Luis Landero llenó sus alforjas de fantasía
Cuando uno comienza la lectura de un libro de Luis Landero sabe que va a entrar en el territorio de la gran literatura, aquella que dialoga sobre algunas de las cuestiones fundamentales de nuestra existencia. Landero es uno de los narradores más consistentes y admirables de nuestras letras. Se cumplen ahora 35 años de la publicación de su primera novela, “Juegos de la edad tardía” (1989, Premio Nacional de Narrativa), y su literatura sigue en estado de gracia, regalando historias conmovedoras y personajes excepcionales que forman parte del imaginario de tantos lectores fieles a sus libros.
Texto: Javier PINTOR Foto: Asís G. AYERBE
La última función (Tusquets) es el título de la novela más reciente de Luis Landero. El protagonista de esta historia, Tito Gil, antiguo vecino de San Albín, regresa a su pueblo para encargarse de dirigir la última función de un espectáculo litúrgico que en su momento fue la seña de identidad de este pueblo. Tito, con la ayuda de algunos ilustres vecinos, de los escasos jóvenes que ahora habitan en el pueblo y de una mujer llamada Paula, que aparece como por arte de magia, conseguirá ilusionar e involucrar a todas las gentes del lugar en esta representación teatral. Este es solo el armazón de una novela de vidas truncadas, segundas oportunidades, sueños imaginados y quimeras alcanzables.
La misma pasión por el mundo del arte que mueve los hilos de la existencia del protagonista de esta novela, Tito Gil, también se percibe en las palabras que el propio Landero trasmite durante la conversación que mantenemos a propósito de este libro.
Luis, me da la impresión de que una novela en donde la imaginación juega un papel tan importante, muchos de los hechos que relatas, no obstante, están ligados a una realidad muy conocida y vivida por ti.
Evidentemente, porque la fantasía más arbitraria está sacada de la realidad, todo remite a la realidad, aunque luego te puedas alejar más o menos de ella. La realidad es el motor de arranque de la imaginación. La realidad y la imaginación van juntas, están muy unidas. No hay autor en el fondo que no sea realista. Cortázar, Borges, Valle-Inclán, García Márquez, son autores muy imaginativos que, sin embargo, parten de la realidad cuando crean sus mundos ficticios. El protagonista de mi novela, Tito Gil, está inspirado en un amigo mío. En 1986, con motivo del cincuentenario de la muerte de Lorca, hicimos juntos una gira por Estados Unidos. Él recitaba a Lorca y yo lo acompañaba con la guitarra. Yo era el Galindo del libro y en algún momento dudé si en lugar de llamar al personaje Galindo ponerle mi propio nombre, Luis Landero, aunque pronto descarté esa idea. Esta novela nace, por tanto, de mi propia realidad y está, en parte, inspirada por ella.
Tito Gil es otra de tus grandes creaciones literarias. ¿Qué nos puedes contar de este personaje?
Nos conocimos hacia 1970, somos muy amigos desde entonces. Ernesto fue alumno mío en la Escuela de Arte Dramático cuando él tenía ya cincuenta años. Estudió Derecho, trabajó en una gestoría, pero su pasión excluyente es el arte, y dentro del arte, García Lorca. Es una persona de un romanticismo elemental, de una gran pureza espiritual. Es una persona muy difícil de encontrar, coincidente en muchos aspectos con el Tito de mi novela.
¿Consideras que esta es también una novela romántica, quizás tu novela más romántica, en el sentido de esos ideales y sueños que sostienen la vida de muchos de los protagonistas de esta historia, fundamentalmente Tito y Paula?
Tanto Tito como Paula son personajes con cierta inocencia y con una pasión romántica dentro. Paula tenía sus propios sueños de convertirse en veterinaria o estudiar Bellas Artes para conseguir ser actriz. Y Tito también quiere abandonar el mundo de la gestoría y dedicarse por completo al mundo del espectáculo. Pero también está el sueño que recorre toda la novela, el sueño del amor.
Esta es una novela muy teatral donde recreas con detalle un mundo que tú conoces muy bien por tu trabajo docente. No sé si la novela es también un homenaje a ese mundo del teatro.
Aquí se juntan además dos hechos biográficos. Ernesto Gil, mi amigo, era un enamorado del teatro. Él llegó a trabajar de actor en alguna compañía. Al inspirarme en él era casi obligatorio que recrease ese mundo teatral que él vivió con tanta pasión. Yo, además, tenía una deuda con el teatro por mi trabajo durante dieciocho años en la Escuela de Arte Dramático de Madrid. Durante todos esos años leía con mis alumnos obras de teatro, las analizábamos y realizamos pequeñas interpretaciones en clase. Mis compañeros profesores y los alumnos me preguntaban con frecuencia por qué no escribía teatro y yo siempre les contestaba que la novela me fascinaba tanto que no quería desviar mi atención hacia otro género literario. Creo que con esta historia he saldado esa deuda que tenía con el género teatral, de ahí el título de La última función y de los capítulos del libro, primer acto y segundo acto. Para mí, el teatro es algo muy cercano, familiar y querido.
