La abuela de Frankenstein contra la caverna misógina

Ricard Ruiz Garzón publica «Wollstonecraft. El principio siempre es hoy» (Obscura).

Mary Wollstonecraft por John Opie (c. 1797)

Texto: Milo Krmpotic

 

Ya son varios los libros y piezas sueltas que has dedicado a Mary Shelley y su madre, Mary Wollstonecraft. ¿Qué demonios te ha hecho esa familia y cuándo piensas dejarla tranquila?
Entre cuentos, novelas y ensayos, Wollstonecraft es ya la séptima obra en la que me lanzo a escribir sobre el entorno de Villa Diodati del que nacieron Frankenstein y Drácula. Incluso creé un juego de mesa que sorprendentemente ha funcionado bien. Y no pienso parar, me atraen todos: ambas Mary, Percy, Byron, Polidori, Godwin… y algún personaje más en el que ya trabajo. ¿El motivo? Me chiflan los monstruos y sus creadores, y este grupito los frecuentó en tantas variantes que resulta inagotable.

 

En El monstruo de villa Diodati abordaste la creación de Frankenstein, que pese a ser legendaria tiene su base real, con un ensayo que hermanaba a la criatura del título con otros monstruos clásicos de la literatura. Aquí, aunque aclaras que la anécdota argumental es verídica y aparece en la correspondencia de Wollstonecraft, te dejas llevar un poquito más por la fantasía. ¿Por qué has sentido que había que enmendar, o por lo menos complementar, la realidad de Mary Wollstonecraft con una fabulación a la que, a priori, quizá se habría prestado
mejor la madre de Frankenstein que la abuela de Frankenstein?
En aquel ensayo emparenté a ocho grandes monstruos con el reflejo de Frankenstein, y de paso jugué a ofrecer una biografía narrativa de Mary W. Shelley. En Wollstonecraft, en cambio, he sido fiel al mapa, el calendario y los motivos del viaje real que su madre realizó a Escandinavia en 1795. Por primera vez, he hecho una novela —casi— histórica. Aun así, añadí una subtrama entre la mitología y el folk horror para representar que a Wollstonecraft, como a tantas luchadoras y pioneras, incluida su hija, los sueños se le convirtieron en pesadillas. Fue una adelantada a su tiempo que merece más popularidad y más reconocimiento, pero vivió contradicciones y pasiones que la desbordaron, hasta el punto de haber padecido dos intentos de suicidio. La presencia de una criatura fantástica creo que no altera el retrato de la Mary W. real. Al revés, como ocurría con Mary Shelley, opino que lo subraya.

 

¿Qué papel crees que desempeñó Mary Wollstonecraft en el imaginario de su hija?
Absolutamente clave. La leyó y releyó, la imitó, la admiró… Visitaba su tumba en la St. Pancrass Old Church sin parar (por eso yo empiezo mi novela ahí), y se enamoró de Percy Shelley mientras lo hacía. Creía tanto en ella pese a que solo coincidieron unas horas (Wollstonecraft murió precisamente al dar a luz a Mary), que se añadió su W. y firmaba como Mary W. Shelley. En la novela explico algunos elementos clave
de esta relación, aunque nadie los ha desarrollado como Charlotte Gordon en su excelente biografía a dos voces Romantic Outlaws, que homenajeo también en la obra.

 

El fantástico era tu ámbito mucho antes de que comenzaras a comisariar el barcelonés Festival 42 de Géneros Fantásticos, se trata de un referente que ha acompañado toda tu carrera literaria. ¿Qué parte de Shelley integraría el corpus de tu literatura si la viéramos como un monstruo de Frankenstein?
Frankenstein es para mí una obra de cabecera. Acostumbro a pelearme con escritores amigos como Emilio Bueso, que prefieren Drácula (lo cual me parece bien, porque es otra obra maestra), pero creo que la criatura de Mary W. Shelley genera avatares más fértiles: la vida artificial, robots y androides, las IA… y lo que viene. En cuanto a los géneros fantásticos, me apasionan todos: ciencia ficción, terror, mitología, fantástico… Pero responderé de forma concreta: en todos mis escritos tiendo a los géneros fantásticos, en todos los que acabo practicando juego con alguna fuga hacia el monstruo, y en todos mis monstruos habita el de Frankenstein.

 

Y, para acabar, una de esas preguntas que son como un pase de la muerte para la llegada fulgurante y solitaria del entrevistado: ¿cuán importante es recordar y reivindicar a Mary Wollstonecraft en este mundo de incels y presidentes estadounidenses condenados por abuso sexual y tradwives y demás?

Conocerla es el remedio infalible contra esa apoteosis de la mediocridad. Frente al retroceso que suponen con su neofeudalismo, Mary Wollstonecraft enarbola un feminismo pionero, un ecologismo visionario y una defensa —en plena Revolución Francesa— de los derechos humanos que sigue siendo para quitarse el sombrero. Ellos, por más que griten o precisamente por ello, representan la caverna; su presente soñado es de hace milenios. Wollstonecraft, en cambio, viene de hace doscientos años para llevarnos lejos de su alcance; y hacia el único
futuro realista posible: la utopía