Los papeles de los Levy, una familia de editores sefardí

Papeles de familia es un relato verídico que narra la historia de una familia sefardí, la de los Levy de Salónica -actual Grecia- entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX.

 

Texto: David VALIENTE

Mucho antes de la videollamada, las comunicaciones eran lentas. Si una persona quería conocer el estado de un familiar en la otra punta del mundo, debía esperar semanas incluso meses. La espera a veces merecía la pena, pues las cartas llegaban cargadas de buenísimas noticias que se sentían más intensas en la distancia; en cambio, otras veces, el remitente deseaba no haber leído esas palabras que comunicaban las mayores desgracias que una persona puede esperar. Para los historiadores, la correspondencia es una de las fuentes que más nutre sus investigaciones. En Papeles de familia (Galaxia Gutenberg), Sarah Abrevaya Stein ha empleado la correspondencia de los Levy para reconstruir la historia de una familia sefardí asentada en Salónica (actual Grecia); una familia vinculada también a la palabra escrita por su incesante labor editorial desarrollada entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Impresores, editores y periodistas
El libro comienza con una breve efeméride del patriarca de la familia, Sa´adi Besalel Ashkenazi a-Levi, que conoció las calles de la ciudad costera cuando el Imperio otomano estaba de capa caída en la península balcánica. En Salónica, los judíos sefardíes “constituían un grupo lo bastante numeroso para gestionar sus asuntos en su propia lengua”. Expulsados de la península Ibérica por los Reyes Católicos, en la ciudad mediterránea recibieron una gran acogida y prosperaron en todo tipo de empleos, desde “estibadores que atendían el puerto” a “profesores que enseñaban en las escuelas de la ciudad”, narra Sarah Abrevaya en su libro.
“Sin apenas educación”, Sa´adi continuó con la tradición familiar y se dedicó a la impresión de textos. Sin embargo, sus inquietudes intelectuales lo impulsaron a publicar dos periódicos muy “populares en Salónica”: La Epoka, en ladino, y Le Journal de Salonique, en francés. Sus editoriales le acarrearon serios conflictos con una parte de la comunidad judía, pues en ellos criticaba ciertos aspectos arcaicos de la religión de Yavéh. Sarah nos describe en Papeles de familia un episodio bastante violento: “La élite religiosa, con el gran rabino Asher Kovo a la cabeza, se opuso (a las ideas de Sa´adi) con la última arma que le quedaba, una orden de herem o excomunión. (…) Los secuaces del rabino persiguieron y detuvieron a Sa´adi y Hayyim (hijo de Sa´adi) y los arrastraron por las calles”, mientras otra turba de enfurecidos saqueó “el hogar de los Levy”. Gracias a la influencia de un amigo, Moise Allantini, la sangre no llegó al río, pero sobre Sa´adi llevaría el peso del herem hasta el día de su muerte.
De sus catorce hijos, solo dos estuvieron vinculados de manera activa al periodismo, pero especialmente su hijo, Shemuel Sa´adi, demostró tener una gran pasión por el oficio. Tanto es así que se ocupó de los periódicos del padre. Como socialista combatió las injusticias de la época y se opuso al sionismo por ir “en contra del patriotismo otomano” y amenazar “directamente la soberanía del imperio”. Sin embargo, su defensa del Imperio otomano no le permitió “eludir el alcance del censor”. Por eso se trasladó con “su joven familia a la pequeña ciudad austrohúngara de Zemun”. Allí, desgraciadamente, sus intentos resultaron también infructuosos al toparse con una censura “más entrometida si cabe”.
Otra parte de la familia se decantó por los negocios textiles. Salónica era un puerto de mar, un lugar privilegiado para el comercio, pero en lo referente a la industria textil no ofrecía las mismas oportunidades que ofrecía Liverpool. Así que trasladaron su residencia a las islas británicas para hacer fortuna, aunque León, un miembro más ambicioso, no se conformaría con los beneficios que el viejo continente le pudiera ofrecer. No lo dudó, abrió su propia tienda en Brasil.

Pasaporte, ¿sinónimo de seguridad?
A finales del siglo XIX, los pasaportes tomaron una especial notoriedad. Las burocracias imperiales se volvieron más exigentes con las personas que transitaban por sus tierras, discriminar a los foráneos de los autóctonos se convirtió en algo fundamental sobre todo cuando la guerra azotó Europa. Unas líneas escritas sobre un papel acompañado en la parte inferior de una foto, distinguían al enemigo del ciudadano o del aliado.
La familia de Sa´id, en algunos casos, se benefició del pasaporte e incluso les salvó la vida durante la Segunda Guerra Mundial. Es el caso de Ino que disponía de un pasaporte portugués. La condición neutral de Portugal, hasta cierto punto, fue respetada por los países en pugna. Con su pasaporte portugués, Ino se pudo amparar a la seguridad de unas palabras escritas y así “se unió a unas 50 familias judías (un total de 137 almas) repatriadas a Portugal en 1943”; el pasaporte le salvó la vida por los pelos.
En otras circunstancias, la influencia diplomática de los pasaportes representaba el mismo valor que sus dueños: nada. Si no, que le pregunten al pobre Enmanuel, con pasaporte británico. Judío y británico, la combinación perfecta para que tus huesos fueran a parar a un campo de concentración y terminar gaseado.

Un traidor en la familia
A veces las palabras que no salen de nuestra boca o del cartucho de tinta son más reveladoras que las dichas o escritas; se podría resumir con la frase: “vale más por lo que calla que por lo que dice”. La familia de Sa´id acumuló un importante archivo entre cartas, textos periodísticos, papeles de empresas y fotografías, pero entre ese montón de documentos hay escasa referencias a Vital, el apodado como “la pesadilla de los judíos”.
Bisnieto del patriarca Sa´id, de él cuentan “que llevaba un látigo y vestía un uniforme de la SS”. Sus primeras acciones contra los judíos tuvieron lugar en la Grecia ocupada por los italianos, donde buscó hasta debajo de las rocas a los judíos huidos de Salónica. Posteriormente, en el gueto de Baron Hirsch, cometió atrocidades tan abyectas como matar a niños en presencia de sus madres, cuando no le daba por marcar las espaldas de las víctimas que salían del gueto.
Durante seis meses (de marzo a agosto de 1943) la población del gueto, que vivía dentro “de paredes de madera” y “alambre de espino”, fue deportada a los campos de Bergen-Belsen y Auschwitz. “Casi todos lo judíos de Salónica llevados allí (Auschwitz) fueron gaseados en cuanto llegaron por los nazis”.
Sus actos demenciales le convirtieron “en el único judío en Europa juzgado como criminal de guerra y ejecutado por un Estado, Grecia, a petición de su comunidad judía”, además de ser el único miembro de la familia de Sa´adi que nadie quiso recordar.