José Eduardo Agualusa: “Tenemos que re-aprender a soñar”

La publicación de «Los vivos y los otros” nos lleva al centro de la tormenta de José Eduardo Agualusa.

 

Texto: Bernardo GUTIÉRREZ  Foto: Rosa CUNHA

 

Con casi cuarenta libros a sus espaldas, traducidos a más de treinta lenguas, el angoleño José Eduardo Agualusa (Huambo, 1960) es uno de los escritores más aclamados de África y del mundo lusófono. Su prosa rezuma poesía. Y un fuerte aroma onírico que disecciona una realidad atravesada por conflictos. De los textos de Agualusa nadie sale indemne: sus historias surgen del revés de la cotidianidad con magnetismo-atrapa-lectores. En El vendedor de pasados, su libro más célebre, narra la historia de un albino que escribe biografías falsas para la nueva élite de Angola. En Teoría general del olvido (Edhasa y Periscopi, 2017), una mujer se encierra en su apartamento antes de la  independencia de Angola y allí permanece treinta años. “No escribo para entretener”, afirma el escritor.

Agualusa mantiene un diario de sueños, del que extrae ideas para sus libros. A veces sueña con los personajes, otras con títulos o tramas. “Algunos sueños me ayudan. Me despierto con la solución”, asegura. En Los vivos y los otros, que Edhasa lanza en España, una tormenta separa del continente una isla del norte de Mozambique durante un festival literario. Desaparece el puente. Cae Internet.  “Es así como todo comienza: la noche rasgándose en un enorme relámpago y la isla separándose del mundo. Un tiempo que termina, otro que comienza. En aquel momento, nadie se dio cuenta”, escribe Agualusa en el arranque de la novela.

 

Para los personajes de Los vivos y los otros parece que la única posibilidad para reinventar el mundo es la palabra…

El libro es sobre el poder de la palabra. Todo comienza cuando alguien habla. Los escritores fundan mundos a través de la palabra. El libro ocurre en una pequeña isla donde vivo parte del año, Ilha de Moçambique.

 

En la novela, la isla no es un mero escenario. Es todo un personaje…

Cuando los portugueses llegaron estaba habitada por árabes suajilis. Conocí la isla porque estaba escribiendo As mulheres do meu pai, que tiene un capítulo que ocurre allí. Pero ya la conocía a través de la poesía. Muchos poetas nacieron, crecieron y vivieron en la isla. Camões vivió dos años, terminó Os lusíadas en la isla.

 

En el libro abundan las reflexiones sobre la identidad y literatura africanas. Los escritores del festival vienen de países africanos con poca conexión entre sí. Ryszard Kapuściński dijo algo así como que “África no existe, pero sí los africanos”.

Todo en África tiene que ser colocado en el plural. Hay muchas Áfricas, muchas literaturas africanas. Si hay algo que caracteriza a África es la diversidad y la enorme riqueza humana. A Kapuściński le preguntaron qué le había impresionado más de África, y dijo, “la luz”. Entonces no lo entendí, solo cuando comencé a visitar países del norte de Europa. Si me preguntaran qué me impresiona más del norte da Europa, diría que es la oscuridad, la falta de luz.

 

Ofélia Eastermann, una de las protagonistas, responde a un periodista: “¡yo soy de las palmeras, carajo! ¡Ni angolana, ni brasileña, ni portuguesa! ¡Soy de ahí donde hay una palmera!”.

Muchos africanos están cansados de esta cobranza identitaria. El crítico europeo siempre quiso encuadrar esas literaturas dentro de normas. Los escritores africanos tenían que escribir sobre esto o sobre aquello, en cuanto que el escritor europeo podía escribir sobre lo que fuera. Un español que escribe sobre África es muy bien aceptado, mientras que el escritor africano que escribe sobre Madrid o Barcelona es considerado un alienado. Esto está cambiando…

 

Tu novela Barroco tropical (Almadia, 2014) arranca con una mujer que cae del cielo (de un avión) delante de un escritor. Aparecen un curandero que quiere ser psiquiatra, una mãe-de-santo (sacerdotisa de candomblé), una ex-Miss Angola.  En Europa, una trama así es realismo mágico…

Es una manera fácil de clasificar las literaturas africanas. El rótulo de realismo mágico encaja bien. La forma cómo las personas lidian con lo maravilloso en nuestros países se acerca a la España rural. En Europa, el realismo mágico no está tan presente en las ciudades, pero continúa vivo en el interior. Sería más fácil hablar de realismo africano, porque es nuestra cotidianidad. Lo maravilloso forma parte de lo cotidiano.

 

La personaje Moira fotografía sus sueños. Tu anterior novela se titula La  sociedad de los soñadores involuntarios (Edhasa / Periscopi, 2019). ¿Cuál es la importancia de los sueños en la vida y obra de Agualusa?

Los sueños nos preparan para enfrentar lo cotidiano y resolver problemas. Muchos músicos que soñaron con sus composiciones. Paul McCArtney soñó con una melodía, estuvo semanas canturreándola a los amigos hasta que descubrió que nadie la conocía. Era Yesterday. Varios científicos llegaron a modelos matemáticos a través de sueños. Conmigo ocurrió desde el comienzo, forma parte de mi proceso creativo.

 

Soñaste con un hombre que decía: “vendo pasados a los nuevos ricos”. Tenía una tarjeta de visita: “ofrezca a sus hijos un pasado mejor”. Ahí nació El vendedor de pasados

A veces sueño con personajes, otras con los títulos de los libros, otras con tramas completas. Tengo un diario de sueños. Algunos me ayudan cuando no sé cómo acabar un capítulo, cómo atar un hilo. Me duermo y me despierto con la solución.

