La historia del mundo a través de sus familias

El historiador y divulgador Simon Sebag publica «El mundo. Una historia de familias» (Crítica).

 

Texto: David VALIENTE

  

El mundo. Una historia de familias del historiador y divulgador Simon Sebag Montefiore se puede leer de dos formas: perdiéndote en las grandes hazañas de las dinastías más poderosas que gobernaron el planeta. Sus victorias, sus errores, sus pasiones desencadenadas, sus vilezas conforman las piezas de un puzle que Sebag construye poco a poco y con tesón. Y la otra, como una historia mundial profusa en datos, reflexiones y conexiones históricas.

Simon Sebag Montefiore tiene a sus lectores acostumbrados a mastodónticas biografías. Si echamos un vistazo a su producción bibliográfica, encontraremos libros tan inconfundibles como las biografías de Stalin, la icónica reconstrucción de la dinastía Romanov o la encantadora biografía de Jerusalén que nada debe envidiar a la declaración de amor escrita por Dominique Lapierre.

Para esta nueva y magna obra de 1.400 páginas, confiesa en esta entrevista que ha organizado toda la información acumulada durante años de investigación y viajes alrededor del mundo: “Es el resultado de una vida entera de trabajo”.

Las páginas del libro tienen un aire de frescura literaria, como el aroma de los jazmines en un campo primaveral, en contraste al acentuado olor a naftalina que desprende el sesudo lenguaje academicista y remilgadamente técnico de los eruditos que investigan el pasado. “Aunque algunos estudios temáticos prescinden de ella, la historia es inexplicable sin la cronología. Por ello, me fundamento en los temas y en las cronologías para narrar las historias populares; también prescindo de cualquier alarde académico sin perder el rigor ni la seriedad”. “Quiero sorprender al lector con perspectivas diferentes que refuten las historias ancladas en las sabidurías convencionales, por esta razón la mayoría de los temas del libro se plantean como una revisión de un relato anquilosado”. Simon Sebag Montefiore no duda en que siempre se puede sacar una conclusión nueva o crear un perfil más adaptado de los grandes personajes históricos por mucho que ya se hayan vertido toneladas de tinta sobre sus figuras. “No creo que se haya dicho todo sobre los personajes que he biografiado, no he escrito la biografía definitiva. Es más, hay una nueva biografía de Henry Kissinger de 2.000 páginas y dudo mucho que sea la definitiva».

En el libro, Simon Sebag reivindica también el papel de las mujeres en la historia mundial. “Las mujeres han jugado un papel secundario y con mi libro he pretendido devolverlas al sitio que se merecen dentro de la intrincada narración histórica”. Pero ¿por qué las mujeres han quedado relegadas al cuarto oscuro de la historia? “Por supuesto fue un acto premeditado y, en cierto modo,  ideológico, que  con el tiempo se convirtió en una dinámica sin ningún tipo de premeditación. De hecho, es fácil corregir esta dinámica”. Las mujeres que aparecen en el libro de Sebag tuvieron incluso más poder que muchos hombres presumiblemente poderosos. Acercándonos a la temprana edad moderna y sin salir de la península ibérica, Isabel la Católica rechazó todos los pretendientes que su hermano Enrique le proponía y negoció ella misma su matrimonio con Fernando. Ambos, una vez coronados reyes de sus respectivos reinos, emprendieron una serie de campañas militares para expulsar al último monarca de musulmán de la península, Muhámmad XII. Después, financió de su propio bolsillo la expedición que llevaría a Colón a descubrir los que en realidad creía que eran las Indias. Unos siglos después, en la Rusia del siglo XIX, Catalina II de Rusia, quien aparte de dedicar su tiempo a la disciplina filosófica (bien conocidas son el carteo que mantuvo con Voltaire), nunca descuidó las cuestiones de Estado, tanto es así que Rusia durante su reinado siguió expandiéndose y compitiendo con los imperios fuertes de su siglo. La lejana India también tuvo una especie de Catalina II o Isabel la Católica. Indira Gandhi, hija de Jawaharlal Nehru, dirigió el destino del país entre los años 1966 hasta su muerte en 1984, salvo los años comprendidos entre 1977 y 1980. En su mandato se estableció un largo estado de emergencia que tambaleó los cimientos de la democracia más grande del mundo. Y estos son solo algunos ejemplos a los que estaría bien sumar los nombre de  la varonil Hatshepsut, la hollywoodiense Cleopatra, la poderosa emperatriz Wu Zentai, la emperatriz viuda Cixi, la misteriosa Kim Yo-jong…

Hombres y mujeres, mujeres y hombres, construyeron con garbo, crueldad y falta de escrúpulos la biografía del ser humano. ¿O no fue del todo así? “La mitad de la historia se compone de episodios cruentos y malévolos, pero la otra mitad la conforman personas maravillosas, llenas de bondad, amabilidad y creatividad. Sin estas personalidades maravillosas, la humanidad no hubiera podido afrontar los grandes tropiezos de su historia, tampoco se habría creado tanta obra artística y literaria monumental”. Llegados a este punto resulta imprescindible citar la ristra de filósofos griegos, la faceta mecenas de los Medici, los grandes científicos e inventores del siglo XIX y un largo etc. En definitiva, “viviríamos en un mundo sin amor, un ingrediente especialmente importante en la historia de las familias”.

Estas últimas siete décadas, asegura Simon Sebag Montefiore, han sido las mejores de la historia. “Gracias a los avances médicos y a la disminución de las hambrunas nuestra calidad de vida ha mejorado”. Un dato significativo, prosigue el autor, es que en este milenio la esperanza de vida es superior a lo que fue en Francia a principios del siglo XX. “Es algo extraordinario”.

Sin embargo, “ahora mismo todo está cambiando; las estadísticas confirman un descenso demográfico que no solo está afectando a Rusia, sino también a Europa y Estados Unidos. Parece que en el años 2000 la progresión demográfica tocó techo”, lamenta Simon, que cree tener acotadas algunas de las causas: “Los datos médicos nos reflejan que la desigualdad puede estar detrás de este fenómeno regresivo; asimismo enfermedades que yo denomino del éxito, como los achaques coronarios, la obesidad y el alzhéimer, porque afectan en su mayoría a personas de avanzada edad incrementan la mortandad de la población”. Por otro lado, el historiador considera que la pandemia ha provocado una serie de problemas y que la guerra en Ucrania ha revelado otros inherentes. “El gran desafío de las democracias liberales es evitar que la desigualdad crezca dentro de sus sociedades, para ello deben combatir las injusticias”. Por suerte, tenemos herramientas para hacerlo, además la ciudadanía muestra todos los días su voluntad para tratar de no enfangarse en un proceso revolucionario, que desintegre a una parte del espectro social. “La prosperidad de nuestros sistemas políticos nos han hecho encuadrar a la historia en un proceso lineal y progresivo, pero en realidad no hemos llegado al final de la historia, sino que esta continúa”.