La ciencia ficción china más allá de «El problema de los tres cuerpos» de Netflix

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Acaba de llegar a Netflix, en formato serie de los creadores de «Juego de Tronos», la icónica trilogía de Liu Cixin «El problema de los tres cuerpos».

Fotograma de la serie «El problema de los tres cuerpos»

Texto:  Gisela BAÑOS

 

Desde que El problema de los tres cuerpos, el primer volumen de la Trilogía del recuerdo del pasado de la Tierra, como se la conoce en chino, ganara el premio Hugo a la mejor novela en 2015, la ciencia ficción china ha arrasado como un tsunami el mundo de la literatura de género occidental. Una obra y un éxito que, en principio, parecían anecdóticos han supuesto, en realidad, el inicio de una tradición que cada vez está más presente en nuestras librerías y que ya ha invadido nuestras pantallas, sobre todo a través de las plataformas de streaming. La novedad en este sentido acaba de llegar de la mano de Netflix con el reciente estreno de la serie basada en la trilogía de Liu Cixin. Cabe reseñar, en cualquier caso, que no es la primera adaptación que se hace de la saga. En enero de 2023 ya se estrenó la versión china en la CCTV (Televisión Central de China) y WeTV (la plataforma de streaming de Tencent Video, productora de la serie), poniéndole las cosas extremadamente difíciles a Netflix, si es que pretende estar a la altura.

Llama la atención que una historia que no es esencialmente nueva haya despertado tantísimo interés en todo el mundo. Y es que esta trilogía no es más que otra historia, entre tantas, del primer contacto con una civilización extraterrestre avanzada. Aun así, presenta varias peculiaridades. Por un lado, un enfoque social y cultural muy alejado de la uniforme visión occidental que siempre ofreció la ciencia ficción de este tipo; por otro, una actualización y rigurosidad de los aspectos científicos que no veíamos desde los años noventa. También sorprende, en una primera lectura, su ritmo delicado por momentos, o cómo el autor se recrea en ciertos detalles… una forma distinta de contar las mismas historias que a muchos nos enamoraron, y que son, más que ningunas otras, las que definieron lo que, a nivel popular, se entiende por «ciencia ficción».

Parece, en cualquier caso —o nos lo parece a nosotros, en este lado del mundo—, que Liu Cixin emergió por generación espontánea con la publicación de esta obra, pero lo cierto es que no era un autor desconocido en su país. La primera novela de la trilogía salió en China en el año 2006, aunque no se traduciría al inglés hasta 2014. A España llegaría dos años después de la mano de Nova. Luego le seguirían El bosque oscuro (publicado en 2008 en China) y El fin de la muerte (2010), conformando así una narración que ya se ha convertido en un clásico. Y Liu Cixin sabe bastante de ciencia ficción clásica, como evidenció en una mesa redonda organizada por el Instituto Cervantes de Pekín que tuve el placer de compartir con él en 2022, cuando mencionó el trabajo de John W. Campbell y su legado en el ámbito de la ciencia ficción anglosajona. De hecho, su trilogía bebe muchísimo de aquellos años, conocidos como la Edad de Oro, en los que escribieron Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein, a pesar de pertenecer a una época y contexto muy distintos.

Liu Cixin entró en contacto con la ciencia ficción de pequeño, y no a través de obras contemporáneas ni películas, sino a través de un ejemplar de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, que cayó en sus manos. Lo cuenta él mismo en La vista desde las estrellas (2023), su última colección de relatos y ensayos publicada por Sinequanon. Más tarde, en la universidad, donde estudió ingeniería informática, entraría en contacto con revistas como Science Fiction World, en la que publicaría, en 1999, su primer relato: El canto de la ballena—disponible también en La vista desde las estrellas—. Para el año 2006, entre sus obras ya se encontraban La Tierra errante (2000), La era de la supernova (2003) o La esfera luminosa (2004), que no llegarían hasta mucho más tarde a nuestro país.

Pese a que en Occidente desconozcamos, en gran medida, la historia y la evolución de la ciencia ficción china, y las obras que han llegado hasta nosotros sean aún limitadas, lo cierto es que los primeros elementos de este género en el país asiático se remontan a escritos muy antiguos, como el Liezi (c.a. siglo V a.C.), donde, en el capítulo Las preguntas de Tang, aparece un peculiar autómata indistinguible de un humano. Obviamente, esto no quiere decir que se tratara de ciencia ficción, sino que las cuestiones que esta plantea son, por lo general, tan universales que desde siempre han existido ecos lejanos que nos recuerdan a ellas. Pero, si atendemos al género de la ciencia ficción en el sentido más moderno posible, podríamos establecer su fecha de entrada en China en el año 1900, cuando se publicó la traducción de La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, a cargo de Chen Shoupeng y Xue Shaohui. Le seguirían, los siguientes años, las traducciones —desde las versiones japonesas— de Lu Xun de De la Tierra a la Luna, en 1903, y Viaje al centro de la Tierra, en 1906. La llegada de estas historias, hacia el final de la dinastía Qing (1644-1912), evidenciaba el comienzo de una apertura al mundo occidental que buscó transmitir nuevos valores relacionados con el desarrollo científico y la democracia provenientes del oeste. De esta época también es la que se considera la primera obra de ciencia ficción china como tal: Colonia lunar, de Huangjiang Diaosou, publicada por entregas entre 1904 y 1905. Otro clásico es El país de los gatos, de Lao She, de 1932, publicada ya en la era republicana (1912-1949).

