La Guerra Fría 2.0

Robin Niblett analiza la situación internacional en «La nueva Guerra Fría: Cómo la disputa entre Estados Unidos y China dará forma a nuestro siglo» (RBA).

Texto: David Valiente

 

En La nueva Guerra Fría: Cómo la disputa entre Estados Unidos y China dará forma a nuestro siglo, Robin Niblett analiza la situación internacional con una postura muy clara: el mundo está sumergido en una nueva Guerra Fría. Algunos actores mantienen el protagonismo, mientras que otros, que antes eran secundarios hoy representan el papel de villano (o héroe, según a quién preguntes), superando incluso a su ancestro ideológico, ya despojado de relevancia institucional y política.  La realidad también ha cambiado y nuevos retos obligan a los países a replantearse las estrategias a medio y largo plazo.

Por esa razón, la dilatada experiencia de Robin Niblett en asuntos relacionados con la geoestrategia ofrece una visión clara, curtida por los años y bien documentada, aunque no exenta de postulados debatibles y criticables. Robin Niblett  fue director y consejero del prestigioso think tank Chatham House hasta 2022, cuando asumió el rol de distinguised fellow, cargo que también ocupa en la Asia Society Policy Institute, además de ser asesor senior Center for Strategic and International Studies (CSIS) en Washington D.C. Es miembro del grupo de expertos del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones Unidas  del Reino Unido, entre otros muchos cargos que se pueden encontrar en su currículo.

 

En su libro, comenta que ya estamos inmersos en una nueva Guerra Fría. ¿Hay algún hecho específico que marque la casilla de salida?

Desde el 2012, cuando Xi Jinping llegó al poder en calidad de Secretario General del Partido Comunista, se ha producido un creciente recelo estratégico-militar entre Estados Unidos y China, vinculado a una mayor competitividad institucional, especialmente en los comités de la ONU que tratan sobre asuntos relacionados con internet y derechos humanos, así como a un proceso de desvinculación tecnológica. Sin embargo, para mí un punto de inflexión en esta Nueva Guerra Fría puede situarse en la visita que realizó Putin a Xi Jinping a principios de febrero de 2022, al inicio de los Juegos Olímpicos de Invierno, cuando firmaron un acuerdo conocido como la “asociación sin límites”. Dos semanas después, Rusia lanzó la invasión a gran escala de Ucrania y China tuvo que tomar partido y decidió defender las acciones del mandatario del Kremlin. Como consecuencia, Europa se acercó más a Estados Unidos, lo que ha significado también una expansión de la OTAN, en la que no solo están involucrados países europeos, sino también aliados de Washington en el Pacífico, surgiendo de este modo dos nuevos “bloques”. Ahora, ambos bloques están involucrados en esta nueva Guerra Fría que, además, abarca todas las dimensiones del poder: economía, tecnología, seguridad e instituciones.

 

Usted refiere que los académicos chinos están interesados en demostrar que su país no busca reemplazar a Estados Unidos en la dirección de la gobernanza global.

La mayoría de los académicos chinos pretenden evitar el camino hacia una nueva Guerra Fría. Sin embargo, en los últimos cinco y seis años, el Partido Comunista Chino ha restringido severamente el espacio destinado al análisis y a las publicaciones. Además, el PCCh también trata de evitar que Occidente coopte a los académicos chinos. A pesar de lo que la academia pueda decir, tanto Xi Jinping como el resto de dirigentes del partido están fortaleciendo el poder militar de China y su influencia diplomática. En parte, es defensivo: quieren evitar que, a largo plazo, las alianzas promovidas por Estados Unidos con los países de la región dejen aislado al país, especialmente por la frontera marítima del sur. Quieren que China sea uno de los actores poderosos de Asia-Pacífico. Aunque creo que también están siendo oportunistas, ya que presuponen que Estados Unidos está perdiendo influencia global y, bajo el nuevo mandato de Donald Trump, podrían regresar a una postura aislacionista. Así que, Xi cree que el destino está del lado de China, y que necesita aprovechar el momento.

 

Es cierto que se aprecia como Estados Unidos y China están interesados en romper la interdependencia…

El problema es que Washington y Pekín perciben que su relación se ha quedado estancada en un juego de suma cero. En esta visión del mundo, ambos protagonistas temen la maximización del poder del otro. Por ello, la interdependencia ahora se percibe como una peligrosa dependencia, sobre todo para China, que necesita de Estados Unidos como principal mercado individual y como la principal fuente de las tecnologías avanzadas, clave para su ascenso en la cadena de valor. El temor a una sobredependencia con un rival puede ser la fuente de conflicto más probable. Así que la pregunta más acertada es si China y Estados Unidos pueden derivar en una nueva Guerra Fría. Es importante que las tensiones actuales no terminen por romper todos los vínculos comerciales mutuamente beneficiosos y que tampoco afecten a su concepción de la seguridad. Cabe señalar que el 85% del comercio debería seguir siendo mutuamente beneficioso.