Tito le dice a Paula que en ocasiones la vida y el arte se confunden, juegan a disfrazarse, intercambian sus identidades y sus atributos. ¿Consideras que esta frase describe lo que sucede en esta novela, pero también es uno de los motivos que inspiran tu literatura?
Para mí esto es algo es inevitable cuando me pongo a escribir. En casi todas mis novelas aparece alguien que tiene ínfulas artísticas. En La última función está el personaje de Quinito, que quiere ser escritor y está en la búsqueda del camino para conseguirlo. Este es otro aspecto que tiene que ver con mi propia autobiografía porque, cuando yo era joven y quería ser escritor, andaba en la búsqueda de un estilo, de una voz propia y de un mundo propio. Mis inicios en el mundo de la literatura fueron parecidos a los de Quinito. Lo más importante para un escritor es reconocer y encontrar un mundo que solo pueda escribir él. Flaubert decía que eso era cuestión de suerte y ponía el ejemplo de Cervantes, que en el crepúsculo de su vida encontró su mundo.
¿Qué inspira tu literatura y qué persiguen los personajes de tus novelas?
El motivo central de mis libros se encuentra en el intento de alguien por llegar a cumplir sus sueños. Esto puede llevarlo al éxito o al fracaso. Casi todos los conflictos humanos parten muy a menudo de un gran intento, como Ícaro, que intenta llegar al sol, o los que construyen La Torre de Babel, que intentan alcanzar el cielo. Esta es la mitología básica de nuestra civilización y de nuestra cultura. Mis historias acostumbran a seguir este camino. Siempre estoy moliendo el mismo grano. Tengo unos demonios literarios recurrentes y, aunque mis novelas son distintas, en el fondo siempre tienen un aire de familia. Siempre aparecen los sueños y la posibilidad de que se cumplan o no.
En esta novela aparece una galería de personajes singulares con una historia detrás bastante insólita. Quería preguntarte por esa tendencia tan característica de tu literatura a crear personajes secundarios tan poderosos.
Para mí, lo más importante en una novela es el personaje. A mí lo que me inspira la historia es el personaje. Para mí es el centro del relato. Además, a mí una de las cosas que más me gusta es crear personajes secundarios que estén marcados, que tengan alguna peculiaridad y que no sean de relleno, sino que tengan su propio mundo. Generalmente me inspiro en la realidad para crear a estos personajes. Mis personajes están sacados del barro de la vida.
¿Qué papel desempeña ese coro de jubilados que relatan la historia de La última función?
El ritmo de esta novela es un poco de cuento folklórico, tiene un cierto aire de cuento oral. Este es el motivo por el que los viejos cuentan la historia. Quería conseguir esa calidez del lenguaje oral, de los viejos cuentos de toda la vida. Para mí, el ritmo y el estilo son irrenunciables en una novela. Mis frases tienen que valer por sí mismas. Siempre intento que cada página que escribo resplandezca, pero que ese resplandor sea discreto.
Dentro de un cierto tono melancólico y nostálgico que domina gran parte de la novela, el humor emerge en muchos momentos. ¿Qué papel juega el humor en tus historias?
Generalmente no busco los golpes de efecto humorísticos. El humor en mis novelas surge espontáneamente cuando me pongo a escribir. En mis textos intento reflejar la parte ridícula de la condición humana que en tantas ocasiones resulta risible. Ese ángulo humorístico desde el que se puede ver la realidad es una vía de conocimiento extraordinario para distanciarte de las cosas.
¿Consideras que el humor y la imaginación son dos aspectos extraños a la literatura española actual?
Es verdad que la literatura española ha tendido siempre, con grandísimas excepciones, a ser muy realista y poco imaginativa en general. Pío Baroja decía que la imaginación es un bien escaso y comentaba que es lo más importante para un escritor. Afirmaba que la imaginación no se puede enseñar, que uno la tiene o carece de ella. Quizás, la imaginación sea el don más escaso y difícil en la literatura. Ese gusto por la imaginación a mí me viene de mi infancia y de los cuentos folklóricos que escuché de mi abuela y de otras personas cercanas que los contaban de maravilla. Yo llené mis alforjas de fantasía. Siempre tuve inclinación por las historias imaginarias que me ayudaran luego a crear mundos fantásticos.
¿Qué autores te han acompañado a lo largo de todos estos años?
Valle-Inclán, Borges, Carpentier, Cortázar, Márquez, Faulkner y tantos otros son escritores con los que siento una gran afinidad porque en ellos la realidad y la imaginación se confunden. También es lo que pasa en El Quijote, otra de mis referencias más evidentes. A mí siempre me han gustado esos autores que recrean mundos muy imaginativos y peculiares. Onetti ha influido también mucho en mí por el tema de los sueños incumplidos y el fracaso. Esto, sin embargo, no sucede con Don Quijote. Él no fracasa porque intenta cumplir sus sueños y, aunque pierda casi todas las batallas, en su fracaso se encuentra su gloria. En estos parámetros se mueven también los personajes de mis novelas. De todas formas, a mí también me gusta la literatura realista y autores como Galdós, Marsé y algunos otros han sido importantes para mí.