Manuel Chaves Nogales, un Larra moderno

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La niebla y el olvido acompañaron los restos de Manuel Chaves Nogales bajo una tumba del cementerio de North Sheen, cercano a los Kew Gardens de Londres durante mucho tiempo, demasiado, hasta los años noventa que fue rescatada su figura por intelectuales devotos de su obra y el entusiasmo de algunas pequeñas editoriales en España. Recientemente, Libros del Asteroide ha publicado su obra esencial constituida por tres libros emblemáticos que ya forman un corpus clásico de la literatura española del siglo xx. La misma editorial también ha reeditado otros valiosos títulos que son un ejemplo de su maestría como ensayista y narrador.

Texto: Francisco Luis del Pino Olmedo

 

Brillante periodista y excelente escritor, el sevillano Chaves Nogales (1897-1944), se inició a los once años en el oficio como meritorio en la edición  hispalense de El Liberal. Aunque estudió Filosofía y Letras abandonó la carrera para seguir los pasos de su padre, también periodista y escritor. Su muerte a los cuarenta y cuatro años parece una fatal coincidencia, pues él fallecería igualmente joven, a los cuarenta y seis de una peritonitis en Londres.

En los años que vivió desarrolló una intensa carrera profesional escribiendo para los principales periódicos de la época y ocupando cargos de responsabilidad; y, sin lugar a dudas, fue un profesional moderno que utilizó el avión con frecuencia.  Entre numerosos desplazamientos para cubrir noticias o realizar entrevistas, en 1933 fue enviado especial a la Alemania de Hitler, donde realizó contundentes crónicas sobre el nazismo y una entrevista a Goebbels. Se trasladó a Marruecos en dos ocasiones, la primera para  descartar que aún hubiera prisioneros españoles del desastre de Annual y la segunda acompaña al coronel Capaz y sus tropas en la ocupación de Ifni. Su atenta mirada seguía los acontecimientos de todo tipo que suscitaran interés informativo; su pluma era penetrante y valiente. El legado periodístico y literario lo atestigua. Prolijo y de gran calidad.

 

Europa en avión

El director del Heraldo de Madrid, Manuel Fontdevila, le encarga a Chaves Nogales en el verano de 1928 –ese año gana el premio Mariano de Cavia por una serie de reportajes sobre la aviadora estadounidense Ruth Elder- que realice un periplo en avión por Europa, incluida la Unión Soviética. Las crónicas del viaje que le llevó de Madrid a Bakú, pasando por Berlín y Leningrado, las publicó el periódico entre agosto y noviembre de ese año. No fue el único, ya que en el medio argentino La Nación aparecieron casi al mismo tiempo. Aquel viaje de tres meses no estuvo libre de sustos, ya que el avión sufrió un accidente en el Cáucaso y no se tuvieron noticias del periodista hasta su reaparición en una aldea tras 22 días incomunicado.

Al año siguiente se publicó en Madrid su libro La vuelta Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, que contenía material adicional que no se pudo publicar en los diferentes medios a causa de la censura. El periodista describe la orografía y carácter de los países en los que recala con su habitual destreza, para acercar al lector el panorama político y social de cada uno de ellos.  La parte soviética ocupa más de la mitad del libro, e incluye una entrevista en Moscú a Ramón Casanellas, el anarquista español que asesinó a Eduardo Dato, el Presidente del Consejo. La entrevista se publicó cuatro años después (1932) por causa de la censura del momento.

Crítico con la forma drástica en que la Revolución había impuesto la disciplina del Partido y con el culto de sometimiento a Stalin, se admiró no obstante del enorme esfuerzo que realizaban los bolcheviques para modernizar la URSS. “Yo que no soy comunista, quisiera saber qué fuerza ideológica hay actualmente en el mundo capaz de provocar un heroísmo semejante”.

 

Obra esencial

Varias de las crónicas, reportajes y entrevistas que Chaves Nogales realizó se convirtieron en libro. Tres de ellos reunidos ahora en un solo volumen (Libros del Asteroide): A sangre y fuego; El maestro Juan Martínez que estaba allí; y Juan Belmonte, matador de toros, bastarían para consagrar a su autor por la excelencia de sus contenidos y la elegancia de su prosa.

Un artículo publicado en 1930 en la revista Estampa titulado “Los flamencos de París”, donde informaba de haber conocido a un bailarín flamenco en esa ciudad, propició una serie de reportajes novelados publicados por entregas en la misma revista en 1934, donde se narran las vivencias del bailarín durante la Revolución Rusa de 1917 y la guerra civil posterior.

La descripción del protagonista  de El maestro Juan Martínez que estaba allí, es un soberbio anticipo del libro: “Martínez es flamenco, de Burgos, desvergonzadamente judío, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias –arios, semitas, mongoles-, y un pellejo duro y curtido como el cordobán”. La historia de este personaje y su pareja, Sole, que dejaron el Montmartre cabaretero de 1914 con un contrato sustancioso bajo el brazo para bailar flamenco en Turquía, cuarenta días antes que se iniciara la Gran Guerra, es tan épica en su intento de sobrevivir, como un registro dramático tras los pasos de la Revolución de 1917. La toma del poder por los bolcheviques, los famosos diez días que  conmovieron al mundo, explica el flamenco, “me cogieron en Moscú vestido de corto, bailando en el tablado de un cabaret y bebiendo champaña a todo pasto”.