 

Durante la primera Guerra Fría, la Administración Nixon y Carter atrajeron a China a la esfera capitalista, separándola de la Unión Soviética. Considerando que la “pesadilla de Brzezinski” se puede cumplir, ¿es posible que Estados Unidos intente un movimiento similar, atrayendo esta vez a Rusia a su órbita?

Lo veo muy poco probable, ya que Putin y el pequeño grupo que lo rodea han cimentado su legitimidad política en su resistencia al poder estadounidense. Aunque Trump debilitara a la OTAN y existiera una mínima oportunidad de que Rusia se convirtiera en un aliado, solo podría ser un socio menor, lo que minaría la credibilidad de los líderes rusos. Por el momento, al menos, los chinos quieren obtener una serie de beneficios de Rusia, como tecnología de misiles o espacial, minerales críticos y gas barato, y esto otorga a los rusos cierto poder de negociación. Mientras Putin no abandone el poder, no veo ninguna posibilidad de cambio. De todos modos, el movimiento diplomático de Nixon no ocurrió hasta veinte años después del inicio de la primera Guerra Fría. Aún es temprano para implementar estrategias similares.

 

La Guerra Fría estuvo marcada por múltiples puntos de confrontación calientes, siendo los casos más conocidos  Afganistán y Vietnam. ¿Cree que podrá suceder algo parecido en la Guerra Fría 2.0?

Precisamente, esta es una de las muchas áreas en la que esta Guerra Fría difiere de la anterior. China no es la URSS (ni Rusia), ya que su supervivencia, al igual que la del PCCh, depende del acceso pacífico a los mercados en todo el mundo, tanto para la exportación de sus bienes como para la importación de materias primas críticas y tecnologías avanzadas que aún no producen a gran escala. Por lo tanto, es muy improbable que Estados Unidos y China participen en guerras indirectas como las que se libraron en la Guerra Fría del siglo pasado. Sí se seguirán produciendo conflictos en todo el mundo. De hecho, hoy en día están abiertos en el Próximo Oriente, en Ucrania, en Sudán, entre otros, aunque tanto China como Estados Unidos desean que estas guerras finalicen. Las fronteras en esta nueva Guerra Fría se trazan en el ámbito cibernético, el control del espacio, la búsqueda de aliados y la guerra mediática.

 

En su análisis, otorga una mayor proyección de futuro al G7 (o G9, como usted sugiere) que a los BRICS (asociación de países emergentes). Sin embargo, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Irán y Etiopía se han sumado a la iniciativa creada por Brasil, Rusia, India y China, a la que en 2010 se unió Sudáfrica. ¿Se puede hablar, entonces, de un reequilibrio de fuerzas?

En mi opinión, estas ampliaciones debilitarán la posición diplomática de los BRICS. Los países que lo conforman y los que en un futuro adoptan posturas marcadas por una profunda desconfianza mutua. India y China no son grandes aliados regionales y Arabia Saudí e Irán tampoco. Aun así, la institución que sí podría desempeñar un papel más influyente es el Banco de los BRICS o también conocida como Nuevo Banco de Desarrollo, ya que podría reducir la influencia del dólar sobre el sistema comercial internacional, lo que eventualmente podría traducirse en una disminución del poder global de los Estados Unidos.

 

Se habla mucho de China, pero hay otro actor con potencial que pasa más desapercibido. Me refiero a la India. ¿Qué papel juega Nueva Delhi en esta nueva Guerra Fría?

La India tratará de hacer todo lo posible para evitar ser arrastrada hacia cualquiera de los dos bandos. Desde luego, obtendrá mayores beneficios fomentando relaciones equilibradas con ambas partes. No obstante, las tensiones con su vecina China persisten, lo que ha llevado a la India a fortalecer sus lazos estratégicos con Estados Unidos, participar en el Quad y mantener una relación cercana con Rusia. Como menciono en el libro, los líderes políticos en Nueva Delhi creen que el G20, y no tanto los BRICS, es el foro en el que India puede tener una voz más fuerte, junto a otros países que quieren evitar ser arrastrados a un lado y otro de la nueva Guerra Fría.

 

A diferencia de la primera Guerra Fría, ahora enfrentamos un desafío global: el cambio climático. ¿Cree que se podría convertir en un punto de conexión y entendimiento mutuo en medio de tanto conflicto?

Me temo que la cooperación en materia de cambio climático será una de las principales víctimas de esta nueva Guerra Fría. Para mitigar los costos ambientales que se puedan producir a largo plazo por el calentamiento global se requiere asumir sacrificios económicos a corto plazo. En un momento de competencia geopolítica de suma cero, ninguna de las grandes potencias quiere que su rival se beneficie de estas políticas. El hecho de que China esté tan adelantada respecto a Estados Unidos, Europa e India en tecnologías y aplicaciones verdes (vehículos eléctricos, baterías, etc.) agrava aún más la situación. Para que la transición ecológica funcione, debe mejorar la seguridad energética de los países, además de contribuir a la salud futura de nuestro planeta y de la humanidad.