauguración con presentaciones diversas han tenido el reconocimiento de ASATA, la organización representativa de la Economía Social asturiana que les ha concedido el Premio al Mejor Proyecto Empresarial 2023.
De vuelta al recinto de la feria aprovecho la tranquilidad del momento para curiosear por los puestos y charlar con los expositores.
La Fabriquina, un proyecto nacido en 2015 que tuvo su origen en la producción de un disco con temas infantiles en asturiano bautizado como El Bestiario, es una de esas editoriales que combinan publicaciones en asturiano y castellano con un balance muy equilibrado de ventas, según me cuenta la editora y autora Alicia Álvarez. En su producción intentan aunar literatura y música incorporando CDs en los títulos infantiles. Aunque con una dedicación más vinculada a lo infantil y juvenil, el último título de la editorial Nunca vencidas, un ensayo del autor David Guardado, inicialmente publicado en asturiano, ha sido ahora traducido al castellano con muy buena recepción por parte de los lectores.
Cristina García creó en 2021 el sello Velocismo Editorial para publicarse a sí misma y no contempla la posibilidad de incorporar otros autores al sello. Sus expectativas son modestas, a pesar de lo cual mueve sus libros por todo el país a través de la distribuidora independiente La sombra de Caín.
Caso similar es el de Sergio y Laurelle, de la editorial Té Con Cerveza, con predilección por la novela ilustrada y el cómic. Mi compañera bebe mucho té y lo de la cerveza puedes deducir de dónde viene, me comenta Sergio entre risas. Ambos llevan años trabajando para otras editoriales, aunque, como Cristina de Velocismo Editorial, han apostado por un sello propio donde publicar sus trabajos como ilustradores y escritores. La posibilidad de contar con otros autores tampoco la contemplan, ellos se consideran principalmente creadores y la editorial es la plataforma que les permite dar salida a sus trabajos.
Me pregunto si tiene sentido crear un sello editorial para autopublicarse. Es difícil de saber, aunque el mundo del libro es lo bastante singular y elástico como para dar cabida a múltiples fórmulas y esta es una de ellas. En cuanto a las posibilidades de éxito ese es otro cantar, dependerá de la calidad de la obra, la gestión económica y el diseño de una estrategia de distribución y comunicación atractiva para el lector.
En mi paseo entre editores descubro algunos con madera de valientes como es el caso de Alejandro (“Jandro”) González, del sello Colectivo Bruxista, una iniciativa dedicada a los márgenes, subcultura y música, nacida en Madrid como fanzine en el año 2017 y convertida en editorial en 2020, en plena pandemia. Jandro y Adela, asturianos los dos, pero afincados respectivamente en Barcelona y Madrid, crean Colectivo Bruxista en el principado con la finalidad de aportar subcultura de la buena, como por ejemplo “Collado. La maldición de una casa de comidas” del catalán Carles Armengol, del que Jandro tiene a bien reglarme un ejemplar.
Otro de los renacidos es Marino Córdoba, de la editorial La Semeya, un proyecto creado en el 2018 al que tuvo que poner freno poco después a causa de la pandemia. Su experiencia como editor llegaba precedida por la publicación de un gratuito mensual en el concejo de Noreña. En el año 2022 volvió a las andadas y retomó el proyecto editorial basando la gestión en la economía circular, eso que también se conoce como kilómetro cero y que, además de reducir costes, favorece los negocios del entorno y da visibilidad a creadores cercanos.
Las hermanas Almudena y Rebeca Martínez no tienen antecedentes en el sector, pero se desviven por la literatura fantástica, así que en el año 2021 se liaron la manta a la cabeza y se inventaron Duermevela Ediciones, un proyecto muy bien concebido: publicar y distribuir a nivel nacional literatura fantástica de autores inéditos en España y procedente de países poco conocidos en lo literario como, por ejemplo, Tailandia o Malasia. En paralelo, reeditan autoras extranjeras que han sido descatalogadas o autoras clásicas caídas en el olvido.
Para hablar de literatura japonesa es obligado referirse a Satori. Alfonso García y Marián Bango, incondicionales de la cultura nipona, crearon esta editorial asturiana en el año 2007 y desde entonces hasta ahora llevan acumulado un fondo de 250 títulos publicados con todo tipo de temáticas, desde el manga, la poesía, la gastronomía, viajes o narrativa. Al pie del cañón me encuentro a María José, satoriana desde hace un año que me pone al día de novedades y estado actual de la editorial por donde parece que soplan vientos a favor y el hinomaru continúa resplandeciendo.
Marina Lobo es otra de esas editoras multi tarea que además de editar diseña las portadas de los libros que publica en su editorial Imprompta, creada en 2012 y compuesta por diferentes sellos donde agrupa temáticas diversas en castellano y asturiano. Son ya 200 los títulos publicados entre las 12 colecciones que conforman la editorial, entre los que encontramos poesía, infantil, comics y revistas.