Los combates entre blancos y rojos para apoderarse de Moscú fueron muy sangrientos; Martínez explica que los bolcheviques vencedores mataban a quienes veían en la calle los primeros días, “los marineros eran los peores, los más sanguinarios”. Más tarde en su huida a Kiev en un viaje atormentado por los asesinatos indiscriminados de las patrullas de control, salvó la vida por un pelo, cuando le tomaron por un burgués y a punto estuvo de ser liquidado por unos milicianos. Rápido les enseñó las manos deformadas por dos callos enormes que probaban que era un proletario. “Eran los callos que a todos los bailarines flamencos nos salen en las manos de tocar las castañuelas. Ellos me salvaron”. Tras mil peripecias la pareja consiguió pasar a Turquía y volver a París, ni que decir tiene que a los tablados de cabaret que tanto añoraban.

En 1935 culmina la publicación de las entregas  en Estampa de Juan Belmonte, matador de toros, la formidable biografía que se convertiría en un libro de referencia al ser un relato tan intenso y extraordinario que atrae tanto a taurinos como a detractores. Por encima de partidismos, narra la vida  de un niño muy humilde que a través del tiempo descubrió su vocación por el toreo y se convirtió en uno de los matadores más célebres de la historia de la tauromaquia. De jugarse la vida en los cercados cuando era muchacho para torear reses las noches sin luna a las primeras corridas sin cobrar nada, Juan Belmonte llegó a lo más alto del toreo. Se relacionó en Madrid con tertulias literarias y trabó  amistad con Ramón del Valle Inclán.

Cada página de esta monumental biografía novelada que se publicó como libro en 1935 rezuma sabiduría torera, la que el matador aprendió con las docenas de cornadas y revolcones que su cuerpo aguantó. Su evolución como individuo al enfrentarse tanto al fracaso como al éxito, y naturalmente al miedo, se viste de oro y grana para siempre en una biografía inconmensurable que inmortaliza tanto al torero como a Chaves Nogales, quien reconoció no ser aficionado a la Fiesta, pero sí haberse sentido atraído por las vivencias de Belmonte.

Todo había empezado en junio de 1933, cuando le hizo una entrevista al torero en su cortijo La Capitana de Utrera. Se publicó con el título Juan Belmonte en medio de la revolución social. El libro tuvo un gran éxito de inmediato y para celebrarlo hubo banquete con asistencia de José Ortega y Gasset, Azorín, Ramón Gómez de la Serna y Julio Camba.

El estallido de la sublevación militar en 1936 pilló a Chave Nogales en Londres, recogiendo a sus hijas, que estudiaban allí y habían finalizado el curso. Volvió inmediatamente a Madrid. El 26 de julio la empresa del diario Ahora y la revista Estampa fue incautada por un Consejo Obrero. Chaves declaró entonces su falta de convicción revolucionaria y su protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado. Se comprometió a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados; lo hizo con las armas del oficio al convertirse en el “camarada director”.

Al producirse la marcha del gobierno republicano de Madrid a Valencia en noviembre de 1936, el periodista abandonó su cargo en el diario y marchó a Barcelona donde estaban su mujer y sus hijas, para trasladarse poco después con ellas a París. En el prólogo de A sangre y fuego manifiesta que en su “deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco asesinando mujeres y niños inocentes”.

En 1937 escribió nueve relatos sobre la guerra civil española para el periódico argentino La Nación, que aparecieron reunidos en un libro ese año en Chile bajo el título de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. A los primeros relatos se unieron dos más: El refugio y Hospital de sangre, sobre la guerra en el País Vasco que, al igual que los anteriores, eran una muestra impresionante de la tragedia que sufría España. Se publicaron en la revista cubana Bohemia y la mexicana Sucesos para todos. También en alguna prensa británica y  neozelandesa. Igualmente, Chaves Nogales escribió un reportaje sobre la “Defensa de Madrid”, publicado en una serie en enero de 1939.

El hermano del escritor, Juan Arcadio, fue a parar en 1938 a un campo de refugiados en el sur de Francia. Manuel lo sacó de allí y se lo llevó a París a vivir con su familia, en una casa del distrito de Montrouge. En la capital de Francia colaboró con la prensa francesa y latinoamericana; frecuentó a Gregorio Marañón, instalado también allí a finales de 1936, que invitaba a comer en su casa todos los martes a diversos personajes franceses y españoles. Entre ellos se encontraban Azorín o Pío Baroja. Y ante la proximidad del ejército alemán, se marchó con su familia a Inglaterra, donde se instaló en una vivienda de Rusell Court, en Londres.

La experiencia de aquella huida precipitada dio luz a un libro magnífico La agonía de Francia que, a juicio de los críticos, es su obra más importante. Uno de los mejores reportajes sobre la debacle que se abatió sobre Francia, auténticamente realista y duro, sin concesiones; pero también donde hay un poso de amor que destila sensibilidad y comprensión. Publicado en Montevideo en 1941 no fue recuperado hasta casi setenta años después.

Manuel Chaves Nogales no dejó nunca de ejercer el periodismo. Dirigió en Londres la Atlantic Pacific Press Agency y entre 1941 y 1943 colaboró intensamente con la prensa británica y con el servicio en español de la BBC con compatriotas como Luis Cernuda y Arturo Barea. En 1944, con su salud resentida, muere el 8 de mayo en Londres.  Su funeral congregó a numerosos diplomáticos iberoamericanos.

Una semana después de su fallecimiento el “Tribunal Especial de la Masonería y el Comunismo del gobierno de Franco lo condenará a doce años y un día de prisión, y a la inhabilitación absoluta perpetua”. Cabe recordar que Manuel Chaves Nogales se inició en julio de 1927 en la Logia “Dantón” de Madrid, perteneciente a la Gran Logia Regional del Centro, donde adoptó el nombre de “Larra”.