La ciencia ficción china, como género en sí mismo, hace su aparición definitiva y eclosiona por primera vez a partir de 1949, en la etapa de la República Popular China, con ciertas influencias utópicas provenientes tanto de las narraciones de Julio Verne —traducidas ya al completo, gran parte de ellas, del ruso— como de la ciencia ficción soviética de la época. Se plantean historias en las que la ciencia siempre encuentra las respuestas y soluciona cualquier problema con el objetivo, en este caso, de popularizar el conocimiento científico occidental. Cabe destacar, en este momento, Un recorrido de ensueño por el sistema solar (1950), de Zhang Ran, o De la Tierra a Marte (1954), de Zhen Wenguang. Pero todo aquello acabó sumido en el olvido con la Revolución Cultural, hasta que, en los años setenta, hubo un resurgimiento.

En 1976, Hua Guofeng y Deng Xiaoping recuperaron una idea que el primer ministro Zhou Enlai había planteado en enero de 1963: la de las Cuatro Modernizaciones. Había que activar la economía de China y eso pasaba por fortalecer la agricultura, la industria, la defensa del país, y la ciencia y la tecnología. Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la ciencia ficción? Es sencillo. Algunos estudios preliminares muestran que existe una fuerte correlación —aunque no se ha podido demostrar causalidad— entre el número de publicaciones de ciencia ficción y el nivel de desarrollo científico y tecnológico de un país. Se ve claramente, por ejemplo, en los Estados Unidos y la Unión Soviética del siglo XX. También se ha estudiado el caso de Taiwán y parece que estos resultados son extrapolables, ahora, a China. El mundo de la ciencia ficción no hizo más que responder a la llamada de su Gobierno, contribuyendo a transmitir una idea amable de la ciencia y sus posibilidades. Esto es, haciendo soñar a la población. El autor Ye Yonglie, en su ánimo de divulgador infantil, publicó El pequeño sabelotodo que viaja por los mundos del futuro (1978), una obra casi inspiracional en la que contaba las maravillas que el progreso traería consigo y que lo convirtió en uno de los autores más vendidos de la historia de la ciencia ficción china. También autores que se habían visto obligados a dejar de escribir volvieron a hacerlo, como el propio Zhen Wenguang, que regresó con Volando a Sagitario (1979), o Tong Enzheng y El rayo de la muerte en la isla de Coral (1978). A finales de la década y durante los años ochenta nacieron, asimismo, las primeras revistas, como la ya mencionada Science Fiction World que conoció Liu Cixin. En los años noventa, la literatura de género estaba definitivamente en marcha en el país asiático, nacía el fandom y los clubs de lectura proliferaban en las universidades… pero esto daría para otro artículo. Para terminar de rematar las circunstancias, en 1999, en el examen de selectividad chino (gaokao), apareció, como tema de disertación: «Si se pudiera trasplantar la memoria…». Curiosamente, un relato similar se acababa de publicar en Science Fiction World, lo que hizo que los padres suscribieran a sus hijos en masa, doblando la tirada de la revista. La ciencia ficción se había convertido en símbolo de progreso, modernidad y éxito.

Al igual que la ciencia ficción anglosajona contó con sus Big Three —los ya mencionados Asimov, Clarke y Heinlein—, la ciencia ficción china actual también cuenta con sus «Tres generales»: Wang Jinkang, Han Song y Liu Cixin. Curiosamente, en la novela de Han Song Marte brilla en América (1999), aparece un ataque a las Torres Gemelas de Nueva York dos años antes de que se produjera; otra de sus obras prominentes es Mar rojo (2006). De Wang Jinkang, cabe destacar Canción de vida (1995), sobre bioética, u Hormigas (2007), sobre la Revolución Cultural. Pero no son los únicos.

En España, la mejor manera que tenemos de acercarnos a la ciencia ficción china actual y obtener una visión global de ella es a través de las dos antologías seleccionadas por Ken Liu —de origen chino, pero afincado en Estados Unidos desde los 11 años, autor de El zoo de papel (2017), La chica oculta (2021) y la saga de la dinastía del diente de león— y publicadas por Alianza Runas: Planetas invisibles (2017) y Estrellas rotas (2020), donde podemos disfrutar de relatos de autores como Chen Qiufang, de quien Nova ha publicado también su novela de tintes ciberpunk Marea Tóxica (2019); Xia Jia; Ma Boyong; Tang Fei; Chen Jingbo; el mencionado Han Song; Baoshu, autor de un magnífico spin off, autorizado por Liu Cixin, de la Trilogía de los tres cuerpos titulado La redención del tiempo y publicado por Nova; Fei Dao; Zhang Ran; Anna Wu; Ma Boyong; Gu Shi, Regina Kanyu Wang y la magnífica Hao Jingfang.

Esta última merece una mención aparte, ya que recibió el premio Hugo en 2016 por su relato Entre los pliegues de Pekín, que podemos disfrutar en Planetas invisibles. Los otros dos únicos autores chinos que lo tienen son Liu Cixin, en 2015, y Hai Ya, en 2023, por su novela corta El pintor del espacio-tiempo. De Hao Jingfang, Nova ha publicado en España Vagabundos (2020), una bella historia de contraste entre una sociedad terrestre y otra marciana, y en este mes podremos disfrutar de Saltonautas, que mezcla de forma magistral historia de China y física.

La trilogía de Liu Cixin solo es la punta de un iceberg que apenas ha empezado a asomar en España. Una puerta a nuevos mundos que apenas hemos comenzado a descubrir en nuestro país. Ojalá esta nueva adaptación audiovisual sirva para que sigan llegándonos nuevas traducciones que nos permitan seguir descubriendo más de estas joyas de Oriente.