Karina Lickorish Queen: «todos somos exiliados tratando de regresar a un pasado imaginado»

Ha irrumpido en la novela con “El polvo nunca se asienta” (Arde Libros) y una voz que ya es solo suya

Texto: Antonio ITURBE

 

  • Anaïs es una joven peruana educada en Reino Unido que regresa a Lima para ejecutar la venta de la vieja casa familiar. Pero donde sus familiares, ávidos de vender para que se construyan bloques de apartamentos, solo ven una vieja casona abandonada, ella siente el latido de los sucesos que acontecieron entre sus paredes. Especialmente, la caída por el balcón de una joven sirvienta, que no se resignó a quedarse del lado de los muertos. Anaïs, que está embarazada pero no tiene claro que quiera casarse con su modélico novio, se siente agobiada por su familia, por los turbadores recuerdos que se materializan ante sus ojos y por su prometido, que de tan servicial resulta insoportable. Ellos no pueden comprender que su percepción de la realidad es otra.

     

    Como lector, no me queda muy claro si Anaïs es una superdotada con percepción ultrasensible, una soñadora incomprendida o alguien con desequilibrio mental. ¿Usted lo tiene claro?

    Para mí Anaïs es una superdotada que, por la influencia de sus antepasados, ve el mundo entero: muerto y vivo, pasado y no pasado. Ella ve un mundo que, según la conciencia andina, es el mundo verdadero. Pero como Anaïs tiene la influencia del pensamiento occidental (positivista, basada en la ciencia y en el tiempo unidireccional y lineal), ella misma y su familia rechazan lo que Anaïs ve. Entonces sus visiones no son síntomas de una mente desequilibrada. Más bien, su desequilibrio mental es causado por sus intentos de ignorar, borrar y ‘curar’ la vista que tiene. Al tratar de rechazar al universo verídico que ella ve, es una forma de colonización de su mente que desestabiliza su mundo.

    Sus páginas son exuberantes. ¿Surgen del arrebato inspiracional o son el resultado de corregir, añadir y amasar mucho el texto?

    Cuando yo escribo, yo escribo lento, saboreando las palabras. No me gusta escribir rápido, completando un borrador descuidado para editar después. Yo escribo oración por oración, y no puedo comenzar el párrafo siguiente hasta que esté satisfecha con el anterior. Pero hay momentos en que escribo como en un trance, y un capítulo entero me llega de un golpe. Así me llegó la caída de Julia. Había pasado varios días leyendo intensamente sobre diversos episodios atroces de la historia peruana y mis emociones de tristeza y furia salieron como un diluvio en la página. Otras partes de la novela me costaron escribir porque no sabía qué iba a pasar. Tuve que pasar mucho tiempo con Anais preguntándole, ¿Y ahora qué vas a hacer?

    Pese a lo que digan algunas reseñas, a mí, personalmente, su libro no me parece realismo mágico ni me lleva a Cien años de soledad. ¿Usted que es la que sabe, qué dice?

    También me ha comentado lo mismo Professor Omar García, un escritor y académico que enseña en Trinity College Dublin. En mi juventud, escritores como García Márquez, Allende y Esquivel me inspiraron mucho, y creo que han dejado su huella en mi estilo. Pero me parece que Polvo es una mezcla de todos mis intereses literarios y artísticos y por eso me salió una novela bastante excéntrica. Por ejemplo, yo diría que los capítulos de Anaïs utilizan más surrealismo que realismo mágico. Será porque durante el periodo de escribir este libro estaba practicando mucha écfrasis con pinturas surrealistas, especialmente enfocándome en las obras de Leonora Carrington. También estaba estudiando las obras religiosas de la escuela cusqueña y el estilo de la novela fue influenciado por ellas. Encima de todo, Polvo tiene mucha influencia de la literatura (neo-)indigenista peruana y de las tradiciones literarias orales del mundo andino. Para mí, los capítulos de Julia en la novela deberían ser leídos en voz alta. Intenté crear una prosa que reflexiona la musicalidad de las tradiciones orales en esas páginas.

    ¿Por qué cree que el regreso es uno de los grandes temas de la literatura, ya desde La Odisea?

    Uuf, para mí es porque todos somos en una u otra forma exiliados tratando de regresar a un pasado imaginado de seguridad y felicidad. Lo más probable es que nunca existió (salvo quizás durante nuestra corta estancia en el vientre de la madre de la cual todos somos exiliados permanentes). Creo que, enfrentando un vasto futuro incierto, es seductor pensar que podríamos retirarnos a un pasado acogedor e idílico. Pero normalmente, al regresar a esos lugares que alguna vez han sido un hogar para nosotros, encontramos que han cambiado y ya no existe ese hogar que buscábamos.

