La mujer más ocultada y maltratada por la Iglesia católica

Cristina Fallarás se acerca a través de un relato literario a María Magdalena, santificada a regañadientes por el Vaticano tras dos mil años de ignominia.

 

Texto: Laura MANZANERA

 

En el siglo VI, el papa Gregorio Magno decidió que María Magdalena era la encarnación de todos los vicios, una prostituta, adúltera, pecadora, poseída por siete demonios y llorona que había corrompido a Jesús. Como penitente la pintaron y esculpieron los artistas, y así quedó arraigada en el imaginario colectivo.

En 2016, el papa Francisco la rescató de la ignominia, la reconoció como “apóstol de los apóstoles” y la santificó. Lejos de hacerlo de motu proprio, se vio obligado tras salir a la luz un evangelio escrito por ella.

En 2021, la periodista y escritora Cristina Fallarás ha reescrito su historia en El Evangelio según María Magdalena (Ediciones B). La mujer más ocultada y maltratada por la Iglesia católica narra su vida desde la perspectiva y serenidad que aporta la vejez. Su infancia y la decapitación de su padre, su crianza entre mujeres independientes, su vida sexual, su decisión de no casarse ni tener hijos, su persecución política, su amistad con el Nazareno…

Fallarás reinterpreta el evangelio de Marcos y prueba que lo que cuenta no tiene nada que ver con el discurso de la Iglesia. Basta incluir en el relato original la presencia femenina y todo cambia. Nada más y nada menos.

En estas páginas no faltan la discriminación, la violencia machista, el matrimonio infantil o la podredumbre política. Pero quien busque escenas de sexo, manifestaciones feministas y panfletos comunistas, que se olvide. Encontrará, eso sí, un relato con altas dosis de verosimilitud, lirismo y respeto, a la historia y a sus protagonistas.

No se trata del Evangelio según Cristina Fallarás, sino del Evangelio según María Magdalena. Aunque en la de Magdalena se cruce el pensamiento de la autora sobre el relato que ha hecho posible la violencia contra las mujeres.

Eva, la Virgen María y María Magdalena. ¿El catolicismo culpabiliza y castiga a las mujeres?

En nuestra educación católica, tenemos a Eva y a la Virgen, ambas construcciones brutalmente sexuales. Eva es la culpable de que, por su hambre sexual (parece que Adán no tenía la más mínima), nos echaran a todos del paraíso. Se le atribuye que suframos una vida de dolor, pero no por ser una guerrera sino por tener apetito sexual. A la madre de Jesús se la llama la Virgen para saber que es sexual. Las dos construyen modelos que justifican la violencia contra las mujeres.

Y quedaba María Magdalena. ¿El gran personaje a reivindicar?

No empecé reivindicándola yo. Lo hizo la Iglesia. Les iba muy bien que fuera prostituta porque volvía a ser otra construcción sexual. Pero todo cambió al descubrirse los papeles del mar Muerto y probarse que ella había escrito uno de los evangelios.

Pasó de ser prostituta a ser la elegida por Jesucristo, la “heredera”. Se vieron obligados a rectificar.

Claro. El papa Francisco la convirtió en la “apóstol de los apóstoles”, en una especie de jefa. Puesto que es la única persona a la que se apareció el Nazareno resucitado y toda nuestra construcción católica se basa en la resurrección, había que plantearse por qué el personaje de Magdalena desaparece de la construcción. Y pensé: “Pues vamos a meterla”.

Junto a ella incluyes más personajes femeninos. Si lo pones en boca de una mujer, aun sin cambiar los hechos, el relato es otro.

Al añadir a las mujeres, se añade el alimento, la higiene, los cuidados, los hijos, la violación, el dolor, la familia… Me planteé ese cambio de punto de vista con la idea de los cuidados que introdujo la última huelga feminista. Hace muchísimos años que soy feminista, pero de repente me di cuenta de que el relato económico es macho. Si la mujer establece un nuevo relato económico resulta imprescindible entender el papel que juega. Y, por tanto, es imprescindible pagarle.

El modelo patriarcal de siempre…

Sí. También está presente en el wéstern, otro relato fundacional de una sociedad. A mí no me gusta y tardé en entender la razón. Y es que no lo comprendo porque no tiene nada que ver conmigo. Solo hay hombres que hacen tres cosas: beber, robar y matar. Las pocas mujeres que aparecen son prostitutas; no hay esposas, hijos o hijas, ni domicilios. Se elimina todo aquello que tiene que ver con los cuidados, o sea, con las mujeres.

Sabemos que la Magdalena era culta y rica porque escribía. Por tanto, era peligrosa.

Y acompañaba a Jesús, que decidió ser pobre y que lo fuesen cuantos le acompañaban. Alguien tenía que pagar el pastel, alguien rico.

Las doctoras juegan un papel esencial en la novela.