 

El cineasta Morzaniel, indígena Yanomami me dijo hace unos días los blancos sueñan, pero no tan bien como ellos…

Presumo que (los blancos) dejaron de saber de soñar. Con la modernidad, perdimos el arte de soñar. Perdimos las estrellas. En las grandes ciudades dejamos de ver estrellas, algo que contribuye a la arrogancia de la humanidad, y perdimos el encuentro con la naturaleza. Ser aplastado por el infinito al mirar las estrellas y las constelaciones nos hace bien, nos ayuda a situarnos. Es muy triste que las personas solo tengan esa experiencia cuando van a los planetarios, salen maravilladas porque vieron el cielo y estrellas. Bastaba con salir de las ciudades. Fuimos sustituyendo la realidad por experiencias falsas, hasta en el sexo.

 

En la Sociedad de los soñadores involuntarios (Edhasa y Periscopi, 2019) varias personas sueñan el mismo sueño. Ese sueño deviene utopía. ¿Perdimos la capacidad de soñar colectivamente utopías y otro mundo posible?

Sin duda. En el libro cuando aprenden a soñar colectivamente hacen caer a un dictador.  A partir del momento en el que la gente aprende a soñar en conjunto, la realidad muda. Defiendo la necesidad de crear utopías nuevas, ajustadas a los días difíciles que vivimos. Necesitamos nuevas utopías, necesitamos re-aprender a soñar.

 

La historia de El vendedor de pasados (Edhasa, 2018) la cuenta una lagartija. ¡Anticipaste una tendencia! Ahora, tanto la literatura como las artes intenta dar voz a lo no humano. ¿Cómo dar voz a plantas, animales, insectos?

Cuando presenté ese libro en una ciudad de Francia, un senegalés dijo, “No sé por qué estáis tan admirados con esa lagartija, porque en África toda la tradición oral involucra a animales que participan en la vida humana”. Elegir una lagartija, para mí fue muy natural, no algo extraordinario.

 

El año pasado entrevisté al mozambiqueño Mia Couto. Más que derribar estatuas de figuras esclavistas, sugiere levantar otras estatuas para mostrar otra historia. Algunos de tus libros, A conjura (1989) o La reina Ginga (Edhasa, 2019 ) son novelas históricas que cuentan otra historia…

Yo defiendo la memoria, porque tiene que ver con la identidad. Es necesario recordar, recontar. Las versiones que conocemos son de los europeos, ahora interesa dar otra versión. La noción de verdad es muy autoritaria. Yo creo en las versiones. Las versiones no son mentirosas, cada persona tiene su verdad, vive su verdad.

 

En tus textos periodísticos encuentro un fondo más social. También en tu novela El año que Zumbi tomó Río de Janeiro (El cobre ediciones, 2004). ¿Cómo combinas tu vertiente de “traductor de sueños” (como te llamaron en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona  en 2021) y la de escritor comprometido?

No sé si están separados. No podemos desaprovechar un instrumento tan poderoso como la literatura. La literatura debería ser un territorio para la reflexión sobre el mundo. Espero que mis libros traigan debate sobre cuestiones de actualidad. No escribo para entretener.

 

 La vida en el cielo (Cántaro, Argentina, 2016), que escribiste para tus hijos, anticipaba el colapso del mundo. La naturaleza arrasa todo y los ricos quieren huir del planeta.

Empecé a imaginar cómo sería un mundo en el que las personas tuvieran que migrar al cielo y vivir en las nubes. Fue un desafío escribir para jóvenes. También es una denuncia de esta distopía en la que los ricos viven en gigantescos navíos flotantes y los pobres, en aldeas presas a los globos, trabajando para ellos.

 

¿La ficción es, pues, una herramienta no solo para retratar la realidad, sino para transformarla?

Sin duda. Incluso la poesía. En Angola, el movimiento independentista se formó a partir de un movimiento de jóvenes poetas, que se transformó en un movimiento armado. La literatura tiene ese poder transformador porque opera desde lo más íntimo y poderoso, nuestra consciencia.

 

DICCIONARIO AGUALUSA

 

Angola. Pasión y obsesión, territorio y fantasma, telón de fondo de casi toda su obra.

 

Animales. Una jirafa que come estrellas. Una cebra que persigue a un escritor. Una mujer convertida en cucaracha. Los animales están muy presentes en la obra de un escritor que tiene el programa radiofónico A hora das cigarras (RTP).

 

Brasil. Hijo de brasileña, Agualusa reincide e insiste en Brasil. En la novela El año en que Zumbi tomó Río de Janeiro crea el Comando Negro, un grupo de traficantes politizados.

 

Castillos de Arena. En Los vivos y los otros aparece el “constructor de castillos”, un personaje que protagonizaba un cuento anterior.  “Los castillos duran el tiempo de los sueños”, afirma.

 

Levitación. En el cuento Manual prático de levitação un desconocido en una fiesta en Río de Janeiro casi convence al narrador para hacer un curso de levitación, prueba de que Agualusa es todo un “levitador” de lectores.

 

Poesía. “La poesía me enseña a escribir”, afirma Agualusa.

 

Sueños. Leit motiv de su vida y obra.

 

Titulazos. Con títulos de libros de cuentos como Catálogo de sombras, A educação sentimental dos pássaros o O livro dos camaleões, ¿para cuándo una antología de sus cuentos en castellano, catalán, gallego o euskera?

 

Tránsitos. Más que viajar, muchos de sus personajes transitan. Buscando algo, se buscan a su mismos, como los protagonistas Estranho em Goa (2000) y As mulheres do meu pai (2007).