    Anaïs es una peruana inmersa durante años en la cultura anglosajona que cuando llega a la Lima donde creció es tratada como una extranjera. Usted tiene raíces en Lima pero escribe en inglés… ¿Cuáles son sus sensaciones al volver a Perú?

    La experiencia de ser Otra en todas partes ha sido ubicua durante toda mi vida porque soy una ciudadana del mundo. Yo nací en Ankara, en Turquía, hija de madre peruana y padre inglés. Viví unos meses en Lima durante mi infancia que, supongo, fueron muy formativos para mí porque fue durante la etapa del desarrollo del lenguaje y de los vínculos afectivos. Por lo tanto, para mi Lima es una ciudad que relaciono con amor, familia, y representa ‘home’ más que el pueblo en Inglaterra donde viví muchos años y donde fui testigo de la xenofobia y los prejuicios que experimentó mi madre como extranjera. Cuando una comunidad rechaza a tu madre y a la mitad de ti, es difícil (yo diría imposible) sentirse parte de esa comunidad. Cuando regreso a Lima tengo la sensación de regresar a casa. Pero, a la vez, cuando estoy en Lima me acuerdo de que no soy totalmente peruana tampoco. Tengo anglicismos en mis maneras y costumbres que me marcan como no-limeña. Para las personas que viven en la diáspora, creo que es muy normal sentirse por un lado como un camaleón que se adapta a los diferentes contextos culturales y a la vez siempre como un bicho raro en toda situación.

    En el libro utiliza a veces terminología y conocimientos de la física a la vez que nos envuelve en esa incertidumbre sobre las percepciones sensoriales de la protagonista. ¿La realidad del positivismo científico y el racionalismo, que nos han dicho que es compacta y uniforme, está llena de grietas? 

    Es un hecho que la ciencia occidental tiene grietas. Estamos viendo ahora el desastre que hemos causado al planeta con el ‘desarrollo’ que nos ofrecen los ‘avances’ de la ciencia del occidente. Ha llegado la hora de escuchar la sabiduría indígena. La verdad es que muchas veces las ontologías de comunidades indígenas resultan haber intuido la realidad del universo. Tomemos, por ejemplo, el concepto de pacha que ha existido en la cosmología andina desde hace siglos en el cual tiempo y espacio son uno. La física moderna ahora también concibe al tiempo-espacio como uno. Creo que la actitud que dice que la ciencia occidental es avanzada y correcta y los conocimientos indígenas son primitivos y no relevantes es totalmente errónea. Eso no es decir que tengamos que rechazar la ciencia ni aceptar la ola cultural de la posverdad que ahora nos amenaza. Pero me parece que diálogo, dialéctica y un poco de humildad para escuchar a las voces que normalmente se silencian nos harían mucho bien.

    Estamos en un siglo XXI fascinado por la tecnología. ¿Cuál es el lugar de la literatura?

    Yo creo que la literatura (a pesar de la etimología de esa palabra) toma muchas formas incluyendo la tradición de la narrativa oral. Hay una magia particular e irresistible en la literatura escrita en las páginas de un libro. Pero hay magia también en la literatura que toma otras formas, por ejemplo los objetos poéticos –o sea, poemas que llegan en forma de artefactos– y otras formas literarias híbridas. Dudo que el libro de papel y tinta muera. La novela, los cuentos cortos y la poesía de papel siguen siendo relevantes y embrujadores. Pero indudablemente la literatura va a metamorfosearse y encontrar nuevas formas en esta época digital. Ese hecho no me perturba. Con tal de que escritores y artistas estén explorando nuevas formas que inspiren y conecten con la gente para interrogar los temas importantes que afectan a la humanidad de hoy, eso es lo que importa.

    ¿Y cuál querría que fuese el lugar de su propia literatura?

    Si me pongo a pensar en mi visión para lo que escribo en el mundo fuera del cuartito donde escribo, lo más importante es que haga pensar a la gente. Quiero abrir conversaciones, encender diálogos. Yo no pretendo tener soluciones ni respuestas. No tengo la arrogancia de pensar que puedo ‘educar’ a la gente. Odiaría que mis obras sean interpretadas como didácticas. Solo quiero ofrecer preguntas e invitar al diálogo. Y si mis lectores disfrutan del proceso, aún mejor.

    ¿Qué la impulsa a sentarse a escribir y dedicar a eso tanta energía y tanto tiempo precioso de su vida?

    Para mí escribir es un instinto inexorable tanto como la necesidad de comer o beber agua. Hay días en que me olvido de comer, pero no puedo olvidarme de las historias que viven en mi mente. Esas historias y también personajes y mundos me llegan del nosedónde y no se quedan quietos hasta que los purgo escribiendo. Ese proceso es necesario para sentirme como yo.