Las doctoras, las parteras, eran quienes más sabían de cirugía. Cuando te cuentan que la virgen es virgen no es porque nunca hubiese follado sino porque era una niña. Y a las niñas, si no las destrozaban al follar, reventaban al quinto o sexto mes de embarazo, porque el útero o la pelvis no aguantaban.

Las curaciones explicarían algunos de los milagros del Nazareno. Al final, se trata de sentido común, ¿no?

Como en todos los relatos fundacionales, tenemos lo épico, es decir, los judíos, los romanos, los pescadores…, y lo mágico, las doctoras. En cuanto colocas a una mujer, los milagros caen por su propio peso. Jesús dice a sus apóstoles que dejen las barcas y salgan a las calles que les darán alimento y techo. No nos engañemos, las dos cosas se las proporcionan las mujeres.

El Nazareno se rodea de mujeres y predica el reparto de la riqueza. ¿Es, entre comillas, feminista y comunista?   

Muy muy entrecomillado. Por un lado, las ideas de la Magdalena prostituta y del celibato son muy posteriores al relato original. Por otro, la base de los evangelios se resume en una frase: “Antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el paraíso”. En ese sentido, sí sería comunista.

¿Una novela era la única posibilidad de explicar la historia desde el punto de vista de la Magdalena?

Soy novelista. Me interesan sobre todo la ficción y la poesía. Podría haber hecho un tratado. Hay muchísimos y pocos traducidos al castellano. Pero estaba manejándome sobre un relato y sobre un relato cabe oponer otro relato; sobre la mítica, otra mítica.

La voz es la de la protagonista, en primera persona. Pero es ya anciana, rememora su vida. ¿Por qué esa mirada atrás?

Los relatos de los evangelios no pintan nada de la cultura católica que conocemos, lo que pervierte los hechos son las epístolas. Las de Pablo de Tarso contra las mujeres son aterradoras: deben permanecer sumisas, pedir permiso al hombre, no pueden participar. Todo eso, que no existe en los evangelios, lo hereda santo Tomás y san Agustín, fundacionales de la filosofía, que dicen que la mujer es un error de la naturaleza. De hecho, el celibato, algo también aterrador, viene del asco a tocar el cuerpo femenino, hasta el punto de eliminar la sexualidad como obligación.

Al inicio del libro, Magdalena dice “Ya no tengo el pudor que nunca tuve”. ¿Es una declaración de principios?

Sí. La obligación del pudor es una imposición, es una de las grandes opresiones contra la mujer. Las manadas y los prostíbulos evidencian que para los hombres es muy distinto.

María Magdalena considera idiotas a muchos, incluido Jesús. ¿Por qué esa idiotez generalizada?

Porque es uno de los grandes problemas, no del relato sino de la interpretación. Y, sobre todo, de nuestra no lucha contra eso. Es la idiotez de aceptar un relato, como el del wéstern, cuya base es la épica masculina que tenemos también en la Odisea, en Gilgamesh y en casi todos los relatos fundacionales. Está el relato macho y de ahí que a las mujeres se les haya prohibido el acceso a la ciencia, al conocimiento. Sobre todo, a la lectura y la escritura, para que no pudieran elaborar un relato que dejara en evidencia el relato macho.

¿Y cómo se traduce todo eso en la actualidad?

El brutal machismo de esta época se debe a que por fin las mujeres elaboramos un relato propio que podemos verter en las redes sociales. Gracias a ellas no necesitamos a los capitostes patriarcales, los reyes del relato que representan las editoriales y los medios de comunicación.

¿Por qué escribiste la novela a mano?

Siempre escribo a mano, incluidas las columnas de opinión. Aunque en esta novela lo hice también para tomarme tiempo de encontrar la voz de Magdalena, una anciana escribiendo con una pluma. Es lo que más me costó. Tengo dos cuadernos de espiral llenos de escritos para ser la Magdalena vieja, y folios y folios en la basura.

No parece una novela apresurada…

Nada es apresurado, pero he tardado solo seis meses.

Es una novela histórica, con personajes reales y hechos verosímiles, que destila lirismo.

Desde hace algún tiempo lo que más me preocupa es la búsqueda de la belleza. Quería un relato profundamente literario.

Como era de esperar, al libro no le han faltado críticas…

Como soy brutalmente anticlerical, una feminista radical, bisexual tendiendo a lesbiana… y se trata de un personaje bíblico, creo que la gente esperaba algo escandaloso. Mi mirada por supuesto es respetuosa, pero lo es porque lo contrario sería una idiotez. Si vamos a tratar un texto fundacional sobre el cual nos hemos construido, y sobre el cual existimos, cometer la frivolidad del escándalo sería una falta de respeto.

¿Qué hay de la Fallarás en tu Magdalena, si es que hay algo?

Todo. Todo lo que soy. Una revisión de lo que soy. Si en Honrarás a tu padre y a tu madre hice una revisión de mi ser íntimo, en esta hago una revisión de mi ser cultural.