Alfonso Serrano y dos socios más se inventaron en el año 2008 La oveja roja, algo así como una editorial ambulante concebida en Francia, madurada en Madrid y asentada desde hace algo así como un año y pico en Asturias. El proyecto es ambicioso y con ramificaciones con otras entidades y colectivos. Las colecciones tienen todas una base política y social, temas que se abordan desde la poesía, la novela gráfica, la narrativa o la literatura infantil. Durante años gestionaron Contrabandos, la asociación de editoriales especialidades en libros políticos que en Barcelona llegó a tener un espacio propio y en Madrid una librería que todavía sigue en activo. La progresión es positiva, unos 100 títulos llevan hasta la fecha y en poco tiempo han pasado de publicar unos 10 títulos al año a los 25 que prevé para este año.
Una editorial representativa de la literatura infantil y juvenil en Asturias es Pintar Pintar. De las primeras en utilizar el asturiano en sus publicaciones con algunos títulos también en catalán. Ahí está Isidro Pérez, socio también de este proyecto que arrancó en el año 2005 y que tiene su génesis en los talleres de expresión plástica impartidos por Ester Sánchez. Acumulan tres premios nacionales de edición y han coordinado las actividades escolares del Museo de Bellas Artes de Oviedo y del Centro Niemeyer de Avilés. Ahora se estrenan con una primera obra no ilustrada El faro que no miraba al mar de la avilesina Natalia Menéndez.
En la historia editorial reciente de Asturias hay dos nombres que, por derecho propio, serán siempre inevitables. Hablo de las veteranas TREA y KRK. Tras el mostrador de TREA me encuentro a Alberto González que me recuerda los 32 años de antigüedad de esta editorial gijonesa dirigida por Álvaro Díaz Huici y que puede vanagloriarse de haber puesto en el marcado alrededor de 2000 títulos pertenecientes a diferentes colecciones. En temática asturiana, desde el punto de vista académico, son una editorial señera y como novedad me presenta la nueva colección “Ensayos” con una maquetación singular donde título, autor y sinopsis conviven en la portada de fondo blanco. El autor Pablo Batalla La virtud en la montaña, es uno de los últimos publicados bajo el nuevo sello.
Olaya García es hija de Benito, fundador la otra histórica editorial asturiana. Desde 1994 lleva KRK Ediciones acercándose a los lectores, 30 años redondos de los que Olaya habrá sacado buenas enseñanzas. Le comento mi admiración por esos formatos tan singulares que caracterizan sus publicaciones. Buscamos un formato cómodo, manejable y que se lea bien, me apunta Olaya mientras hojeo palpo entre los dedos las páginas en papel biblia de uno de sus ejemplares. Más allá de sus colecciones habituales llevan unos años impulsando una nueva colección de cuadernos de pensamiento, ensayos breves que empiezan a tener buena acogida entre el público lector. Por lo que respecta a la distribución, persisten en el fórmula de distribución propia. Distribuimos directamente a librerías, puntualiza Olaya, en veinticuatro horas tienen el pedido entregado, aunque hay librerías que nos hacen los encargos a través de distribuidores para simplificar la gestión.
A través de las puertas de cristal que dan al exterior veo que el día ha clareado y la lluvia ha dado una tregua. Ha cambiado el panorama editorial asturiano. Hoy el Gremio de Editores de Asturias es un colectivo heterogéneo conformado por sellos resilientes que han superado épocas difíciles y nuevos proyectos ambiciosos en cuanto a temáticas y distribución. Cierto es que sigue habiendo sellos que persisten en lo local tanto en contenidos como a distribución, pero es destacable la aparición de nuevas iniciativas con voluntad expansiva, colecciones bien articuladas e incrementos de tiradas. La incorporación de obras en lengua asturiana, especialmente las de temática infantil y juvenil, es una constante entre las editoriales más recientes. La edición en asturiano necesita ayuda pública, me comenta un editor mientras otro me cuenta sobre la decisión de su editorial de reducir los precios de los títulos subvencionados, por qué hacer pagar al lector dos veces por un libro que ya ha sido financiado. Aunque por ello hemos recibido críticas de quienes ven en esa política de precios un demérito hacia los títulos en asturiano, se lamenta. Claro que otra interpretación es que con la reducción del precio se facilita la penetración de esas obras entre los lectores. Sea cual sea la postura sobre este tema, será complicado el consenso.
Desando el camino y oriento los pasos hacia mi nuevo destino, sidrería El Ovetense, ahí me espera una generosa ración de pollo al ajillo, especialidad de la casa y una botella de sidra. A tu salud querido lector.